UNICORNIO
UNICORNIO
La portada inicialmente pensada para el libro “Tiraland y la Espada Mágica” de Andrés Rosales, de apenas once años para ese entonces, era la figura del Unicornio, animal mitológico, digamos de la zoología fantástica, tratado por Jorge Luis Borges en su obra “El Libro de los Seres Imaginarios”.
Hoy, después de más de un decenio, me pregunto por qué esta elección, si la obra era más de fábulas de dragones, águilas y caballos alados, los que realmente terminaron de ilustrar la obra. Es posible que haya sido por una edición magnífica que había caído en mis manos sobre el Unicornio, de bella prosa y de grabados históricos de momentos estelares sobre la historia del Unicornio, que tuvo su auge desde los siglos V aC. al VI dC.
Lo cierto es que, para el hombre, siempre buscando una fábula necesaria que atempere su vida, el Unicornio sigue teniendo una vigencia importante, ya no como, esa figura fantástica que termina semejándose al rinoceronte, a veces con ciertos matices diferentes, o el que finalmente impuso la tradición cristiana, “un caballo blanco, salvaje, magnífico, de largas crines al viento, con un solo cuerno en la cabeza”. Tal vez el hecho de que sea la inocencia de una niña la que lo amanse, ha sido una de las hipótesis más bellas que se hayan tejido sobre ésta fabulosa criatura, que un artista ya del renacimiento, El Bosco la situara en el paraíso en su tríptico inmortal “El Jardín de las Caricias”.
Aunque el principal prestigio que gozó en Unicornio en la historia cultural de la humanidad, es resaltado por los naturalista, artistas plásticos, viajeros, religiosos e investigadores de distintas nacionalidades hasta finales de la edad media, no deja su misma leyenda de impregnar el espíritu poético de una época. Es a partir del famoso manuscrito “El Physiologus” escrito por un autor anónimo y como señala la crítica, redactado en griego y compilado con fines moralizantes entre el siglo II y el IV de nuestra era, un tratado sobre animales reales e imaginario, plantas y rocas, sumamente popular y vertido a varias lenguas como la siríaca, latína, armenia, etíope, árabe, etc.; donde procede la fuente de inspiración poético del llamado amor cortesano. El Unicornio es atrapado al acercarse a una mujer virgen y pura. Este lema determinaría el símbolo del amor cortés (uno entre tantos) del Unicornio. El poeta enamorado se siente como un Unicornio atraído por el olfato y la virginidad de la mujer amada: “Y fui cazado igualmente por el olfato, igual que el unicomio, que se duerme al dulce aroma de la virginidad de la doncella. [...] Amor, que es un cazador astuto, colocó en mi camino a una joven con cuyo aroma me adormecí, y que me hizo morir de una muerte como la que corresponde a Amor, a saber, la desesperación sin esperanza de merced. Por esta razón afirmo que fui cogido en la trampa por el olfato” (Richard de Fournival (1202-1260)).
Recientemente, por motivos de esta nota, escuché de nuevo la canción “El Unicornio Azul” de Silvio Rodriguez, uno de los fundadores de la Nueva Trova Cubana, uno de los movimientos musicales más famosos del continente. Una cancion total, de bella letra, música para una sinfonía y el motivo estremecedor, se quiere un único Unicornio Azul, el que define la vida, la lucha, las utopías y los sueños. Dicen que fue escrita para Roque Dalton, gran poeta Salvadoreño y miembro del grupo armado Ejercito Revolucionario del Pueblo en la década de los setenta. Norberto Piña, profesor de matemáticas de la Universidad del Zulia, ya ausente, me contó que, el Unicornio Azul era un niño combatiente en las filas del Sandinismo contra la dictadura de Somoza.