El exceso de talento: nuestro principal paradigma a romper para afrontar la hiperinflación
Es imposible hablar de Venezuela sin expresar alguna opinión sobre la hiperinflación. Si bien la diáspora es consecuencia de políticas comunicacionales de Estado, cuyo objetivo es debilitar la fortaleza electoral de la oposición nacional -porque una persona que decide irse del país al menos rompió emocionalmente con el chavismo-, desde noviembre para acá, cuando hemos sufrido de aumentos de precios mensuales de manera exponencial, partir es una decisión de perspectiva de vida y de supervivencia, en especial en los sectores populares.
Es decir, más allá del bulliying político, la gente ve en el extranjero una esperanza que el chavismo ya no ofrece ni a los mismos chavistas. El fracaso electoral del movimiento "Somos Venezuela" -según las cifras oficiales del CNE- demuestran que quien siendo pobre votó por Maduro, lo hizo por hambre o por la promesa de una medicina.
Les comento esta anécdota: Cuatro amigos llegaron a Venezuela desde Perú y Colombia el mes pasado. Tres de ellos para quedarse. Me comentaron que ya ni motos se ven en las calles de Maracay. Es una sensación de seguridad tenebrosa.
Del otro lado, estamos quienes decidimos mantenernos en el país en contra de la presión social. Si usted tiene una cartera de clientes sólida, cobra en divisas o las usa como referencia para facturar sus servicios, difícilmente la emigración sea una decisión inteligente. Y si usted tiene dólares o criptomonedas, consigue en este país lo que sea y tendrá dentro de nuestras fronteras una calidad de vida superior a cualquier otro rincón de sudamérica.
A propósito de los países sudamericanos, todos sufrieron de hiperinflación. De hecho, este fenómeno se ha presentado en casi todos los países de América, África y la mitad de Europa, incluyendo países hoy desarrollados. Todos sobrevivieron.
Entre las recetas aplicadas para "aguantar la pela", se encuentra gastar los bolívares de manera rápida, invertir en diversión -para contrarrestar el estrés- y aplicar políticas agresivas de retención de personal. Sin embargo, ni el gobierno ni la empresa privada está aplicando esta última estrategia ¿Por qué?
Mi teoría es que el empresario que decidió emprender un negocio en Venezuela contó durante años con una gran ventaja competitiva: Exceso de mano de obra calificada. Las universidades autónomas y privadas gradúan cada año a un gran número de profesionales, razón por la cual desde hace décadas un título universitario no garantiza un buen sueldo.
En hiperinflación, ni la moneda nacional ni el salario mínimo pueden ser referencias de pago al personal. Hoy, con el salario integral (sueldo más ticket de alimentación) un venezolano no puede comprar dos Coca Cola de dos litros.
Las empresas privadas intentan mejorar las condiciones de los trabajadores, pero cada iniciativa se orienta hacia lo más bajo de la pirámide de Maslow: Operativos de venta de pollo, pescado, cajas de productos, incluso "carnets". Me perdonan, pero todas hieden a chavismo, y el chavismo no da esperanza.
Cualquier política efectiva de comunicación interna tiene que tomar en cuenta la empatía, es decir, el punto de vista del trabajador. Si yo aumento en un ciento por ciento los costos de mis productos, mis trabajadores -como mínimo- exigirán 50% de aumento mensual. No hay que leer o creerse los cuentos de Galeano para entenderlo, es simple lógica.
Si usted no tiene dinero para pagar un sueldo que permita a su trabajador vivir sin necesidad de hacer cola, entonces usted no puede tener empleados. Hoy en Venezuela, a nadie, en especial en la administración pública, le duele perder su trabajo. En este momento, el "miedo a perder" no es una estrategia asertiva. En cambio, cualquier trabajador acepta compensaciones por debajo de mesa, siempre y cuando le permitan por lo menos ir al cine o comprarse unos zapatos una vez al mes.
Y el concepto "evitar la fuga de mano de obra calificada" no debe estar centrada en el ámbito de la alta gerencia. He visto gerentes muy buenos, con una gran capacidad de motivación, perder el tiempo intentando evitar lo inevitable: Que el trabajador se desmotive y se vaya. Muchos de los procesos vitales de las empresas los desarrollan técnicos medios.
Y los chamos recién graduados ya ni siquiera intentan ejercer en Venezuela a cambio de sueldos de hambre. Contratar a cualquiera, es arriesgarse a tener a un delincuente en la fábrica. Los buenos trabajadores no están sobrando en el país.
Y aunque el gobierno no entienda o no le importe esta situación, que es la que está provocando su colapso y el del país, es necesario que las empresas privadas asuman el reto de cambiar sus paradigmas. Al respecto, W. Edwards Deming dijo: “No es necesario cambiar. La supervivencia no es obligatoria”.
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