Osgood, Suci & Tannenbaum, en 1957, publicaron la primera edición 📖 de su célebre trabajo «The Measurment of Meaning», dónde presentan los resultados de un análisis de variabilidad estadística 📈 exhaustivo en grupos de adjetivos y su significado. Su principal hallazgo fue la identificación de tres dimensiones mediante las cuales los seres humanos 🧘🏻 construyen el significado: «la evaluación», «la potencia» y «la actividad».
La dimensión evaluativa determinó la mayoría de los significados que encontraron. Está estaba aludía a la apreciación de si, al comunicarnos, se trata de un fenómeno 👼 bueno o malo 👿. El clúster comprendió originalmente la definición de ideas cómo «placer/molestia», «honestidad/engaño», «equidad/injusticia» y «bueno/malo».
La segunda dimensión más importante que identificaron para definir el significado fue la potencia 💥. Resultó que es importante para las personas conocer también el alcance de lo que es referido en este otro aspecto. Descripciones como «grande o pequeño», «fuerte o débil» y «pesado o ligero» son constitutivas de este segundo grupo.
Finalmente identificaron que una descripción del grado de actividad 🏋 inherente al concepto es otro criterio relevante para determinar su significado. Aunque más dispar, este se mueve entre descripciones cómo «rápido/lento», «activo/pasivo» e incluso «afilado/romo», «agudo/grave» o «brillante/oscuro».
Todas estas dimensiones posteriormente han probado ser bastante universales en nuestros lenguajes humanos🗣️. Con ellas hemos podido modelar mejor las actitudes que toman las personas hacia las cosas. Hoy se han complementado con otras dimensiones 🌐 que también juegan un papel en la significación: el nivel de complejidad, cotidianeidad, organización y el grado de estimulación que algo suscita.