Emociones que no se han borrado - Tercera Entrega
Mis queridos amigos que han leído mis dos entregas anteriores de mi novelita, acá les dejo la última entrega de esta historia. Espero que les haya gustado.
Al salir del recinto…
-¿Por qué tuviste que hacer esto, Isabella? – preguntó Jean Paul, tomándola por un brazo.
-Yo… era lo mejor… de verdad… - susurró, mirando al suelo.
-¿Lo mejor? – repitió él, tomándola por la barbilla, obligándola a mirarlo - ¿Tan infeliz fuiste? – inquirió con los ojos llenos de lágrimas.
-No – negó con tristeza – Fui feliz… pero ya todo terminó – concluyó apartando la mirada.
-¿Y Dani?
-Puede quedarse un tiempo contigo y otro conmigo – contestó ella.
-Ayer te vi, Isabella… - la interrumpió él – No podía creer que estuvieses con otro… - le dijo con tristeza. Acto seguido la soltó, dándose media vuelta y se alejó de ella, dejándola en medio del pasillo.
Un año después, la joven pareja firmó el acta de divorcio. La niña pasaría la mitad del año con ella y el resto, con él.
Durante ese año, Jean Paul la llamó, la buscó, le envió flores, le rogó que volviera junto a él, pero la chica se negó en rotundo. Un día, el joven dejó de insistir. Esto, llenó de inquietud a la chica, pero no lo manifestó.
Cada quien siguió su camino, sin volver a tener noticias el uno del otro.
Una noche, en que la chica asistió a una fiesta, en compañía de su actual pareja y su grupo de amigos, mientras bailaba, tropezó con un hombre que también bailaba.
-¡Disculpa! – exclamó.
-No te preocupes – se volvió para mirarla y esbozó una enorme sonrisa - ¡Isabella! – exclamó al reconocerla - ¿Cómo estás?
-¡Tú…! – balbuceó asombrada.
-No te espantes, ¡no soy un fantasma! – soltó la carcajada y la besó en la mejilla - ¿Cómo has estado?
-Bien… - alcanzó a decir - ¿Te acuerdas de Alex? – Preguntó nerviosa – Alex, él es Jean Paul, del colegio, no sé si lo recuerdas…
-Claro, ¿cómo estás? – saludó Alex.
-Todo bien, hermano – Jean Paul estrechó su mano, amistoso – Disculpen, ella es Zulay – presentó a su hermosa pareja de baile – Zulay, ellos son Isabella y Alex, excompañeros del colegio – dijo.
-Yo conozco a Zulay – manifestó Alex.- Estudiamos ahora en la universidad. – La saludó con un abrazo – Por cierto, quiero conversar contigo en relación al proyecto del profesor Pérez. – le dijo - ¿No te importa Isabella? – preguntó – Es sólo un momento.
-No, claro que no. – murmuró ella, aún impactada.
-Ya regreso, cariño – le dijo, dándole un breve beso en los labios.
Al quedarse solos…
-¿Y eso que viniste? – Isabella rompió el silencio.
-Mariana me invitó – respondió refiriéndose a la cumpleañera, sin decir nada más.
-Te ves muy bien – dijo ella, mirándolo apreciativamente. Estaba realmente espectacular.
-Gracias – lo sonrió. Ella esperó que él le devolviera el cumplido, lo cual no ocurrió.
-Por cierto, Jean Paul… - comenzó a decir - ¿Por qué no has llamado a Daniella?
-Siempre la llamo – expresó cortante – Por cierto, pensé en ir a buscarla mañana sábado, para ir al parque. Sé que no está dentro de los meses que me toca con ella, pero es sólo por un día... a menos que tengas planes con ella…
-Claro que sí, ¿a qué hora la pasarías buscando?
-¿Te parece bien a las diez de la mañana? – preguntó.
-Claro, está bien… ¿Quién más irá?
-Sólo nosotros dos – contestó sonriendo y se alejó, dejándola con la palabra en la boca.
Capítulo XII
-Buenos días, Isabella. ¿Cómo estás? – preguntó Jean Paul, a la mañana siguiente, cuando fue a buscar a su hija.
-Todo bien, pasa adelante – invitó – Siéntate.
-Gracias – dijo y tomó asiento. -¿La beba está lista?
-Si, está peinándose.
