Me sucumbí al deseo de amarla, no tenía prisa, disfrutaba de ella, de su compañía y de su mirada.

Esa que me transmitía calma y alegría, esa que lograba erizar mi piel y hacerme estremecer.

Con una sonrisa me mantenía cautivado, dejé mi alma al desnudo en sus manos.

Sus últimas palabras quebraron mi corazón, parecía que algo dentro de ella había cambiado de manera repentina.

Será la distancia o mis cartas que nunca le llegaron, me llené de tristeza, frustración hasta deprimirme, fue a causa mía que todo haya terminado.

No tendría de qué lamentarme, no era necesario llorar, solo me bastaba ir tras ella, sin importar cuán lejos fuera.

Solo quería sentir una vez más sus besos, esos apasionados, aquellos que en ocasiones eran tiernos.

Recuerdos vienen a mi mente, al despertar y verla a mi lado.

Deleitarme con su belleza natural, para acercarme y abrazarla a mí, que sintiera los latidos de mi corazón, yo no quería dejarla ir.

Tuve miedo lo sé, pero no sabía cómo expresarlo, ese día que tanto había jurado no volver a vivir finalmente llegó.

En aquella estación del tren estuve esperando para despedirme, unas rosas rojas le entregué, prometí que ella siempre sería mi musa, mi inspiración, que a diario recibiría una carta de amor.

Que los días pasarían rápido para nuestro reencuentro, ese en el que sellaríamos lo nuestro para siempre, en el que mi compromiso fuese exclusivamente por amor.

Y todos mis sentidos le pertenecerían a ella, sabíamos lo que hacíamos, pero nunca consideramos la magnitud de las consecuencias.

Después de todo no fue la distancia, sino las cartas que nunca llegaron a su destino.

Vulnerable estoy, vulnerable me ha hecho, amarla como lo hago sin tenerla a mi lado, no he sabido de ella desde entonces, cubriré mi alma y buscaré unos colores, pintaré mis días con la esperanza de volver a ser yo, sin prisa y sin temor.

Invito a @venecineaudio @aplausos @sariana23