Carolina y la radio | #sv-escritura

in Steem Venezuela6 days ago

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La última que vivió en aquella vieja casa fue Susana, su única hija, pero hacía ya más de tres meses que se había marchado con su pareja hacia la capital. Ellos también estuvieron residenciados por más de treinta años en la ciudad donde nació Carolina, su querida esposa, pero el médico les recomendó, debido a sus complicaciones de salud, que buscaran un lugar tranquilo donde vivir y decidieron regresar al pueblo, al hogar que él, Aníbal Lozano Garmendia, heredó de sus padres.

"Todo se complica con la vejez", pensó Aníbal, sentado en el sillón que estaba en la sala, casi sin poder moverse, mientras observaba a su alrededor que nada había cambiado en aquella casa que se resistía al paso del tiempo. Una aparatosa caída que culminó con un severo golpe en la cabeza le produjo primero la completa pérdida de la audición, lo cual luego contribuyó a que la voz igualmente desapareciera: había quedado sordo y mudo, prácticamente inútil, al lado de su mujer que, a pesar de los años, se mantenía activa y no merecía la amarga tarea de cuidar y soportar sus achaques.

Carolina, sin embargo, no parecía estar para nada incómoda ante aquella situación; siempre con muy buena actitud, aseaba la casa, cuidaba el jardín, sembraba legumbres en el patio, cocinaba cuantos platillos se le ocurría, lo levantaba del sillón para bañarlo o para llevarlo a la habitación, salía cada mañana a comprar el pan y todo lo que faltase en la despensa; y cada tarde tenía por costumbre encender la radio para escuchar música. En esos momentos se ponía a bailar, le tomaba las manos para sacudirlo suavemente y se solazaba dichosa cuando Aníbal, sin poder levantarse de su asiento, sonreía con los ojos brillantes… Después de eso, se quedaba tranquila porque llegaba la hora en que pasaban las noticias y Carolina sabía cuánto le gustó a su esposo desde siempre estar informado.

Durante una hora, a medida que en la radio narraban las informaciones de ese día, ella se las comunicaba al atento Aníbal, a través del lenguaje de señas que había aprendido rápidamente a manejar. Fue así como se enteró él de los principales acontecimientos acaecidos en su país y de los más resonantes eventos internacionales. Estaba seguro de que Carolina le ocultaba las noticias que contenían sucesos muy dolorosos, pero no podía recriminarle nada, le complacía y le agradecía aquel esfuerzo de gestos y muecas para mantenerlo al tanto de esa actualidad que ya ni siquiera podía comentar.

Pero un día la incansable Carolina también se enfermó, una agresiva fiebre que llegó acompañada de intensos dolores en los huesos no la dejó levantarse de la cama. En contra de su voluntad, tomó el teléfono que estaba sobre la mesita de noche y llamó a Susana para que viniera a auxiliarlos. A la mañana siguiente llegó la hija, muy preocupada, y enseguida buscó un médico para que examinara a su madre. No era nada grave, dijo el especialista, sin embargo, necesitaba reposo absoluto para recuperarse.

Ese mismo día, cuando Susana y su padre estaban sentados en la sala, mientras Carolina dormía en el cuarto, Aníbal le hizo señas para que encendiera la radio; quizás la muchacha necesitaba escuchar música o distraerse simplemente con cualquier cosa que allí sonara, pensó el hombre en ese momento; pero Susana no entendía su tosco lenguaje gestual y mucho menos los ininteligibles sonidos que brotaban de su boca. Tuvo que realizar un gran esfuerzo para que lo comprendiera. Y cuando al fin pudo lograrlo, su hija solo contestó con extrañeza: "Papá, esa radio tiene un montón de años que no funciona".




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