-No hay problema – la miró de arriba abajo - ¿Te acabas de despertar?
-No – rió – Me desperté temprano para alistar a la beba, pero no iba a vestirme para hacer todo eso – sonrió y él miró el corto camisón de la chica.
-Siempre me gustó ese camisón… - comenzó a decir, pensativo.
-Lo sé – respondió ella, con el corazón acelerado – Y… - comenzó a decir, cuando Daniella salió de su dormitorio.
-¡Papi! – dijo echándose en sus brazos.
-¡Mi muñeca amada! – exclamó él, estrechándola con ternura, mientras la besaba - ¿Nos vamos?
-Sí, mi papito…¡vamos! – exclamó risueña y se volvió a ver a su madre – Mami, ¿vienes? – preguntó e Isabella se sintió emocionada ante la idea de pasar el día con ellos. Pero el indiferente tono de voz de Jean Paul, le borró la sonrisa del rostro, cuando respondió por ella:
-No, pequeña. Ella no viene con nosotros – la colocó en el suelo y cargó su pequeña mochila – Mami tiene mucho qué hacer hoy – explicó y Daniella la miró esperanzada.
-Mami, ven con nosotros – pidió.
-Yo… no, Dani… es verdad lo que dice papi… - alzó los hombros – Yo tengo mucho qué hacer – murmuró desalentada.
-Bueno Isa, te traeré a la beba en la noche – dijo Jean Paul, cerrando la puerta tras sí.
Isabella se quedó de pie, observando la puerta cerrarse. Luego, suspiró y se echó en el sofá, pensativa.
-Buenos días, escuché la voz de un hombre – dijo Janine, saliendo de su dormitorio - ¿Quién era?
-Era Jean Paul – murmuró, sintiéndose repentinamente triste.
-¿Vino por la niña?
-Así es.
-Ya veo… - la miró por unos segundos. Luego, se sentó junto a ella y le acarició el cabello. - ¿Quieres contarme qué te pasa…?
-Nada, yo…
-Lo sé – murmuró la chica – Esos recuerdos que acuden a nuestra mente, en los momentos en que menos los necesitamos… - le alborotó el cabello con afecto – Vamos, ¡anímate! - ¡Las emociones nunca se borran, pero tú has sabido seguir adelante!
Y así fueron transcurriendo los meses y Daniella pasaba casi todos los fines de semana con Jean Paul y a veces, también en la semana, él le avisaba a Isabella, que iría por ella a buscarla al colegio y luego la llevaría a almorzar. Él siempre se mantuvo cordial, pero distante.
Isabella escuchó que Daniella hablaba por teléfono y se acercó a ella, abrazándola.
-Está bien, adiós – se despidió la niña – También te quiero. – murmuró y colgó.
-¿Quién era, mi amor?
-Gaby – contestó simplemente.
-¿Quién es Gaby? – inquirió - ¿Una amiguita?
-Sí – respondió, abrazándose a ella – La amiga de papi – concluyó con inocencia e Isabella sintió que le lanzaban una cubeta de agua helada
-La… -comenzó a decir - ¿La… amiga…? – logró decir y la niña respondió afirmativamente, con un movimiento de cabeza.
-¿Y qué quería…?
-Saludar, como lo hace siempre…
-¿Siempre te llama…? – la niña volvió a responder afirmativamente, pero Isabella prefirió dejar el tema hasta ahí, para no involucrar a la niña, sintiéndose fatal.
Isabella se lanzó en su cama, abrazando su almohada, en un gesto infantil, como buscando protección y se quedó mirando al techo.
De pronto, se sentía infinitamente triste y no sabía por qué. Hacía semanas que había roto su relación con Alex, pero en ese aspecto, se sentía bien. Ahora, no sabía por qué tenía tantos deseos de llorar.
-“¿Dios mío, qué me pasa…?” – se preguntaba y su mente regresaba al pasado, a su luna de miel, a sus días de comienzo de su matrimonio y todas las imágenes con Jean Paul, poblaban sus pensamientos. –“Jean Paul…” – se repetía una y otra vez.
Repentinamente, decidió llamar a su amiga Susana que vivía en el mismo edificio que ellas y le preguntó si podía cuidar a la beba, por un rato, mientras ella salía a una “diligencia”. Susana aceptó encantada.
