Hola mis estimados amigos digitales de la plataforma.

Gracias a la amiga @franyeligonzalez por proponer este tema, que nos motiva a jugar con la imaginación a partir de una imagen. Vamos a sacar nuestra vena escritora en este interesante ejercicio.

También quiero invitar a @hloero @fjrrg @edgargonzalez y @napito para que se unan a este concurso , porque estoy seguro que redactarán un cuento reflexivo y emotivo.

Hay que estar ahí

“Para ser buen padre hay que estar ahí”. Esa fue una frase que escuchó de un personaje de la televisión argentina, y que se le quedó fijada en su memoria.

Desde que su hijo nació sintió una conexión especial con él

Cuando su hijo Ricardito nació, Ramiro sintió que entre los dos había una conexión muy especial. Él sentía lo que el niño aprendía y el niño reaccionaba a sus impulsos y sensaciones.

Ricardito siempre fue un niño alegre, sano y enérgico, igual a su padre. Se parecían en todo, menos en la salud. La de Ramiro se había deteriorado en los últimos meses y los médicos no daban con un diagnóstico acertado con el que pudieran dirigir el tratamiento para conseguir los resultados que querían.
Cinco meses antes del nacimiento de Ricardito, Ramiro supo que tenía que hacer cambios significativos en su salud, si es que quería acompañar a su hijo en cada momento de su vida.

En ese momento recibió dos noticias, una mala y la otra peor. La mala era que los médicos habían determinado con una certeza del 99% que lo que lo aquejaba en salud, era una extraña enfermedad poco conocida que solo atacaba a uno de cada 10 millones de personas. La noticia peor era que en el país no había tratamiento que pudiera combatir ese mal.

Por lo pronto, y mientras lograban una cura y un tratamiento, la recomendación era refugiarse en una dieta sana, en una rutina de ejercicios, y en la eliminación de cualquier vicio que atentara contra su bienestar.

Pero recordó aquella frase de “estar ahí” y se prometió que siempre iba a acompañar a su hijo.
Ramiro pudo ver los primeros días de Ricardito, su primer diente, sus primeros pasos, y escuchar sus primeras palabras.

Ahora le estaba enseñando el valor de trotar y de jugar al aire libre.

El único problema para Ramiro era que había fallecido poco después del nacimiento de Ricardito y ahora sólo podía acompañar a su hijo a través de una forma fantasmal. Pero su hijo lo sentía y no se asustaba por ello.

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