Ella

Todo comenzó en una playa, una de esas donde sientes que la arena tiene luz propia y al caer sobre ti te hace brillar con ella. Llegué aquí de la forma en que sucede todo en mi vida, de repente, sin pro ponérmelo. En un minuto estaba en mi porche y al siguiente en bus cuya ruta no me importaba demasiado; al bajarme solo sentí la brisa golpear mi rostro, causando ese sabor característico a sal y metal en mi boca, que curiosa es la mente que te hace pensar en que puedes extrañar un sabor tan particular como el del metal.

Bajé la colina donde me había dejado mi furtivo transporte, pensé en como admiraba la naturaleza y lo bello que puede ser ese punto en el horizonte en que el cielo y el mar se unen en un abrazo irrompible.

Ya cerca del agua, sin zapatos, nace la duda si dejarme tocar por ella y es que había pasado tanto tiempo desde la última vez, ya no recordaba la sensación. En cambio, solo me volteé y caminé para recostarme en la granulada arena, allí tirada me sentía como un perro que rueda por el césped después de pasar el día encerrado; podía sentir la debajo de mi, como un órgano viviente, una amplia extensión de mi ser.

Después de 20 minutos o media hora, no tenía forma de saberlo, solo había salido con dinero (el suficiente para cualquier eventualidad que pudiera ocurrir). Se levantó, la ola que había estado golpeando la orilla retrocedió e inmediatamente se sintió mal por herirla con su duda.

Pensó en ese momento en como seguro refulgía en el sol gracias a sus cabellos carmesís, la ola volvió y ella la enfrentó, dejó que le arropara los pies en una caricia sublime. Casi pudo jurar como entre la espuma salía un leve suspiro. Ya no había vuelta atrás, estaba toda esa vitalidad (que estaba empezando a serle ajena) fluyendo por el cuerpo.
Tomó su decisión, empezó a caminar. Ya el agua le llegaba por los muslos y se sentía como un dulce abrazo, estaba decidida, no regresaría porque por fin había vuelto a su hogar.

P.D: Fotos de Marianny Hernández, gracias dulzura. @annyjhg