SLC-S24/W1 - Emoción enredada | La conversación poderosa

  Debatir es una acción que forma parte de nuestro repertorio cotidiano. A veces, se desarrolla de manera espontánea, pero en otras ocasiones, lo provocamos, ya que estamos interesados en conocer puntos de vista específicos o, ver la reacción que se experimenta durante la tertulia.

  Los diálogos que se entablan durante una conversación, están conformados por elementos claves que van a dirigir el clima del debate; estas son las 8 emociones que forman parte de nuestra personalidad y, a pesar de que cada una de ellas tiene un estímulo específico, es indispensable gestionarlas adecuadamente para evitar el descontrol emocional.

- Cliente (Estado tranquilo): ¡Buenos días! Chamo, ¿Qué precio tiene pescado raya?

- Comerciante (Estado emocional tranquilo): ¡Buenos días jefe! Para usted, está en $5.3 el kilogramo

- Cliente (Estado emocional sarcástico): Ya que soy tu patrón y no estaba enterado de esl, dame una rebaja bien cariñosa

- Comerciante (Estado emocional retadora): Ese es el precio justo y lo sabes muy bien además... La situación está difícil para rebajar la mercancía

- Cliente (Estado emocional tranquilo): Los dos sabemos que el precio no es tan justo, déjame en $5 el kilogramo y te compro 3 kilos. Hoy prepararé un pastel de chuco en casa

- Comerciante (Estado emocional agresivo): No amigo, si te lo dejo en menos, te comes mi ganancia y yo también quiero tener dinero para que mi familia coma. Tu no eres el único que necesita llevar comida a su casa

- Cliente (Estado emocional sarcástico): La amabilidad también vende amigo y negociando, se gana más. En ese precio, los dos ganamos y lo sabes

- Comerciante (Estado emocional molesto): No jefe, ese precio solo te favorece a ti y, por darte un beneficio, no arriesgaré mi negocio, porque yo salí a trabajar, no a regalar mi mercancía

  Me incomoda mucho regatear. De hecho, en gran medida evito aplicarlo, porque no sé cómo hacerlo de manera natural y, las dos veces que lo he intentado, no logro el éxito que estaba anhelado, por lo que la mala reacción por parte del comerciante, me estalló en una ocasión acotando que, cuando veo historias similares a las que les compartí en el diálogo anterior, generan que regatear se me complique más de lo habitual.

  Debido a lo que me cuesta regatear, no insisto en lograr un descuento, ya que en estos casos lo que opto es por ir a otros lugares para preguntar precios y cuando encuente una cotización que se ajuste al presupuesto que estoy manejando, concreto mi compra.

  No me parece justo aplicar ese tipo de negociaciones, porque siento que estaría jugando con las finanzas de esos comerciantes, ya que si ellos determinaron un precio, es porque bajo esa cotización van a poder recuperar el capital que invirtieron, tendrán su ganancia, cubrirán los gastos que genere el establecimiento y, podrán invertir nuevamente. En vista de esto, si yo les pido una rebaja, por muy mínima que sea, esto generaría un desbalance en su margen de ganancia. Por ello, prefiero respetarles el precio y el trabajo que tienen.

  En vista de que me cuesta mucho pedir rebajas, no suelo tener una estrategia específica para solicitar descuentos y, les confieso que el par de veces que lo intenté, fui muy amable con el comerciante, pero la incomodidad que sentía me llevó a desistir en la primera negatividad que me dieron. Ahora, si ir a otros establecimientos comerciales para consultar y comparar precios se considera una estrategia para canalizar rebajas, entonces esa sería la mía.

  En mi país (Venezuela), estamos viviendo un momento bastante épico con el regateo debido a la inestabilidad de nuestra economía y, en gran medida, esto me permitió ver como algunas personas se han tomado la libertad de autodenominarse profesionales de esta praxis tan desagradable. Una prueba de ello es que, a principios de este 2025, mientras compraba unas frutas cítricas, alguien desde su vehículo le preguntó al frutero el precio del melón. Por su parte, el señor le dio un costo que, a mi parecer, era razonable. Sin embargo, este le preguntó cuánto era lo menos para los panas y, la respuesta del comerciante fue que si él realmente fuera su pana, no le pediría rebaja, porque tendría el conocimiento de que si no logra el porcentaje completo del dinero diario, esa noche no iría al supermercado a hacer las compras para preparar la cena y el desayuno.

  Les confieso que cuando escuché el comentario del comerciante, sentí alegría por la posición que tuvo, ya que bajar el precio a su mercancía, iba a favorecer al cliente, pero a él no y, eso es injusto, porque su trabajo es generar los recursos necesarios para cubrir los gastos de su hogar, no para aceptar que otras personas apliquen la viveza criolla.

  Para poder asumir una posición de origen partidista, me gusta conocer cómo se está dando este debate, ya que así como existen clientes que solicitan descuentos a pesar de que el precio que le están dando es razonable, también me ha tocado ver cómo los comerciantes quieren abusar con cotizaciones exageradas y, aquí es donde me doy cuenta de que la supervivencia de uno, no siempre es la del otro, pero si hay gente que juega con las necesidades de otros; realidad que es desagradable ver.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!

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