Reto "Mundos Posibles": Oscuridad y silencio
Hacemos hoy la quinta entrega de los relatos completos del reto "Mundos posibles". Estos relatos están desarrollados por 6 autores distintos. Desde un inicio común, los sucesivos escritores desarrollan una parte de la historia según sus deseos pero manteniendo una uniformidad en la narración para llegar a la composición final. Cada autor nombra dos retados para bifurcar la historia y llevarla desde el relato inicial a un total de 64 finales.
El relato que les ofrecemos hoy fue escrito en el siguiente orden por los autores; @valki, @adncabrera, @acostacazorla, @flamendialis, @spavan697 y @sandracabrera.
−¡Eres un imbécil Ydregaf! De todas las naves del universo, robas una sin energía acumulada y te das cuenta cuando la gravedad de un puto planeta de semidesarrollados nos atrapa. Sabes bien que si se detecta que hemos entrado en un planeta en formación de inteligencia, pasaremos el resto de la existencia en prisión.
−¡Cállate ya Mojiglif! ¡Ahora ya estamos aquí! Entraremos en la cara oscura, frenaremos con el colchón antigravitacional y quedaremos a unos veinte metros del suelo, no nos verán. El planeta tiene campo magnético para recargar energía, antes de que la luz de la estrella del sistema nos alcance, estaremos recargados para alejarnos de aquí sin que nos detecten. El único problema es que tendremos que bajar para poner un electrodo diferencial, e iniciar la carga. Las coordenadas de estacionamiento son: 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E.
Unos centenares de kilómetros más abajo, justo en las coordenadas 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E, Marlene dominaba la barra de aquel puticlub aún casi vacío. Ya tenía sus cincuenta y cinco años y estaba cansada de la noche. Siempre sola, siempre expuesta a borrachos y a mentes enfermizas. Quería vender el negocio y largarse, dejar de ver, bajo la barra, su escopeta de dos cañones recortados con cartuchos de posta. Su única protección. Escuchó la risa estridente de La Rusa ¡Menuda rusa! Un metro y medio, morena y con ojos estrábicos. Se estaba intentando llevar al catre al delgado, sonriente y de cabeza lustrosa, padre Damian.
El padre decía que en el alcohol estaba el diablo, pero pasaba casi todas las noches cabalgando con alguna muchacha en forma endiablada. «“¡Un maldito tacaño es lo que es!”», pensó Marlene. Faltaba por llegar Maribel. La imponente española de metro setenta y ocho, más tacones del doce; pechos firmes y generosos; melena negra de pantera, una mujer de armas tomar. Y nunca mejor dicho, pues el arma que tenía entre sus piernas sobrepasaba los veintidós centímetros. Ella era la preferida del cura. Marlene nunca había averiguado quién de los dos era la montura y quien el jinete.
En la mesa más apartada estaba el desconocido que fue el primero en entrar esa noche. Pidió un Bourbon doble, pagó con propina y se sentó a pensar en sus cosas. Era bien guapo, cosa que hacía muy sospechosa su estancia allí. Yubeilis, la caribeña entrada en carnes, le había mostrado sus grandes cántaros y le había echado mano al paquete, pero éste educadamente le dijo que quizás más tarde. Ahora la morenita se encontraba en el baño de señoras depilándose los labios inferiores.
Rambo, un mastín del pirineo de cincuenta y cuatro kilos, estaba nervioso en su encierro del almacén. Era extraño, él siempre dormía, pero esa noche sentía algo que los humanos no podían detectar.
Roman Pavlov Belcebú, comandante en jefe de las tropas libres de Lucifer, estaba rodeado por los carniceros del 33 batallón de arcángeles, cuando realizó la única maniobra que podía salvarle la vida: saltar a un universo paralelo. Su poder demoniaco, le permitiría moverse sin temor en el nuevo universo, pero si los arcángeles descubrían su treta y lo seguían, estaría perdido. Tenía que pasar desapercibido. Ahora, en el sucio baño de hombres de un lupanar, pensaba rápido sobre cuál debería ser su siguiente movimiento.
