Las sombras de la ciudad
Hola gente de steemit llevo hace un tiempo escribiendo esto y creo que es buena idea compartir esto con ustedes esta es el primer cap de mi novela. espero que le guste y me puedan ayudar a mejorar
Capítulo 1
Sin tiempo de reaccionar rápido, se fue en un abrir y cerrar de ojos, la situación no estaba para sentarse a pensar si no para huir con todo a por la vida que quería conocer. Solo en mi mente estaba consiente que mi fuga era tan necesaria de aquel infierno que fue mi hogar, una casa abandonada en Caracas la que a simple vista parecía una casa normal con un jardín lleno de orquídeas, árboles de mango y un frondoso araguaney, una fachada blanca con dos grandes ventanas coloniales una puerta de mármol muy grande.
Dentro de la casa hay un juego de sofá y muebles, varios cuadros del Libertador Simón Bolívar y unos cuantos más de militares que no reconocía, un candelabro guindaba del techo, algo único para mí era que en él se encontraban gravados unos símbolos brillantes, todo parecía muy normal pero el verdadero infierno empezaba tras bajar a un sótano, que para poder ingresar a él tenía que ser directamente por unas escaleras escondidas bajo un trampilla situada debajo de una alfombra del salón principal cerca de un cuadro del Libertador.
Al bajar por esas escaleras el descenso se prolongaba, tanto así que no podrías deducir en cuantos metros bajo tierra te hallabas, cuando lograbas llegar al final se encontraba un gran comedor con amplias mesas de madera y bancos tan largos como estas, en ese sitio la comida que se repartía era la mejor, aunque parecía un completo misterio saber cómo llegaba tanta comida aquel lugar. En los Amplios pasillos se hallaban las habitaciones, la verdad muy poco cómodas ya que solo en ellas se encontraban un baño, la cama y una pequeña mesa que en la cual podías leer y estudiar de vez en cuando.
En otra área se encontraba habilitado un gimnasio con todas las máquinas de ejercicios y pesas, donde diariamente nos exponíamos a fuertes rutinas ya que debíamos obtener la mejor condición física para poder sobrevivir en aquel lugar, en unos de los espacios más apartados del aquel sitio se localizaban una habitación la cual albergaba una gran biblioteca, que en su mayoría poseía únicamente libros acerca del arte del asesinato, artes marciales y si corrías con suerte te topabas con algún buen libro de literatura y ciencia.
Una vez recorrido todos los pasillos estos se volvían a unir en un sitio tan amplio que no podías oír tu voz de extremo a extremo, allí era donde practicábamos toda clase de artes marciales y el uso de armas de fuego de todo tipo de calibres, estar en ese lugar te desorientaba por completo debido a que era muy parecido a donde miraras y con lo amplio que era sumándole la mala iluminación de ciertas partes no estabas consiente si de verdad caminabas o simplemente movías los pies sin avanzar ni un centímetro.
Recuerdo estar sentado en mi cama cuando caía en cuenta de que otro día comenzaba en aquel lugar, mientras debía dirigirme a desayunar en el gran comedor a primera hora de la mañana repasaba en mi mente la rutina que debía cumplir sin poder cuestionarla, una vez terminado de comer seguía una expansión de conocimiento literario en la biblioteca, para más tarde continuar con una hora de calentamientos físico en el gimnasio, me gustaba calentar con compañía ya que al igual que yo, habían chicos y chicas de mi edad.
Pasada la hora de calentamiento, venían los ejercicios que requerían más precisión y destreza física, las artes marciales como karate, taekwondo, jiu jitsu, kick boxing, muay thai, kung fu, tai chi, eran estilos que nos hacían combinar para crear un modo único de combate. Durante los rudos entrenamientos, recuerdo que no tenía tanta resistencia cuando era más joven y por lo general terminaba por ser golpeado fuertemente por mis maestros quienes no tenía compasión alguna. Ahora los tiempos han cambiado la gran diferencia es que ya no luchaba contra mis maestros, sino contra otros jóvenes de mi edad.
No había espacio para tomarse un descanso, ya que debíamos continuar con el entrenamiento con armas de fuego, el cual consistía en aprender a disparar a blancos en movimiento o ubicados a una gran distancia, además experimentábamos el desarme de todo tipo de armas y a su vez perfeccionabas la elaboración y desactivación de explosivos a gran y pequeña escala, incluso nos disparaban a corta distancia mientras usábamos un chaleco antibalas para medir nuestra capacidad de evasión y en caso de no poder hacerlo, recibíamos el impacto como castigo.
