El regusto de la noche vieja

La fiesta en casa ya llevaba 2 horas y me sentía aburrido. Odio esa tradición forzada de tener que esperar en grupo a que anuncien el cañonazo de fin de año, que nunca suena a tiempo. La música de los vecinos, sonaba mejor, media cuadra más abajo. Y lo que peor me hacía sentir, era que ella aún no llegaba.

El plan este año era que ella pasara el fin de año con mi familia. Cenaríamos, luego, el brindis, comeríamos las uvas con cada campanada, y, por fin, dar el abrazo de año nuevo. Esperaríamos media hora y nos iríamos a la verdadera fiesta en la discoteca, y de allí al hotel. Pues, ya voy por la octava uva, y de ella ni el polvo. Fue el fin de año más aguado que había pasado en años.

Me vine con los primos a la discoteca, en la entrada me pasaron dos pastillitas para no sentirme tan solo, las bajé con ron y a bailar solito, rodeado de las luces de colores y el ritmo desenfrenado del DJ.

En una de esas, veo hacia la entrada y allí estaba ella, hermosa, despampanante, metida en un vestido muy ceñido que parecía cambiar de colores bajo el efecto de las luces. Su hermoso pelo negro colgaba hacia atrás en dos largas colas que hacían juego con sus altos tacones del mismo color.

Me encontró con su mirada y se acercó a mi dispuesta a todo. Bailamos como locos, de repente me pareció que le veía varios pies, pero me dejé guiar. Algo había en su boca, en su olor que me llevó a otro mundo, feromonas las llaman.

Fue la mejor fiesta de año nuevo que he tenido, pues ella al fin llegó, pegándose a mi cuerpo sin soltarme para nada. Sus piercings en los labios me arañaban el cuello, el pecho y más abajo. Yo, en respuesta, también me la comí a besos. ¡Y vi la gloria!

Desperté pasadas las dos de la tarde en el hotel, y ella no estaba en la cama, ni en la habitación. No encontré rastros de su olor en las sabanas. Pero en mi boca estaba un regusto a ella, que me recordó la mejor noche que he tenido en años.

Voy al baño, descargo mi vejiga por un buen rato, y la resaca empieza a hacerse presente. Paso a lavarme la cara, veo en el espejo algo raro en mi cara. No puedo creerlo, tengo una cabeza de cucaracha con dos largas antenas de color negro. Y el regusto, me devolvió todos los recuerdos.