Tito y Nalita eran dos jóvenes de la alta sociedad. Se conocían desde niños ya que sus padres habían hecho amistad a causa de compartir el mismo gremio, la hostelería. A los trece años ya eran novios. Eran buenos estudiantes, practicaban deportes y se mantenían lejos del vicio. Eran unos chicos sanos, pero ahora, a sus veintiún años, querían conocer el placer de la carne. Su problema era que no podían ir a ningún hotel, pues serían identificados al momento. A Nalita se le ocurrió la idea. Un local apartado para ir de noche sin levantar sospechas. Aparcaron un poco retirados de la puerta para que las grandes letras de neón que anunciaban el “Club whiskería” no iluminaran su estancia furtiva en el local. Bajaron del coche y solo la idea de que Nalita quisiera hacer un trio con una profesional, le provocó tal dolor de testículos a Tito, que entró en aquel paraíso de lujuria, andando como un cowboy.
Allí, al pie de la barra, se encontraban Fred y Tomás. Equipados con su material de alpinismo, debían llegar a lo alto de la barra para desde allí lanzarse y activar el implosionador gravitacional que daría una lección a sus enemigos: los humanos. Desde que éstos iniciaron la guerra química contra los tardígrados, Fred había perdido a unos 2 300 000 hermanos, y otros 8 000 000 entre primos, tíos y sobrinos. Las pérdidas de Tomás eran mucho mayores.
Si tanto amaban los humanos la desinfección, ellos les traían el remedio definitivo. Aún no sabían hasta donde llevaría la implosión. Unos decían que la onda implosiva destruiría todo en un radio de cincuenta kilómetros, pero otros científicos opinaban que se podía llegar a crear un agujero negro. A Fred y Tomás ya no le importaban las consecuencias, tenían que llegar a la cima de la barra en menos de ocho horas para evitar que la rutina de limpieza del local acabara con ellos.
Roman Pavlov Belcebú, RP, como era conocido entre las fuerzas arcángeles, se materializó en el cuarto de baño de un bar. El hedor a orines avivaba el mareo provocado por la violencia del último salto. Tenía un rango limitado, y lo sabía. Acorralado como estaba, tenía pocas opciones y la peor era la de entrar en un periplo de saltos continuos, como quien juega al gato y el ratón en el multiverso, hasta que sus fuerzas se agotaran y cayera rendido.
Los arcángeles, por su parte, no carecían de debilidades. La peor, tal vez, sus ínfulas de superioridad. Consideraban a todos los especímenes de su raza elementales; y lo eran, pero eso no los hacía subdotados, sino capaces de percibir en un nivel intuitivo y sensorial insospechado. Ardían en pasiones voraces e instantáneas, cuando se airaban eran violentos y de juicio volátil, pero también tenían buen olfato para la carne. Y los arcángeles eran seres perfumados que olían poco a carne: en su situación actual, Belcebú solo tenía que notar el hueco entre el tufo humano y huir, de momento; o atacar, si estaba en ventaja. Afortunadamente, la presencia de un arcángel se notaría de inmediato, pues el local estaba repleto de hedores que habían intentado sofocar con desinfectantes. El baño de al lado, por ejemplo, estaba inundado de emanaciones de cloro y carne joven, regordeta y sexualmente activa. Deliciosa para un bocado.
Mientras levantaba el morro por encima de las posibles distracciones, creyó detectar una débil emanación balsámica; algo lejano, como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. Un arcángel había estado allí hacía mucho y su olor (su falta de olor carnal) perduraba como una sombra sensorial que RP notaba.
Muy alerta, decidió abandonar su escondrijo y revisar su posición:
Detrás de la barra, una humana cincuentona (hastiada pero vigilante: la única que se había sobresaltado un poco al notarlo); sobre la barra otra mujer, menuda, oscura y joven, sobaba a un tipo de cabeza pelada, como bola de billar. Más allá, una pareja en sus veinte intentaba sin éxito ocultar su entusiasmo sexual, mientras observaban con la boca semiabierta a todos los presentes, incluyéndolo. Había también un perro que le ladraba fieramente detrás de una puerta cerrada. No le prestó mayor atención. Lo que le interesaba estaba en el rincón más alejado, entre las sombras.
RP, advirtió, al paso de su examen, que su olfato había quedado ligeramente desenfocado. Había allí un tipo de espaldas anchas y cabello oscuro envuelto en las sombras. Los contornos de su materialidad lo confundían: como si fuese una criatura hecha de las mismas sombras que lo circundaban. No era un arcángel; eso, seguro. Pero no llegaba a determinar su especie. Por otra parte, nada parecía interrumpir de momento la rutina normal de un local como aquel, de los cuales RP había visto cientos en sus viajes interdimensionales, y en su propio mundo. Todas las especies eran dadas a fornicar entre sí, hasta los remilgados arcángeles.
