Concurso de Redacción de Historias: Miedo escénico
Adriana es una chica joven, activista defensora de los animales, está luchando para que aprueben la ley contra el maltrato animal. Ha participado en varias actividades promoviendo el cuidado responsable de las mascotas y el respeto por la vida silvestre. Sus esfuerzos han desatado muchas críticas, sin embargo, se le ha dado una oportunidad en el parlamento para que justifique la aprobación de la "Ley para la Protección de la Fauna Doméstica Libre y en Cautiverio".
Sin embargo Adriana se congela, al ver tanta gente, a los medios de comunicación nacionales e internacionales, se pone muy nerviosa y se le olvida el discurso, empieza a sudar y en ese momento la llaman al podio para exponer su punto...
Auditorio / F
Las piernas le temblaban de manera escandalosa, una resequedad despiadada se apoderó de su boca y los dedos de las manos se habían quedado agarrotados, casi no podían sostener las pequeñas fichas que contenían el esquema de su discurso. Comenzó a sudar frío cuando sintió que todas las miradas del recinto se posaban sobre ella, mientras que los activistas que comulgaban con su causa le tributaban un sonoro aplauso que la sobrecogió aún más.
En esos momentos, Adriana se arrepintió de no haberle hecho caso a Lucía, su mejor amiga y compañera de lucha incondicional: "es mejor que escribas todo lo que vas a decir y lo leas en el pódium, así no te equivocas", pero ella no estuvo de acuerdo con esta sugerencia porque estaba convencida de que así su voz sonaría demasiado formal, sin la efusiva emotividad que debería tener el planteamiento de un tema como aquel. Su madre, que siempre la había apoyado en sus continuas actividades reivindicativas, también le ofreció esa mañana, antes de salir, unas gotas que le ayudarían a calmar los nervios, sin embargo, se negó a tomarlas porque esas sustancias eran peligrosas para la salud y ella estaba en capacidad de controlar su mente y su cuerpo, sin recurrir a ningún remedio extraño.
En el pódium / F
Ahora que se encontraba allí paralizada por el miedo, atolondrada por los murmullos que escuchaba a su alrededor, Adriana se sintió fuera de lugar; ella no estaba acostumbrada a pronunciar largos parlamentos ni a esos lugares tan sofisticados, donde casi todas las personas vestían elegantes trajes y exhibían una prepotente actitud hacia aquellos que no pertenecían a su ambiente.
Había practicado mil veces su discurso, sabía con precisión en cuáles momentos debía enfatizar las palabras con enérgico tono, cuándo debía interpelar a los oyentes para hacerlos parte activa de su alocución y en qué partes tenía que suavizar la cadencia hasta rozar con la ternura; sin embargo, todo eso lo había ejercitado en la soledad de su habitación o con Lucía como único testigo de tales actividades, pensando solo en esos animales maltratados por igual, tanto en el ámbito doméstico como en la vida silvestre… Entonces se dio cuenta de repente que solo en esto último debía centrarse: su discurso no había sido planificado para calibrar su miedo escénico ni para evaluar la fastuosidad del salón donde sería pronunciado o el refinamiento de los parlamentarios; su alocución estaba dirigida a proteger de la inconciencia humana a los animales; nada en este mundo podía ser más importante que eso en aquellos instantes.
Al otro día, todos los portales de noticias reseñaban que Adriana, la joven defensora de la fauna silvestre y doméstica, se lució con un discurso magistral que comenzó con una voz tierna y quebrada, con el objetivo de sensibilizar a la audiencia sobre el problema, y culminó con un tono enfático y contundente que terminó convenciendo a los presentes de que los animales merecen respeto, cuidado y libertad.
Invito a los amigos:
@casv,
@fannyescobar y
@almacaridad
Estas cosas suelen pasar, porque no es nada fácil estar delante de una audiencia numerosa.
Pero cuando la petición es realmente importante, uno se arma de valor y enfrenta cualquier obstáculo y puede dejar perplejo a cualquiera, con su alocución.
Cured by @damithudaya
Gracias por su apoyo...