Un Clemole Para El Corazón
Cuando era pequeña, solía pasar tiempo con mi abuela los fines de semana, su casa, que era apenas de una planta, quedaba bastante cerca de la de mis padres así que nos resultaba fácil ir a visitarla seguido. De vez en cuando, de entre los deliciosos manjares domingueros que preparaba, ella solía cocinarnos clemole (también conocido en otros lugares como mole de olla) que es un caldo rojo de res que se prepara principalmente con elote y calabacita, no es por presumir, pero mi abuela tenía un sazón estupendo, así que por aquellos días, y sin importarme el clima de 40 grados que azotaba la ciudad, me sentaba a la mesa muy entusiasmada a esperar mi platito del rey león con su cuchara a juego lleno de tan rica preparación.
Hoy mi abuela se ha quedado ciega y hace mucho que no cocina, ya ni llevo la cuenta de cuánto hace que no pruebo su comida, nadie se tomo la molestia de aprender sus recetas, así que aunque aún está viva es poco probable que volvamos a gozar de su cocina.
Hace unos días mi esposo y yo nos aventuramos a ir a un lugar bastante modesto en Zumpango Del Río, en Guerrero, a recomendación de un alumno suyo, llamado La Glorieta, me ofrecieron de entre el menú, dictado por la mesera, mole de olla y mole rojo, al preguntar la diferencia entre ellos, mientras me explicaban que el mole de olla era caldo, vi a una señorita pasar con un plato servido por detrás de nuestra mesera, caldo rojo con elote, res y calabacita, lo reconocí y no lo dude, hice mi elección y honestamente no quede decepcionada, el caldo consistente y con un gran sabor pero no por eso grasiento entro por mi boca y pude sentir como recorrió mi garganta hasta llegar a mi estómago, y de pronto ese sorbo de caldo rojo me había transportado a cuando tenía 6 años y no me preocupaba la vida, cuando mi abuelita podía ver y nos sentábamos en el prado a comer mangos con chile, en fin, volví en mí y lo comí como si hubiera pasado días sin probar bocado, estaba delicioso, vaya, hasta mi esposo que no es precisamente fanático de los caldos olvido el calor intenso del que tratábamos de huir y se comió con mucha alegría la mitad de mi plato. Recomiendo que si vas de paso, y tienes hambre, visites el lugar, hacen un agua de zarzamora fantástica y hay muchas opciones muy bien servidas para comer, por si no te gustan los caldos y quién sabe, quizá elijas el plato correcto que te transporte a un lugar feliz en tus recuerdos.
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