Los actos desinteresados ejemplifican quiénes somos
Buenas gente, en esta ocasión quería contarles una anécdotas de cuando yo tenía unos 9 años, la cuál recuerdo con gran claridad a pesar de mi edad. La anécdota comienza con una visita con mi madre a una de sus mejores amigas. Ellas tomaban un té o café, no lo recuerdo, plácidamente como muchos domingos. Así sin más al marido de la amiga de mi madre le dió un pre infarto y casi se desploma frente a ella. Con mi madre lo sujetaron y lo llevaron a un sillón, llamaron a la ambulancia la cuál llegó rápido y pudieron atenderlo. Por fortuna debido a su edad no fué algo grave, tenía al rededor de 40 años, no lo recuerdo, pero era joven para tener un infarto y por eso mismo no fué grave. El hombre se negaba a ir al hospital, casi discutiendo con los paramédicos, por que tenía que terminar una casita de juego para su hija, que cumplía años al día siguiente y como buen padre y buen carpintero que era no quería fallarle.
Su mujer intentaba convencerlo de que fuera al hospital, que solo quedaba pintar la casa y algún que otro retoque, pero el continuaba negándose. Quería ser un padre ejemplar. Los paramédicos lo convencieron diciéndole que si no iba tal vez su hija se quedara sin casa de juegos y sin padre, por lo que terminó accediendo. Lo subieron a la camilla y luego a la ambulancia, su mujer lo acompaño y le pidió a mi madre que cuide la casa y espere que su hija la traían pronto (algunos parientes, no recuerdo quienes). Por supuesto que mi madre accedió, y nos quedamos pacientemente esperando, de todas formas no parecía algo grave.
Al rededor de una hora después llegaron los paramédicos que llevaron al hombre al hospital y nos comentaron que con el permiso de la mujer del hombre hospitalizado iban a terminar la casa de juegos de la niña, y se pusieron manos a la obra, al parecer tenían experiencia pintando por que según cuenta mi madre la casita de juegos, sillas y mesa quedaron muy bien pintadas, ahorrándole varias horas al padre que estuvo hospitalizado hasta el día siguiente que por suerte pudo asistir al cumpleaños de su hija y la cuál jamás le hubiera entregado su regalo a tiempo de no ser por los paramédicos.
La historia demuestra que siempre hay personas desinteresadas, aunque muchas veces no lo parezca y aunque a la edad que yo tenía en ese momento no me pareció muy impactante, no necesité más que algunos pocos años más para entender lo importante de una acción desinteresada y para que ese acto generoso quedará en mi, marcado para siempre.
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