The Branched Ombú || El Ombú Ramificado [ENG/ESP]

In the heart of the pampas, where the horizon stretches like an ocean of golden grasses, grew an imposing ombú. Its gnarled, twisted trunk told stories of generations past, and its outstretched branches offered shade to travelers, gauchos, and animals alike.

It was said that the tree was born from the hand of an old countryman, Don Evaristo, who in his youth planted the seed hoping to leave a mark on the land he loved. Years passed, and the ombú grew, becoming a refuge for birds and a witness to whispered confidences between the wind and men.

The gauchos called it the branched ombú, for its branches seemed to extend like protective arms over the pampas. Beneath its canopy, stories of love and duels of honor were woven; mates were shared, and silences spoke louder than words.

Over time, modernity threatened to erase its presence. A new path had to be opened, and the ombú tree stood in its way. But the townspeople, who considered it a symbol of their identity, refused to allow its felling. They fought for it, wrote letters, and protested until, finally, the machines changed course and the ombú tree remained standing.

Today, under its shade, children play as their grandparents did, and the elders still tell the old legends that the ombú tree still holds in its deep roots.

Because there are trees that are not just wood and leaves: they are history, witnesses and guardians of a people.

El ombú ramificado

En el corazón de la pampa, donde el horizonte se extiende como un océano de pastos dorados, crecía un ombú imponente. Su tronco nudoso y retorcido contaba historias de generaciones pasadas, y sus ramas extendidas ofrecían sombra a viajeros, gauchos y animales por igual.

Se decía que aquel árbol había nacido de la mano de un viejo paisano, don Evaristo, quien en su juventud plantó la semilla con la esperanza de dejar huella en la tierra que amaba. Pasaron los años, y el ombú creció, convirtiéndose en refugio de aves y testigo de confidencias murmuradas entre el viento y los hombres.

Los gauchos lo llamaban el ombú ramificado, pues sus ramas parecían extenderse como brazos protectores sobre la pampa. Bajo su copa se tejieron historias de amor y duelos de honor; se compartieron mates y silencios que decían más que las palabras.

Con el tiempo, la modernidad amenazó con borrar su presencia. Un camino nuevo debía abrirse, y el ombú estaba en medio. Pero la gente del pueblo, que lo consideraba un símbolo de su identidad, se negó a permitir su tala. Lucharon por él, escribieron cartas y protestaron hasta que, finalmente, las máquinas cambiaron de rumbo y el ombú quedó en pie.

Hoy, bajo su sombra, niños juegan como lo hicieron sus abuelos, y los ancianos aún relatan las viejas leyendas que ese ombú sigue guardando en sus raíces profundas.

Porque hay árboles que no son solo madera y hojas: son historia, testigos y guardianes de un pueblo.