El Rostro del Fallecido
Se trataba de un ambiente oscuro y silencioso el que se esparcía por toda la galería de la ciudad de Adanastra, localía que era tan misteriosa que ni llegaba a reconocerse en los mapas del Viejo Continente, bajo la tenebrosa calma de aquella galería de artes vigilaba un hombre equipado con una linterna y un uniforme azul marino. De nombre Ramón y de convicciones valientes y osadas aquel hombre, sin temor a las supersticiones ni a la oscuridad, lo cual facilitaba en demasía su trabajo. Detrás de cada cuadro que observaba aquel hombre podía dilucidar impresionantes expresiones y talento artístico, pero dentro de sus cabalidades principales tenía el de protegerlos y averiguar quién era el gracioso que los movía de noche de un lugar a otro. Creía que se trataba de un pillo que le quería hacer una jugarreta, pero era extraño que siempre reemplazase uno que ambientaba las calles de Inglaterra, con otro que representaba a Berlín. Al frente de la sección donde ocurría el extraño intercambio se podían observar retratos, cada uno con un rostro distinto, los cuales solían promover un aspecto tétrico a esa sección. El valiente vigilante Ramón se fijaba en el rostro de un hombre llamado Ludwig, un personaje con orígenes anónimos sin ninguna importancia histórica a su parecer, solía estar con una amplia sonrisa, era el único compañero que Ramón consideraba tener en el trabajo, bajo tanta soledad era difícil no querer tener un amigo, era raro que visitantes frecuentaran aquella exhibiciones de cualquier manera.
Ramón venía de una familia algo complicada, su papá había muerto en un accidente de motocicleta y su madre había sido reportada esquizofrénica, para después ser encontrada muerta en el internado psiquiátrico en condiciones suicidas. No le quedaba ningún familiar vivo que pudiese proporcionarle compañía, amor o al menos una razón para mantenerse con vida, tal vez por eso recorría los pasillos del museo tétrico y escalofriante con total soltura, el último guardia se había ido sin dejar rastro, según rumores se había marchado hacia otro país, posiblemente Francia, ambicionando con ser el cuidador del museo Louvre. Pero nadie en realidad conocía su paradero, muy pocos sabían su nombre y muchos ignoraban que el museo poseía energía malignas, era una comunidad que no creía en supersticiones, a los pocos días la vacante de guardia del museo estaba disponible otra vez, sucediendo un caso parecido al anterior. No pasaría mucho para ser tomada la vacante por un joven llamado Rodney, quien se adaptaba excelente a la soledad de aquel tenebroso lugar. También tuvo la curiosidad de saber el por qué de los movimientos extraños entre las obras de arte, sin encontrar culpable ni lógica fue atraído por los excéntricos retratos cercanos, había un rostro oscuro, una obra de arte sin título, era como si el artista nunca la hubiese terminado, una silueta humanoide sin rasgos aparentes, alrededor de la obra sin acabar se podían observar dos rostros con sonrisas hilarantes y miradas dirigidas hacia aquel cuadro sin terminar, al principio fue terrorífico ver aquellas sonrisas y la extrañeza de que estas mirasen a un mismo punto. Al examinar más de cerca los sonrientes personajes de los cuadros pudo ver que no había firma ni información de ningún tipo, solo dos nombres que se distinguían en la esquina inferior izquierda de cada uno de los cuadros, Rodney pudo atinar con su lectura enfocando la linterna en los nombres, que eran "Ludwig" y "Ramón" mientras un escalofrío cruzaba todo su cuerpo ante el retrato inconcluso.
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