Un largo trayecto- Capítulo III (Parte 1)

in #cervantes6 years ago

III

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-Tun, Tun- Suena el golpeteo en la puerta herrumbrosa de la casucha a las 3 am, un hombre desgarbado y de aspecto enrarecido ingresa en la vivienda apenas María abre la puerta, incapaz de poder evitar el ingreso del intruso, se paraliza del miedo.

-No he venido a hacerte daño, pero tienes que venir conmigo, vas a estar mejor- Fueron sus únicas palabras, María obedeció sin emitir ninguna palabra, tenía miedo y no quiso que el extraño hombre se enfadara.

Una vez que el extraño le agarró la mano para que lo siguiera, caminaron hasta un viejo Chevette de puertas descoloridas y aire calentado por el sol abrumador de la calle, giró las llaves, encendió el motor y siguieron la ruta de 30 minutos hasta un pueblo cercano, Ruber, el hombre se baja del auto y le hace el ademán a María para que haga lo mismo, sin agarrarle la mano pero asegurando la proxémica que da a interpretar que era su hija, dan unos pasos y se quedan de pie frente a una clásica puerta pueblerina pintada de un chillón azul cielo.

–Clan, Clan, Clan- Suenan los nudillos perturbando la chapa.

  • ¡Allá voy, espérese un tanto! - Gritó una anónima voz de comadrona que atravesó las paredes.

Transcurridos dos minutos de espera, una señora mayor, en sus primeros 60, abre la puerta y observa a los visitantes.

Su fresca expresión de calma se disipa de inmediato y da lugar a una mandíbula caída y unos ojos bien abiertos.

-Simón... Eres tú...-

-Si mamá, soy yo-

-Pero... ¿Y esa niña? ¿Quién es esta muchachita? -

-Es tu nieta, está pasando trabajo, aparte está muy sola, aquí tienes lo que tanto querías, ahora ya está hecho, se llama María-

  • ¡María, mi niña! - Exclamó con una gran sonrisa y extendiendo sus brazos alrededor de ella.

María atónita no entendía qué estaba sucediendo.

Simón sonríe –Tristemente, ahora te tengo que dejar, sé que ella estará bien en tus manos, cuídala mucho-

  • ¡¿Qué?! ¡¿Llegas de la nada y te vas, así como así?!-

-Si- Dijo con su cara bien lavada.

-No tengo más nada que decir, que Dios te bendiga mamá, suerte- Acto seguido, se dio media vuelta y caminó hasta su Chevette y se perdió para siempre al cruzar la calle.

María continuaba atónita.

La comadrona se quedó viendo la calle en la cual desapareció el auto, se llevó las manos al entrecejo para poder pensar mientras exhalaba un suspiro de decepción, su concentración fue quebrada al percatarse de la niña que estaba de pie cerca de ella mirándola penosamente de reojo.

  • ¿Quieres comer? Allí tengo plátano horneado con arroz y pescado frito, vamos sé que te va a gustar-

María estaba absorta tratando de comprender los sucesos, pero la incapacidad de recordar cuando fue la última vez que comiese algo que no fuese una papilla de ocumo con su respectiva agua hervida hizo que aceptara sin mayor contemplación.
La Doña encontró graciosa la forma en que María sin decir palabra por la falta de confianza asentía copiosamente con la cabeza para aceptar su invitación. –Pase mi niña- Le dijo.