Capítulo XIII
-Isabella… - comenzó a decir Jean Paul, al abrir la puerta de su apartamento y encontrarse a la chica de allí. - ¿Qué haces aquí? – la miró confundido.
-¿Puedo pasar?
-Sí, adelante – respondió alzándose de hombros y se hizo a un lado. - ¿Algo de tomar…?
-No, nada. Gracias.
Hubo un breve silencio y después él lo rompió.
-¿Qué deseas?
-Yo… - comenzó a decir ella con nerviosismo – Tenía que verte… hablarte…
-¿Para qué? – la interrumpió él, con sequedad.
-Yo…, por favor, Jean Paul, te lo ruego… - juntó sus manos en señal de súplica – no me lo hagas más difícil…
-¿Qué quieres que te haga fácil…? – dijo, con las manos metidas en los bolsillos.
-Te amo, Jean Paul… - al decir esto, él soltó una fuerte risotada.
-Disculpa – dijo aun riendo – Es tan extraño todo esto…- aclaró su garganta y se puso serio. – No entiendo a qué juegas…
-No, no estoy jugando – se apresuró a decir ella – Nunca debí separarme de ti. He sido tan loca, tan ciega…
Así es – la interrumpió cortante.
-Por favor Jean Paul, tú no eres así…
Tú me hiciste así, no lo olvides – le dijo.
Otro incómodo silencio. Isabella sentía que ya estaba perdiendo fuerzas y ánimos para continuar. Aun así, lo intentaría una vez más. Se puso de pie y se acercó a él, tomándolo de las manos. El esquivó su mirada.
-MI amor, perdóname. Cometí mil errores, pero te amo.
-Dijiste lo contrario cuando solicitaste el divorcio – le recordó él.
-Te ruego que me entiendas – le suplicó ella – estaba agobiada, cansada, me sentía infantilmente atrapada… Estos años separados, han servido para que entienda que te amo y que lo haré siempre… por favor, dame una oportunidad… - imploró con los ojos llenos de lágrimas.
-Isabella… - comenzó a decir él, pero ella lo interrumpió.
-No digas nada – puso su dedo índice con suavidad sobre los labios de él – Sólo mírame, por favor. – pidió y él, poco a poco, volvió su rostro hacia la chica. Sus ojos brillaban. – Mis ojos pueden decirte mejor lo que trato de explicarte con palabras, Jean Paul…
Al decir esto, él cerró los ojos con fuerza, sin decir palabra. Ella le acarició su querido rostro.
-Estoy tan arrepentida…
-Isabella… – murmuró al fin – dime que no estoy soñando… - se le quebró la voz – Yo decidí alejarme, porque sabía que tú necesitabas tiempo. Por eso me aparté, para dejarte pensar.
Pero nunca he dejado de amarte… - respiró profundo, como si éstas palabras las hubiese tenido atoradas durante años en su garganta. Acto seguido, la abrazó con fuerza y ambos se echaron a llorar.
Eran lágrimas de años de separación, lágrimas de ausencia, de soledad que ahora se tornaban en esperanza, amor, deseo y vida.
-Te amo, Isa – la besó con pasión – Oh Dios, te amo… - ella correspondía a sus besos con total entrega.
-Perdona todo el dolor que te hice paras, mi vida – suplicó ella.
-Sabía que esto pasaría – le dijo él contra sus labios – Tenías que revivir tu pasado y darte cuenta de que tu futuro somos nosotros, como familia – dijo y ella sollozó de felicidad.
-Me equivoqué – aceptó ella en voz baja – El pasado me atraía demasiado y al tenerlo, comencé a echarte de menos a ti… ¿quieres ser mi novio de nuevo? – preguntó ella con timidez y él esbozó una franca y amplia sonrisa, mientras le acariciaba el cabello.
-Quiero volver a casarme contigo, muchachita… - dijo y ambos rieron felices.
Si te perdiste la presentación y las dos primeras entregas y deseas disfrutar esta linda historia de amor, puedes hacerlo en los siguientes enlaces:
https://steemit.com/novela/@lichy/emociones-que-no-se-han-borrado-presentacion
https://steemit.com/cuentos/@lichy/emociones-que-no-se-han-borrado-primera-entrega
https://steemit.com/cuentos/@lichy/emociones-que-no-se-han-borrado-segunda-entrega
¡¡Gracias por leerme!!