La inevitable vanidad

  La conducta social suele ser muy dispareja y, aunque está bien ser auténticos, cuando adoptamos actitudes negativas, nuestra personalidad deja de ser agradable. En vista de esto, el amigo @cruzamilcar63 nos invita a compartir nuestras consideraciones respecto al tema de la vanidad. Sin más preámbulo, comienzo con mi participación.

  En la etapa infantil de todas las personas, se comienzan a desarrollar nuestros rasgos de personalidad. Para ello, nuestros padres, profesores académicos e incluso, el entorno donde nos desenvolvemos cotidianamente tiene un factor fundamental durante dicho desarrollo, ya que esa influencia repercute en lo que vamos a hacer nuestro.

  Gracias a ese desarrollo de gestos característicos, existe la posibilidad de adquirir una actitud vanidosa, siendo esta la que nos convierte en personas arrogantes, egocéntricas y, con un nivel de insolencia extravagante; posturas que sin duda nos alejan de los buenos valores.

  Aunque existe la posibilidad de no ser víctimas de la actitud vanidosa, es inevitable no relacionarnos con alguien que sí lo sea y, en mi caso, lamentablemente he tenido que socializar con ese tipo de personas infinidades de veces; siendo esta una interacción compleja de enfrentar, porque la petulancia del vanidoso es tan grande que, no le importa afectar a su entorno con tal de aflorar su aparente superioridad.

  Cada vez que debo relacionarme con una persona que es vanidosa, inmediatamente pienso en lo tergiversada que es la conducta humana en algunas personas, porque no considero necesario llegar al nivel de presumir algo que poseemos y, aquí quiero hacer énfasis en que algunos justifican dicha actividad afirmando que esa es la manera de motivar a los demás, pero desde mi punto de vista, la motivación jamás puede estar fomentada por la avaricia o petulancia e incluso, con humillar a una persona por no estar en el mismo nivel.

  Soy partidaria de creer en la premisa que emana la sencillez y, aunque ser sencillo, no es decir que lo somos, pienso que para tener buenas actitudes en nuestros rasgos, hay que estar acoplados a la simplicidad.

  Ahora bien, a pesar de que me gusta acoplarme a la sencillez, hay que tener mucho cuidado en presumir que lo somos, porque he notado que hay personas presumiendo ser sencillos, cuando realmente no lo son y, gracias a eso llegué a la conclusión de que, humilde no es aquel que lo asevera, sino el que actúa con ese rasgo de manera espontánea y sin hacer creer que es algo que no lo es.

  Si analizo detalladamente la conducta de la vanidad, inmediatamente me daré cuenta de que es una actitud que se alimenta por la inseguridad e incluso, el temor; particularidades que se van evidenciando de diversas maneras y, con esas características, inconscientemente nutrimos el desarrollo de trastornos de personalidad que nos complican la interacción social y por supuesto, individual, ya que la vanidad también tiene la facultad de afectar directamente nuestras emociones.

  En conclusión, la vanidad no es una buena actitud y, si por alguna u otra razón hemos notado que ella está presente en nosotros, hay que trabajar en eliminarla, ya que la mejor manera de agradar o agradarnos, es siendo personas que no desbordan actitudes de superioridad.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!

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