Estaba prevenido.
Sin embargo, cuando lograba enfocar a la criatura entre las sombras, no notaba aprensión en su postura, ni percibía el estrés característico de los espías y patrulleros de la brigadas de caza. Se sentó en la barra. El tipo de cabeza pelada resultó ser un cura que dio un respingo y escupió a sus pies. Se levantó evidentemente molesto por la cercanía de RP. En otras circunstancias, un tipejo como aquel ya habría adornado el piso con sus dientes, pero esta noche tenía suerte. Belcebú sabía que no debía llamar la atención. Pidió güisqui y se acomodó de espaldas a la barra, de manera que pudo contemplar mejor al sujeto entre las sombras. Su olor no era más preciso, pero pudo verle parcialmente el rostro: tenía facciones humanas, de rasgos regulares y podría parecer agradable a ojos de esa especie, a pesar de la cicatriz que le deformaba el mentón. RP lo supo: el tipo estaba allí para pasar por humano, pero no lograba precisar si mostraba algún interés en él.
Un par de tipos atravesaron la puerta del bar. Olían a prevención nerviosa. RP los descartó de inmediato: su actitud era de presa, no de cazadores. Estaban en plan de pasar desapercibidos; de mezclarse con la fauna local, pero se les notaba a la legua que acababan de pisar el polvo de este planeta. Los tipos se sentaron en la única mesa libre, muy próxima al habitante de las sombras. Su olor nervioso interfería con el examen de RP y este comenzó a exasperarse. Intentó calmarse y apegarse a su entrenamiento. No era un recluta joven al que pudieran traicionarlo los impulsos propios de su especie. Se concentró.
Por encima de la fetidez aprensiva de los recién llegados, un efluvio almizclado se escurrió entre las sombras. ¿Era una impresión equivocada? No creía. Apostaba las ofrendas de su panteón a que había visto un tentáculo amarillento y tímido deslizarse en la oquedad bajo la mesa. Como una criatura que busca desplazarse desde su cascarón y emprender la retirada. Con cuidado deslizó la púa emponzoñada que escondía bajo la manga, preparado para el ataque o la huida. Se sentía amenazado y confundido. ¿Era el único que veía aquello?
Un aroma marchito le llegó de un sitio indefinido a sus espaldas. Como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. ¿Era el único que lo percibía?
Tal vez no: el cañón frío de una escopeta recortada se apoyó firme en su nuca.
RP afinó su olfato al máximo, el olor de Marlene le aseguraba que no dudaría en apretar el gatillo.
─En mi whiskería, no, Román Pavlov Belcebú, señor de las moscas─ dijo Marlene con una voz ronca y fuerte.
RP terminó de extender su ponzoña, la tenía preparada. Sabía que podía clavarla en su frente antes de que apretara el gatillo. Podría también saltar a otro universo paralelo y desaparecer en un instante, así el proyectil seguiría su camino y se estrellaría en la pared.
Ydregaf y Mojiglif contemplaban la escena en silencio, tratando de pasar desapercibidos.
El padre Damian se llevó un crucifijo de oro a las manos y comenzó a rezar, Maribel lo miró con desprecio, caminó como una modelo en una pasarela, como si estuviera acostumbrada a esas situaciones de vida o muerte. Tomó una silla, la puso alrevés de un solo tirón, encendió un cigarrillo y se sentó a observar.
Fred y Tomás continuaban su lenta marcha hacia su objetivo mortal, se les importaba muy poco si Marlene apretaba el gatillo o no, si RP desaparecía en otro universo o lograba clavarle la ponzoña.
─Esto se pone buenísimo─ dijo Fred a Tomás con una voz aguda y ridícula.
Tomás respondió sin detenerse con una carcajada casi electrónica:
─ jijijijijijijiji─ Que lo mate, que lo mate, que lo mate...
Fred se quitó el casco, se lo pegó por la cabeza a Tomás y dijo:
─Cállate, pendejo, nuestro negocio es otro.
Fred le respondió:
─Era jugando, oso amargado.
