Alimentando a los Peces
El sol de la tarde reflejaba destellos dorados sobre la superficie tranquila de la laguna artificial. Me acerqué lentamente al borde del agua, sosteniendo un pequeño bote de alimento en la mano. Aún no había arrojado ni un solo grano cuando ya veía las sombras de las carpas acercándose, como si hubieran aprendido a reconocer la silueta de los visitantes.
Tomé un puñado de pequeñas bolitas marrones y las lancé suavemente al agua. En cuestión de segundos, el espejo líquido se rompió en un remolino de bocas abiertas y aletas agitadas. Algunas carpas eran enormes, de colores anaranjados y dorados, mientras que otras tenían manchas blancas y negras, como pinceladas de un artista.
Mientras observaba, una particularmente grande—de un tono cobrizo intenso—se asomó justo frente a mí. Abrió y cerró la boca varias veces, como si me pidiera más. Me hizo sonreír. Volví a tomar otro puñado y lo dejé caer cerca de ella. La carpa se adelantó y, con un movimiento veloz, atrapó los pellets antes de que los peces más pequeños pudieran alcanzarlos.
El sonido del agua salpicando y el ocasional chapoteo de las colas de los peces me envolvieron en una sensación de paz. En ese momento, el tiempo parecía detenerse. No había prisa, solo el placer simple de ver a esos seres deslizarse con elegancia en su mundo acuático.
Después de unos minutos, el bote de alimento quedó vacío. Las carpas parecían comprender que la fiesta había terminado y, poco a poco, fueron alejándose hacia las profundidades de la laguna. Me quedé un instante más, observando las suaves ondulaciones en la superficie antes de dar media vuelta y alejarme con una sonrisa. Había algo especial en ese pequeño ritual, algo que siempre me hacía sentir en armonía con la naturaleza.
Observaciones/Recomendaciones:
Hola. Ok. Para la próxima lo haré. Saludos