Democracia 1
La esperanza en el proceso electoral como medio de cambio, el mesianismo de los candidatos y su supuesta superioridad como los administradores más competentes, el repudio a la opción de no votar o votar nulo, forman parte de una metafísica de la democracia representativa que le atribuye esas propiedades sobrenaturales que son básicamente deformaciones de la realidad que se imponen por pura violencia objetiva. El proceso electoral, más que esperanza, es una condena, y a la vez un martillo para aplastar cualquier posibilidad de cambio. Los candidatos son lo peor que Guatemala defeca, en términos de ética y poder, y es absurdo confiar en menos de 200 personas para decidir sobre 17 millones. Votar nulo o no votar es la respuesta más ética, racional y responsable que puede tenerse con respecto a ese proceso. En estadística no se suele buscar evidencia a favor de una hipótesis específica, sino más bien se busca evidencia en contra de una hipótesis nula. Esto es porque nunca podemos afirmar algo (como que un dios existe o no existe), pero siempre podemos encontrar alguna evidencia en contra de esa afirmación. Es imposible afirmar que una persona podría ser un buen presidente o diputado, pero siempre es muy sencillo encontrar cualquier evidencia que nos diga que cualquier persona no es idónea para tener tanto acceso al poder. De modo que la hipótesis nula tendría que ser el voto nulo, y las hipótesis alternativas (los candidatos) serán siempre fácilmente falseables. Luego, estamos obligados a elegir una hipótesis alternativa aunque ya sepamos que no es una buena idea. Esa metafísica irracional se traduce en un comportamiento irracional (obviamente) que incluso nos dice que quienes no votan no se pueden quejar de los resultados de ese proceso, o también que si votan por el presidente gane, entonces tampoco se pueden quejar cuando la cague porque es su culpa que ese presidente esté allí, luego si alguien votó por un candidato minoritario, se quejan que porqué tiran su voto en candidatos pequeños en lugar de apoyar a los candidatos grandes que sí pueden competir, pero luego resulta que esos dos candidatos mayoritarios son usualmente caricaturas radicales o extremas ya sea de el mismo populismo o de populismos opuestos y por lo tanto votar por esos candidatos es algo criticable ya que se estaría votando por las peores alternativas y por lo tanto no se podría uno quejar tampoco. Así que es una metafísica irracional imposible de refutar (no se le puede criticar bajo ninguna circunstancia) y por lo tanto imposible de cambiar.
En lugar de afirmar un proceso irracional, irrefutable y con ilusiones sobrenaturales, deberíamos estar construyendo una democracia que no tenga expectativas irracionales sobre los políticos (no deberían tener inmunidad, por ejemplo, como también deberían ser reemplazables, guiados por políticas a largo plazo que no puedan ser deformadas a su antojo), que acepte cuestionamientos ya sea directamente o a través de votos que se salen de las alternativas cerradas de las urnas (a través de protestas, sindicatos, y todo tipo de procesos participativos más allá del voto), y no debería ser vendida con el populismo con que se le vende (en lugar de esa falsa promesa de cambio y esperanza, se le debería evaluar rigurosamente, se le debe exponer comoe l sistema imperfecto, primitivo y desastroso que es y se le debe adaptar constantemente para evitar repetir errores).