Acciones resilientes en el proceso de orientación

Según la opinión de Muñoz (2012:07), “para la educación el término resiliencia implica, lo mismo que en física, una dinámica positiva, una capacidad de volver hacia adelante”. La resiliencia humana no se limita a resistir, permite la reconstrucción, la resiliencia es un concepto con un enorme potencial para todos aquellos profesionales que trabajan sobre el terreno de la orientación, permitiendo sistematizar y poner en práctica aquello que hacemos de forma cotidiana para el bienestar de los niños.
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El desarrollo óptimo resulta de la interacción entre las capacidades de la persona, el medio social y físico, el desarrollo tiene lugar en las interacciones activas entre el niño, su familia, escuela, comunidad y la cultura en la que vive, teniendo en cuenta las tareas correspondientes a cada etapa del desarrollo. Si se considera la ecología del ser humano como fuente de recursos y posibilidades para un desarrollo sano, la promoción de la resiliencia, pasa por ser una responsabilidad compartida por todos los profesionales de las diferentes disciplinas y distintos niveles de influencia relacionados con el individuo.
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Según la opinión de Raffo, (2010:74), “La resiliencia relacional puede seguir muchos caminos, variando a fin de amoldarse a las diversas formas, recursos, limitaciones de los grupos y a los desafíos psicosociales que se les plantean”. En este sentido, se señala: reconocer los problemas, limitaciones que hay que enfrentar; comunicar abierta, claramente acerca de ellos; registrar los recursos personales, colectivos existentes, organizar y reorganizar las estrategias, metodologías tantas veces como sea necesario, revisando, evaluando los logros y las pérdidas.
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Para esto es necesario, en las relaciones entre los componentes del grupo, se produzcan las siguientes prácticas: actitudes demostrativas de apoyos emocionales (relaciones de confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas); conversaciones en las que se compartan lógicas y conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un sentido dignificador para sus protagonistas.
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Cabe destacar, existen factores internos como la autoestima, el optimismo, la fe, la confianza en sí mismo, la responsabilidad, la capacidad de elegir o de cambio de las competencias cognoscitivas. Por ello es importante, además de desarrollar factores internos, afianzar los apoyos externos, sin embargo, si la autoestima es baja o no se conjuga bien con las destrezas sociales, o si la esperanza en sí mismo no fluye no se canaliza de la mejor manera y si se le quita al individuo el apoyo externo vuelven a derrumbarse.
Con base a lo hasta ahora descrito, el autor de la presente indagación abordará cuatro dimensiones que la permitirán desglosar debidamente la variable en estudio. Las referidas dimensiones son: Las acciones afectivas, las acciones educativas, la orientación intrínseca y la orientación social.
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