Sudor, calor y agua, pero sin playa "La Crónica venezolana"
Cómo estudiante de comunicación social, les regalaré esta crónica que redacté.
Por: José Bermúdez @jbermudezutrera
Él es Simeone, no acostumbra a levantarse a eso de las 4:30am, justo cuando el frío de la
madrugada aun traspasa las ventanas y las sábanas lo arropan, pero lo hico, se vio en la necesidad
de ir a hacer una cola en Abastos Bicentenario ubicado en la Av. Gran Mariscal en la ciudad de
Cumaná. Su llegada al lugar fue algo atemorizante, ya que no acostumbra a hacer este tipo de cosas,
al llegar observó muchas cosas, eran las 5:00am y aun el sol no sale, gente durmiendo en cartones,
el frío penetra con más intensidad, adultos mayores acostados en aceras, pero todos en su estricto
orden de llegada. Madres jóvenes y adultas con sus bebés ordenados y esperando, por lo menos, la
salida del sol. Apuntan las 5:30am se escucha el primer bus, y aquel grito del colector de la unidad
colectiva que hace la función de despertador al decir: ¡copita, centro, gina, elevado y cascajal, pagar
al subir! La mitad de la fila despierta, eran unas 100 personas y cada 3 minutos llegaban 5 más, los
niños empiezan a llorar, no se si de hambre o de frío, quizás sea por el estropeo de la noche.
6:30am, hay más de 200 personas en la fila, a partir de ese momento empezó Simeone a oír cosas
como: ¡no se dejen colear, que hagan su cola! ¡no estén metiendo a nadie! Había gente mal vestida
con pantalones rotos, camisas sucias, gorras poco presentables y sus respectivas sandalias, al
parecer es una de las formas más cómodas de hacer la cola, mientras él un joven de 19 años de piel
morena vestía de jean, zapatos deportivos, una franela verde y un gorro, era como demasiado
elegante. 7:30 am, empiezan los gritos y los empujos, el sol empieza a hacer su trabajo, (sacar
sudor) las cornetas de los autobuses y el grito de las personas, afectan al tímpano de cada persona
de la cola, todo se empieza a descontrolar, ya cuentan con la presencia de la Guardia Nacional en el
lugar para “impartir el orden”, pero todo se pone peor, Simeone va perdiendo la esperanza de, por
lo menos, llegar al portón principal. Bebés dormidos, recibiendo el fuerte sol que agota las energías,
madres con cartones echándole aire a sus hijos para no acalorarlos con el conglomerado de gente y
la bulla del transporte público. 8:00 am, es la hora de que por lo menos, las primeras 30 personas
entren, ya se escuchan los vendedores ambulantes, el señor de los raspaos, el chichero, el que vende
los capullitos y otros, deciden abrir el portón para pasar los primeros 30, los empujones son más
fuertes, gente sale de su lugar para colocarse frente al portón, se siguen escuchando cosas como:
¡chamo no empujes! ¡mosca con la señora! ¡No se dejen meter a nadie! Cada vez es peor, hay más
personas, se escuchan groserías por doquier, el cuerpo de Simeone se desborda de sudor, sudor de
otros y sudor suyo, el horrible olor a azufre que sale del chamo de piel muy oscura que tiene en
frente, el desespero en todos aumenta, se le acabó el agua, pero llegó el momento, pasaron los
primeros 30, justo a las 8:27 am. Tiene adelante unas 70 personas, 10:50 am la cola de los bancos se
junta con la del Bicentenario, muchas más personas en el lugar, sus ganas de quedarse se acabaron,
no hay orden, no le queda ni el 1% de esperanza de poder comprar. Hay tres colas, una de mujeres
con sus bebés, otra de los adultos mayores, y esa, la que nunca se termina. Es un lugar lleno de
mucha mala educación, no hay orden, no hay respeto, los guardias meten a quien le da la gana. Es
un maltrato para esos bebés, desde la madrugada, todo el día llevando calor, abuelos pasando
penuria, para en su mayoría no comprar nada. Pasan las horas, entre empujos, gritos y sudor logró
Simeone pasar. Dentro de las instalaciones del abasto no hay aire acondicionado, el resplandor es
muy intenso, los abanicos de cartón de lado a lado, ahora hay que hacer otra cola, pero para
cancelar los productos, el calor parece ser más penetrante, el punto se tarda unos 4 minutos por
persona, el cajero, rubio de ojos muy grandes, viste de jean, botas de seguridad y una camisa roja
con el logotipo de la empresa, la cara de amargado del cajero no es normal y el trato al público es
extremadamente pésimo. El mismo olor del exterior está en el interior del bicentenario, pero con
menos intensidad, y Simeone pagó. Justo a las 2:46 pm y dijo: Esto no lo vuelvo a hacer nunca,
Mucho pierdo, poco gano. Para alguien que no acostumbra a hacerlo, es toda una aventura.
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