Cada vez que llueve, Rolando va a su poza favorita del río cerca de su casa. De aguas transparentes, la altura del agua llega hasta la cintura. Las rocas del fondo relucen bajo el resplandor producto de la conjunción del líquido dulce y la luz solar.

Cuando llega la temporada de lluvias, Rolando busca terminar con sus tareas lo más pronto posible para poder huir hacia el cuerpo de agua. Los truenos que se escuchaban le hacían sonreír.

Una vez en el lugar, Rolando se desvistió y, vistiendo sólo unas bermudas, se lanzó en la poza. Él por lo general es de buen ánimo, pero al estar ahí se ponía más feliz si cabía.

La lluvia empezó a caer. La actitud de mi amigo me recordaba a cómo ciertas personas se comportan durante la hora loca de las fiestas o algún equipo local ganaba un partido.

Con el paso de los años, Rolando desarrolló una inmunidad a los resfriados que generó envidias entre aquellos que se enfermaban en las bajas temperaturas. Esta foto que ven aquí, fue una de las últimas que tomé antes de mudarme a la ciudad.