Si alguien me hubiera dicho que estaría hoy en París, preparándome para asistir a la presentación musical de una de mis cantantes favoritas, le habría pedido que buscara oficio en lugar de decir esas cosas.

Sin embargo, la vida ha logrado sorprenderme, y así es: me preparo para ver, oír y casi tocar a Céline Dion. Gracias a un buen amigo, quien también tuvo la amabilidad de prestarme un traje para asistir al evento, ya que el código de vestimenta así lo exige. Me preparo mentalmente para disfrutar de una noche inigualable.

Al principio me sorprendí; no sabía que mi amigo podía lograr algo como esto. Luego, él me explicó que, en su familia, les apasiona el arte, por lo que anualmente hacen donaciones al Museo del Louvre de París, y a cambio reciben ciertos beneficios, como, por ejemplo, ser invitados a eventos exclusivos, como un recital de una de las mejores cantantes de Francia y una de las mejores voces del mundo.

Cuando me extendió la invitación, no lo dudé ni un segundo. Solo me preocupé por la vestimenta, pero mi amigo me pidió que no me preocupara por nada, que él me ayudaría en lo que pudiera.

Así que aquí estoy, en la entrada de uno de los museos más importantes del mundo, observando sus obras de arte, conversando un poco con desconocidos mientras disfruto de una copa de champán.

Llega la hora de dirigirnos al auditorio del Louvre, el lugar designado para que la Reina Dion haga su presentación. Una vez ubicados todos en sus asientos, en medio de un silencio cálido, comienzan a sonar las primeras notas musicales.

El recital comenzo con Ashes, una canción preciosa que, inevitablemente, me emocionó al punto de derramar algunas lágrimas. Luego continuó con I Love You, una obra maestra musical, y prosiguió con uno de los clásicos de Disney: La Bella y la Bestia. La noche estuvo llena de arte, música, buena compañía y los mayores éxitos de Céline Dion. Tal como lo había anticipado al inicio, fue una noche inolvidable.