Tomó la mochila pesada que llevaba sobre sus hombros y la puso en el suelo. La espalda y los pies le dolían, sin mencionar lo cansado que tenía los ojos. Se sentó en una acera del camino y miró el horizonte: cuando salió de casa pensó que sería más fácil, pero el camino no solo era largo sino lleno de obstáculos y escombros. Pasó la mano por su cuello y luego por su rostro. ¿Tendría que rendirse y darle la razón a los otros?

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Siempre atesoró sus sueños como si de ellos dependiera su vida. Luchó, batalló contra las adversidades y nunca se quedó dormida. Cada una de las metas que ella se proponía, se convirtió en inspiración para trabajar cada día. Los días malos vinieron, también los buenos y todos los recibió con su mejor sonrisa. No se amilanó ante los problemas, por el contrario, ante ellos se creció y nunca se sintió vencida.

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Entonces, pensó que tal vez es el futuro incierto lo que la asusta. El miedo, cuando aparece, cualquier camino trunca. Ante eso ella respira, cierra los ojos y se masajea la nuca. Y piensa: Cansada, sí; vencida, nunca. Y se levanta, toma su morral y camina llena de preguntas, pero sigue caminando, como aquel que tiene la certeza de que en la noche sale la luna, que los caminos se hacen caminando y las metas se alcanzan una a una.

HASTA UNA NUEVA HISTORIA, AMIGOS