Al final del día, entre comidas y con un poco de descanso por la rutina diaria, se podía conversar y si considerabas que tenías amigos en este lugar aquel era el único momento en que se permitía socializar, me agradaban dos personas dentro de aquel cautiverio, sus nombres eran Moinsés y Yelena, los únicos dos chicos de mi edad con los cuales me llevaba muy bien, ya que la gran mayoría me parecían máquinas de matar y el resto carecían de sentimiento a mi parecer.
Moinsés era un chico de aspecto muy fuerte, pensador y calculador, a pesar de no expresar sus sentimientos, estaba muy seguro que detrás de sus grandes ojos marrón oscuro se escondía un torbellino de emociones, pero si estos existían, debo reconocer que los ocultaba muy bien. Su cabello era negro y al verlo me recordaba al aspecto de una piña, puesto que este era liso y siempre permanecían en punta como las hojas de esta fruta.
A diferencia de Moinsés, Yelena era como un libro abierto, no ocultaba para nada sus emociones, se sentía orgullosa de su estatura no mayor de 1 metro y 60 cm, su pelo ondulado color castaño y sus ojos café claro, me roban el sueño al igual que su piel morena, su risa y su voz hacían que la viera parecía a un ángel en aquellos días grises, tenía algo particular que con el pasar de los años me enamoró, divertida e elocuente y un poco miedosa pero no la culpaba porque vivíamos en ese mundo amargo.
Todos compartíamos algo en común… la misma rutina diaria, y que ninguno entendía como habíamos llegado a aquel infierno ya que desde que éramos niños estábamos viviendo allí. No tengo recuerdos de cómo era mi antes mi vida e incluso no entendía la razón por la cual estaba en ese sitio, sabía cuándo era mi cumpleaños porque fue el día que me dieron mi nombre, Enrique, y fue la fecha a la cual llegue aquí el 14 de enero del 2007.
De pequeño había noches en las cuales tenía sueños muy triste pero no me gustaba tener esas pesadillas y siempre despertaba en llanto en aquel infierno, pero la compañía de Moinsés y Yelena me sacaban una sonrisa en los peores días. En ocasiones los 3 soñábamos como era el mundo afuera de esas grandes instalaciones y de lo que podíamos ser capaces de hacer, si el mundo era como decían los libros que debes en cuando leíamos y nos hacían fantasear aún más.
Eran tantas las ganas de salir de ese lugar que creamos un plan para fugarnos de aquellas instalaciones donde nos retenían sin decirnos los motivos. Al cumplir 8 años en este sito, ese 14 de enero del 2015 era el día que nuestros sueños se haría realidad, después de tanto tiempo de planear cuidadosamente nuestra fuga y sin que nos descubrieran decidimos salir de ese abismo por las cloacas, ya que habíamos robado de una sección prohibida de la biblioteca el mapa de ellas. Eran un laberinto pero después de estudiar minuciosamente el mapa dimos con la forma de atravesarlo y escapar.
Para esto tuvimos que robar también armas de fuego, dos automáticas 9mm y un revolver 357 de cañón corto, linternas y una granada fragmentaria, fue difícil hurtarlos, pero ocultando todo en los genitales de Moinsés y los mío pudimos sacar las cosas sin generar sospecha, aunque al final se dieron cuenta de la ausencia de los armamentos en el inventario y gracias a eso reforzaron la vigilancia y a todos nos castigaron sin comer por días, también aumentaron las duras golpizas de la rutina.
Fue algo muy difícil, pero se logró y hoy cumpliríamos este sueño de libertad, el plan era sencillo empezar el día con total normalidad y camino a la biblioteca abriríamos la entrada a las cloacas, no obstante, era necesario usar la granada para poder tumbar la pared y acceder a ella. Después del gran estallido Moinsés, Yelena y yo empezamos a deslizarnos por el conducto y correr ya que de seguro aquel fuerte sonido no era señal de fiesta para los guardias.
—¡Venga corran rápido que de seguro están ya detrás de nosotros! —dijo Moinsés.
En el rostro de Yelena se podía notar su temor, pero todos estábamos dispuestos a escapar y no dejaríamos que nadie se quedará atrás, se escuchaban los pasos y gritos de nuestro captores a nuestras espalda, al ir avanzando llegamos a una parte que no estaba reflejada en los mapas, había que brincar ya que se encontraba un gran agujero, Moinsés sin pensarlo salto con tal facilidad más de 2 metro de distancia.