En todo caso, a los tardígrados les gustaría que se formara un gran desorden en la whisquería, que las moscas de los universos paralelos se hicieran presentes, que los muchachos libidinosos se murieran de susto y comenzaran a dar gritos, que la Caribeña erótica le diera por masturbarse de puro pánico.
Todo eso sería bueno para ellos, así tendrían tiempo para activar el implosionador gravitacional y vengarse de esos estúpidos humanos.
Desde que salieron de su criptobiosis y fueron puestos en órbita en aquella nave espacial experimental, jamás habían estado tan cerca de su soñado objetivo.
Pero Marlene no estaba en frente de esa whisquería desde hace tanto tiempo por su cara bonita, ella sabía a quién se enfrentaba. Cerró uno de sus ojos, afinó la puntería y afincó la culata contra su hombro.
RP no lo pensó más, el cañón en su nuca ardía.
El aguijón de la ponzoña de Roman Pavlov Belcebú, señor de las moscas, Comandante en Jefe de las tropas libres de Lucifer, va camino a la frente de Marlene; la bala de la escopeta recortada de Marlene va camino a la frente de él.
Los aullidos de Rambo se comen la escena, las moscas de Lucifer se aproximan a toda prisa...
De pronto se sintió una fuerte sacudida, como si el mundo entero hubiese estado contenido en una lata y alguien la hubiese golpeado con un martillo, dejando el aire zumbando y a todos aturdidos. Si no hubiese sido porque todas la bombillas se reventaron simultáneamente, cualquiera de los presentes hubiese podido atribuir todo al efecto del disparo de escopeta en el ambiente enrarecido de aquel antro.
Se encendieron las lámparas de emergencia y la escena quedó pobremente iluminada por los focos de bajo vatiaje. En el centro del salón Roman Pavlov se retorcía y maldecía, casi la mitad de su cara había sido arrancada por el disparo, no lograba entender cómo pudo fallar un salto interdimensional por primera vez en sus seis mil años de servicio ¿acaso tenía que ver con aquel ser de naturaleza desconocida? Detrás de la barra, Marlene había quedado apoyada contra las repisas repletas de botellas en una extraña posición, el punzón envenenado que sobresalía de su frente recordaba de un modo muy grotesco a un unicornio.
—¡Activaste el implosionador antes de tiempo imbécil! —chilló Fred mientras atizaba a Tomas con el casco— ¡Lo echaste a perder!
—¡Ayyy! Cálmate ¡Ayyyy! Eso no fue el implosionador.
Mojiglif fue el primero en recuperarse y entender que aquel estruendo había venido de su nave, salió corriendo fuera del local seguido por Ydregaf. Si hubiesen sabido algo sobre los demonios y la física que gobierna los para-saltos, no habrían tardado en descifrar lo ocurrido. Cuando RP intentó escapar de aquella dimensión estando tan cerca del electrodo diferencial que ellos habían instalado, la enorme distorsión en el campo magnético fue absorbida de inmediato, sobrecargando las baterías hasta reventarlas, destruyendo por completo la nave y el taller mecánico que había junto al puticlub.
Adentro, el hombre misterioso se levantó de su mesa y caminó hasta donde se encontraba Maribel, quien se había caído de de la silla, se inclinó y la ayudó a ponerse de pie.
—Señorita —dijo levantando un poco la voz para hacerse oír entre los alaridos de RP—, otro bourbon por favor, doble.
Perfume, pólvora en el aire. Maribel servía otro trago al hombre misterioso. Hombre de barba, vestido con un traje negro. Alzó la mira y vio fijamente a la pareja sentada, ahogándose en sus nervios; ansiedad. Tito y Nalita tan mortales y frágiles que no se percataban de nada de lo ocurrido. Solo veían alaridos de borracho tirado en el piso con las dos manos en la cara aturdido por el golpe de la camarera en la barra. Treinta tres hombres en la esquina con pinta de obreros todos. Extranjeros de un idioma indescifrable. Una camarera que se acaba de poner un gorro puntiagudo, parecido a los que usan los niños cuando se disfrazan de brujas. Un cura que ya no era tan cura… solo estaban allí por una sola cosa y solo eso les importaba. Todo era normal para ellos, tan normal que solo estaban buscando a la persona perfecta para su pecado. Se veían el uno al otro leyéndose las mentes: “¿Qué parece esa?”, “¿aquel?”. Indecisos en su angustia, lo dejaron al azar. Cada uno puso en papel sus mejores dos opciones, los metieron en una pequeña bolsa y Nalita sacó uno. Tito tenía tanta suerte, ganó la caribeña. Todo el cuerpo de Tito se volvía tan cálido y Nalita estaba tan mojada de la emoción que les tomó un rato atraer a la caribeña a la mesa. Sin saber que hacían…
El hombre misterioso se regodeaba, caminaba lentamente hacia donde estaba RP. Con una mano sostenía el trago y la otra se transformaba en un tentáculo viscoso y baboso. No se veía su rostro, era sombra andante ante RP. Todo se hacía ténebre. RP recitó algo en latín y después en griego, mientras se sostenía el medio rostro que le quedaba. Y volvió a hacer un salto multidimensional.
