Plasmar la vida diaria es un desafío, creemos que hay cotidianidad y monotonía pero el azar nos enfrenta a situaciones inauditas. Nada más terrible que acostumbrarnos a lo anormal porque es lo que hay o porque es la realidad que conocemos.

Mi día de hoy lo marca el letargo y la inactividad, todo lo que he hecho ha salido por inercia y porque no quedaba más remedio, todo ello producto de una mala noche que me tocó. Fui a Turmero a comprar un medicamento porque pretendo ir pronto a Apure y no quiero que me haga falta por allá.

Los que han seguido mi diario se habrán dado cuenta de que vivo en un urbanismo con chalets, bastante cercanos unos de otros. A veces escucho que se cayó una cucharilla y el sonido viene de una casa vecina.

Lo que voy a escribir lo hago con el debido respeto, mi intención es drenar y la escritura es idónea para hacer catarsis, en ningún caso intento criticar las formas que tenga cada uno para desenvolverse en lo que les atañe, ni su manera de alabar a Dios. Acepto que cada quien tenga sus hábitos, creencias, gustos y más, siempre y cuando al llevar a cabo sus actividades no me afecte directamente.

El espacio pequeño hace que los niños y jóvenes tengan que jugar en la calle, con frecuencia las chapas llegan a la entrada, las pelotas, eventualmente, pueden caer en el patio, pero eso es comprensible, y los mismos muchachos están pendientes de poner control en sus juegos, no es un problema. Por ser días carnavalescos también están jugando carnaval, corren y se divierten, tampoco me representa un inconveniente.

Desde el jueves en la tarde colocaron al final de la calle una tarima para una actividad aniversaria de una iglesia evangélica, según leí en una pancarta. Dispusieron además unas cornetas que retumbaron y todo el contenido del culto lo escuchamos en las casas sin necesidad de acudir al sitio. A las nueve y media se despidieron y recogieron todo.

_{Cercanía de la tarima a la casa. Por @charjaim en Rosario de Paya.}

El día de ayer desde el mediodía comenzó la prueba de sonido en la tarima, que se mantuvo hasta las siete cuando comenzó la actividad pautada para la noche del viernes. Una joven pasó por la casa y nos dejó una invitación, pero realmente no hacía falta acercarse, todo se oía claramente dentro de los cuartos. A las diez avisaron que comenzaba la vigilia, así que continuaron sus actividades a gran volumen hasta casi las cinco de la madrugada. No pensé que mantuvieran el mismo volumen hasta la madrugada.

La música y los gritos de las mujeres y hombres que micrófono en mano se dedicaron a hacer sus disertaciones se volvieron insoportables. No había forma de dormir porque a cada momento subían la voz lo que generaba un sobresalto permanente.

No tengo problemas de tensión, pero un desagradable dolor de cabeza y mi sistema nervioso alterado me generaron una pésima noche.

Hoy en la mañana al salir a la calle a colocar la bomba para recoger agua el tema de conversación de los vecinos fue la mala noche pasada.

Me gusta hablar y argumentar con razonamientos, así que cuando observé que estaban limpiando el área de la tarima, me acerqué a conversar con las personas que estaban allí. Uno de ellos dijo que si hubiese sido una fiesta yo no me habría quejado, le di mis razones de por qué tampoco era bien visto el alto volumen así sean canciones, eso es contaminación sónica.

Pude conversar con un joven que entendió mi planteamiento, argumentaba que nos estaban haciendo un favor de sanear la calle porque hay mucha maldad en el mundo por lo cual yo debería estar agradecida. Cierto que hay maldad y los tiempos están muy fuertes con guerras y daños severos al planeta, que deben unirnos más en la búsqueda de una espiritualidad que dirija nuestra vida por mejores destinos, pero para hacerlo debe imperar el respeto por encima de todo.

El hombre en general ha sido desconsiderado, egoísta y busca según sus creencias el dominio de la vida de los otros. Es un tema donde se debe reflexionar más. Lamentablemente, nos hemos malacostumbrado a prácticas que nos separan dentro de la misma búsqueda.