—¡Vamos Yelena es tu turno! —le grite, pero el miedo se apodero de ella y no podía hacerlo, sin pensarlo la agarre y la lance con todas mis fuerzas, aunque no fue suficiente
— ¡Ahhhhhhh! —grito Yelena. Cerré los ojos pensé rápidamente que la había matado, en vez de ayudarla a escapar, en eso cuche a Moinsés decir. —¡No sueltes mi manos Yelena!, agárrate fuerte joder.
Al abrir mis ojos vi a Yelena aferrada a la mano de Moinsés brinque rápidamente para ayudarla a subir.
— ¡Gracias muchachos por subirme, pensé que este sería mi fin!
— ¡Lo siento! -Dije casi que llorando.
–—No pasa nada Enrique… lo has hecho porque no podía brincar —dijo esbozando una bella sonrisa temblorosa.
—Ya habrá tiempo para pedir perdón, es hora de correr que ya deben estar cerca —dijo Moinsés que parecía tan calmado como siempre.
Las voces que provenían del camino dejado atrás absorbido por la penumbra del lugar, eran cada vez más fuertes y más molestas. Corrimos como locos, hasta que fuimos capaces de divisar una luz al final de uno de los corredizos, daba casi al frente de nosotros, pero fue muy tarde para lograr escapar por allí, porque al darnos cuenta nos habían logrado alcanzar.
—Deténgase críos —dijo una voz grave que logre reconocer, y a pesar de la mala iluminación de las cloacas no necesitaba verlo para saber de quien se trataba, era el maestro de armas de fuego, el más estricto de todos, Víctor, lo apodaban el jinete de la muerte y estábamos a punto de averiguar por qué le llamaban así, a pesar de que el pánico nos consumía al frente de nosotros se hallaba nuestro boleto de libertad y no podíamos perderlo.
Se escucha como bajaba el cauce de un río después de la salida de las alcantarillas, los tres nos miramos sabíamos que no podíamos escapar corriendo de aquella ocasión, la mejor solución era abrir fuego contra aquel individuos que nos tenía acorralado, pero éramos conscientes que nos podían matar a todos juntos. Además Víctor nos observaba con sus ojos grises, esa miraba desafiante e intimidante te paralizaba el espíritu, su altura rodeaba a los de 1,75 cm, con contextura delgada que te engañaba haciéndote creer que fácilmente podías ganar un combate contra él.
—Vamos salga de aquí ustedes dos, yo los cubriré —dijo Moinsés afirmando con un gesto con la cabeza, pero en una fracción de segundo Yelena corrió para ponerse en frente de mí y saltar a una bala que venía con dirección a mi cabeza, cayendo a mis pies, me fije que la bala había impactado en el lado derecho de su pecho, lleno de rabia por lo que acababa de ver saque el 357 y dispare contra Víctor, pero de nada sirvió el simplemente las esquivo antes de que yo detonara la pistola, se había adelantó a mis movimientos.
Moinsés disparo la 9mm que tenía en dirección a Víctor, pero no por nada le decían el jinete de la muerte a ese hombre, agachándose rápidamente las esquivo, cegado de rabia solo pensaba en matarlo, me agache para tomar el arma que traía consigo Yelena y con la misma intención trate de alzarla para huir, pero Víctor volvió a disparar varias veces, Moinsés disparo también haciéndole fallar.
Yelena se quejaba de dolor, ya a un paso para escapar percibo la sangre bajar de mi hombro y escucho una ráfaga de disparos, horrorizado miro Yelena, le habían impactado 4 balas y no sentía su pulso, sin fuerza para continuar mire hacia atrás, Víctor y Moinsés estaban peleando, los esfuerzos de mi amigo fueron en vano el jinete de la muerte le hizo gritar con una llave llamada armlock. ¡Ckrrr! se escuchó seguido de esto el brazo de Moinsés había sido destrozado, todo estaba perdido, sin pensarlo termine por soltar a Yelena e intente ayudar a Moinsés.
Brinque y lanzando una patada logre pegársela en el pecho a Víctor que estaba algo distraído haciendo sufrir a Moinsés, el golpe hizo que este saliera impulsado hacia atrás golpeando su cabeza contra el suelo, lo cual nos dio unos segundo para que Moinsés y yo lográramos salir corriendo, al intentar agarrar a Yelena llegaron los refuerzos de Víctor y este ya estaba de pie corriendo hacia nosotros, en eso Moinsés me grito.
— ¡Corramos de una vez! Y me empujó dejando a Yelena abandonada.
Sin tiempo de reaccionar rápido, se fue en un abrir y cerrar de ojos, la situación no estaba para sentarse a pensar si no para huir con todo a por la vida que quería conocer. Solo en mi mente estaba consiente que mi fuga era tan necesaria de aquel infierno que fue mi hogar.