He estado un tiempo sin escribir, y quisiera poder decir que ha sido porque he estado ocupada en cosas que me apasionan igual o más que esta actividad, pero no ha sido así. Tengo que admitir que sí he estado distraída, pero en cosas que más bien han robado mi paz y han disminuido mi pasión. Puedo escribir un post relatando toda mi experiencia, pero prefiero ilustrarla con una anécdota que muchos conocemos.

Se trata de una historia que podemos encontrar en Mateo 14:22 y nos relata cómo el apóstol Pedro caminó sobre el mar en pos de su maestro, Cristo. Al comienzo se trata de un relato emocionante, en el que Jesús aparece en medio de la tempestad caminando sobre las olas mientras los discípulos, asustados, lo confunden con un fantasma que ha venido a sumarse a todos los males que habían tenido que sufrir esa madrugada.

Cuando Cristo les confirma que no se trata de un fantasma, sino que es él, Pedro le responde con osadía:

—Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.

Y en ese momento empieza el clímax de la acción. Jesús solo dice una palabra: "ven", y saliendo de la barca, Pedro comienza a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Dio algunos pasos firmes hasta que empezó a fijarse en la tempestad que le rodeaba, en los vientos y quizás la lluvia y sucedió lo que daría un giro a esta emocionante historia: tuvo miedo. Y, como sabemos, el miedo es el enemigo de la fe.

En seguida, Pedro comenzó a undirse y entonces exclamó con gran desesperación: "¡Sálvame, Señor!", a lo que Jesús contestó -con amor y probablemente entre risas-: "—¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?". Entonces, tomándole de la mano lo guió de vuelta a la barca, y una vez que estuvieron dentro se calmó la tempestad y todos reconocieron el gran poder de Jesús, una vez más.

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Es increíble lo identificada que me siento con Pedro y con esta anécdota en este momento de mi vida. Tal como él lo hizo, en un momento de osadía vi a Cristo y decidí comenzar a caminar sobre el mar hacia él, teniendo fe en que lograría sostenerme. Pero luego, al ver las dificultades y todas las circunstancias en mi contra, empecé a hundirme, y aún intento levantarme. Probablemente Jesús esté ahí con su mano extendida, preguntándome por qué dudo tanto, y esperando a que me aferre a él.

Sin embargo, al releer esta historia encontré tres puntos importantes que podrían ayudarme a mí y a cualquier persona en una situación similar, que al igual que yo esté intentando mantener la fe en tiempos de crisis y dificultad.

• La fe es la respuesta a estar expuestos a la presencia y la palabra de Dios. Pedro caminó sobre el mar porque escuchó a Jesús diciendo: "ven". Asimismo, nosotros debemos procurar escuchar la voz de Dios si queremos mantener nuestra fe.

• Nuestra mirada debe estar siempre en Jesús, nunca en las circunsancias. Mirar a Jesús aumentará nuestra fe, pero mirar a nuestro alrededor puede ahogarla por completo.

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:2

• Aunque nuestra fe caiga, Jesús siempre estará ahí para sostenernos con su mano y darnos refugio. Él no nos deja caminar solos y tampoco dejará que nos hundamos. ÉL ES FIEL.

Mi oración en este momento es que Dios me permita levantarme y creer aun más en Él y sus promesas. Él nunca me ha fallado y nunca lo hará. También oro para que cada persona de mi país pueda tener esta confianza en Él en medio de las circunstancias tan difíciles que enfrentamos. Dios aún tiene cuidado de nosotros, y estamos seguros en Él. Amén.