En aquel antro con olor a miles de vidas desterradas o perdidas entre viajes astrales y terrenales, finalmente el trío se perdía entre los restos de vino esparcidos en la mesa carcomida por la podredumbre, sin importar las miradas y cuchicheos de unos y la total indiferencia de otros.
El hombre misterioso siguió caminando sin importarle la repentina desmaterialización de RP. De un golpe puso el vaso, aún con restos de Bourbon, sobre el mostrador salpicado de sangre. Desesperado, se acercó y tanteó la frente rota de Marlene. Retiró los dedos al tocar las astillas de hueso. No podía moverse. Ante sus ojos, la ponzoña de veneno incrustrada cayó cuando la cabeza y parte del cuello se tornaron cenizos. Se desmoronaron.
El hombre misterioso ocultó una muestra del polvo en una caja roja que desapareció rápidamente debajo de los pliegues del sobretodo. Se puso de pie y salió a grandes pasos del lugar, sin mirar a nadie.
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Cuando Mojiglif e Ydregaf entraron con el rostro descompuesto por la pérdida de la nave, barrieron todo el lugar con la vista buscando a RP. Al descubrir que ya no estaba, se miraron entendiendo qué era lo que había pasado.
-¡Maldita sea! Debimos actuar más rápido. Ahora no podremos completar la misión.
Fred y Tomás no pudieron evitar escuchar. Se escurrieron apenas sin ser vistos hasta las sombras de la esquina más apartada de la whiskería.
-¡Ahora sácalo! – dijo Fred con el rostro desfigurado por la prisa y el miedo.
Tomás, con los sentidos alterados, jadeaba frenético al sentir el metal frío del implosionador gravitacional entre los dedos temblorosos.
-¡Ese no era el plan; moriremos nosotros! – los ojos le brotaban de las órbitas mientras Fred trataba de arrebatarle el aparato de las manos.
-Eres un imbécil. ¡Cobarde! ¡No te atreves! ¡Aún podemos intentarlo desde aquí! Antes de que logre penetrar el final del umbral cósmico. No te das cuenta, es un saltador. Crearon el agente, el fosgueno, para acabar con nosotros. La onda aún puede alcanzarlo.
Tomás deslizó la mano sudorosa sobre el botón rojo. Una gota, espesa y lenta, le temblaba en la pestaña.
-¡Ahora! – la voz temblorosa de Fred llegó entre miles de pensamientos atorados en la decisión final.
Jadeos incesantes cuando el orgasmo llega. Maribel miraba las cenizas de Marlene sobre la escopeta. Mojiglif e Ydregaf pensando en la nave destrozada, huérfanos de su objetivo. Ladridos secos cerca de la puerta abierta al desierto.
Todo en el aire. Partículas de polvo cósmico llenaron la whiskería, el desierto.
Todos escucharon la explosión...luego el silencio.
--- FIN ---
Tenemos varias historias en las cuales puedes participar, no tienes más que decirnos que quieres formar parte de "Mundos posibles" y te asignamos una posición en uno de los hilos incompletos para que muestres tu talento llevando la historia por donde más te divierta.
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Muy creativo e ingenioso. Felicito a sus autores. Fue un gusto leerlos.
¡Muchas gracias @morey-lezama! Pronto sale otra recopilación de los "Mundos Posibles"
Exelente post
¡Gracias @minipon15! Es fruto del trabajo de mucha gente.
Este relato reúne mucho talento cumanés.
Entonces ¡Viva Cumana!
¡Saludos bertrayo!