Vencer a la Vida
Todos tenemos un mundo interior, pensamientos que nunca saldrán a la luz, secretos que nos atormentan, o por el contrario, nos hacen sonreír, pero los mantenemos ocultos a otras mentes, ya sea por miedo, por vergüenza, o porque simplemente nos consideramos personas un poco mas reservadas, y vemos innecesario compartirlo todo con los demás. Sea cual sea el motivo, el caso es que siempre nos guardamos algo, no somos lo bastante transparentes, o mirándolo de otro modo, somos precavidos a la hora de utilizar sentimientos, que a veces, no sabemos controlar, definitivamente, nos refugiamos en un silencio oculto, nos colocamos la máscara de la verdad, pero escondemos nuestro verdadero rostro, y vivimos de una apariencia imaginaria, pero que a los ojos de otra persona, resulta real, auténtica e indiscutible, nadie puede recriminar nada, pues desconocen los verdaderos cimientos de nuestras neuronas.
Me gustaría compartir con vosotros una historia inolvidable, al menos para mi. Una historia repleta de sentimientos incomprendidos, sentimientos indescifrables a los ojos que solo ven lo que uno muestra. Una historia imaginaria, o quizá real, según el enfoque que decidáis darle.
Lucas era una persona normal, con sus defectos y virtudes, pero con un buen corazón. Habría hecho algún que otro trapicheo, pero como cualquiera de nosotros a lo largo de nuestra vida, todos sabemos que nadie es perfecto, y a veces cometemos errores, que nos enseñan, o nos cambian para siempre.
Con sus 35 años, tenía casa propia, un trabajo donde le pagaban lo necesario para poder vivir sin ahogos, y una familia que lo adoraba porque era hijo único. Todo le iba bien, o al menos él decía que era feliz, y pocas personas pueden decir eso con tranquilidad, ya que el ser humano es inconformista por naturaleza. Pero Lucas tenía todo por lo que había luchado. No estaba casado, él no creía en el matrimonio, pero adoraba a su novia, con la que llevaba 7 años saliendo. Estaban completamente enamorados, y lo sé porque solo había que verlos juntos. Eran una de esas parejas que sabes que van a durar toda la vida, porque están hechos el uno para el otro, era una de esas relaciones que se basan en la confianza y el respeto de verdad, porque no lo dicen, si no que lo demuestran día a día.
Lucas era un tipo reservado, pero solía caer bien, porque aunque no hablaba de su vida privada o pocas veces daba su opinión, era una persona bastante simpática, y casi siempre estaba al servicio de los demás. Pasara por el problema que pasara, nunca le faltaba una sonrisa en la cara. Era difícil averiguar si Lucas estaba bien o mal, incluso a sus seres queridos mas cercanos les resultaba complicado saber a ciencia cierta el estado de ánimo verdadero de Lucas.
Era tan querido por todos, que nunca escuché a nadie decir una palabra mala de él, todo lo contrario, era muy admirado y respetado. Para las mujeres, un hombre de los que ya no quedan, decían; sus amigos lo estimaban demasiado y en ninguna fiesta podía faltar, Lucas animaba hasta un velatorio si se lo pedían. Lucas era la clase de amigo que a todo el mundo le gustaría tener.
La vida da muchas vueltas, tantas, que a veces nos mareamos y perdemos el rumbo, lo importante es que sepamos volver a encontrarnos, y agarrarnos a lo que sea para que aunque la vida gire, nos mantengamos estáticos y fuertes a lo que tenga que pasar.
A pesar de tener una vida plena, Lucas comenzó a sentirse abatido cuando su novia se marchó por unos meses a trabajar fuera. De pronto, las cosas comenzaron a torcerse. Al principio, no le resultaba difícil vivir alejado de ella, intentaba mantenerse ocupado, salía mas a menudo con sus amigos, visitaba con frecuencia a sus padres, echaba horas extras en el trabajo, todo cuanto fuera necesario para no echarla tanto de menos. Pero esa energía con la que se había planteado afrontar la situación, comenzó a flaquear en un mes.
Todo comenzó en el trabajo, los días se le hacían eternos, se esforzaba muchísimo por una empresa que apenas lo recompensaba, todo lo contrario, exigían y exigían sin darle nada a cambio. Cuando llegaba a casa, notaba la ausencia del apoyo que le había brindado siempre su novia, y eso lo destruía, no se sentía capaz de llevar ese peso laboral él solo. Aun así, aguantaba como podía, luchaba cada día por no rendirse, pero la fuerza se alejaba de él como el mar se aleja de una orilla mojada.
Cuando dicen que las desgracias nunca vienen solas, es porque no le falta razón a ese dicho estúpido. Su madre murió de una forma repentina, y el dolor que él sentía al no poder tenerla a su lado, lo destrozaba por dentro, aunque nunca lo habló con nadie. Sabía que todo el mundo muere algún día, pero nunca pensó que su madre lo abandonaría tan pronto, y sin tener la oportunidad de despedirse, se fustigaba por ello, aunque coherentemente sabía que no le serviría de nada, pues su madre no volvería.
Sufría tanto que le era imposible levantarse cada mañana, y tuvo que pedir unos días en el trabajo, con la esperanza de asimilar la desgracia y volver a ser el que siempre fue.
Tenía visitas todos los días, amigos, compañeros de trabajo, su padre, todos estaban tan pendientes de Lucas, que a veces se olvidaban de sus propias vidas. Y es que era tan chocante verlo así, que todos mantenían las expectativas de que Lucas volvería a ser el de siempre. Le regalaban cosas para levantarle el ánimo, lo sacaban a tomar algo para que el sol bañara su piel y pudiera deshacerse de esa piel demacrada y pálida que había adquirido rápidamente. Pero nada servía. Lucas se apagaba con cada día que pasaba.
Sentía odio por la vida, sentía odio a si mismo, y sentía odio por cualquiera que intentara hacerle ver que la vida era maravillosa. Perdió ese encanto que encandilaba hasta al mas miserable. La luz de su rostro se esfumó como cuando la luna se coloca entre la tierra y el sol, y deja esa penumbra que se parece a la noche, pero no lo es.
Su novia lo llamaba cada vez que podía, pero no era constante, y eso lo hacía sentirse mas solo aún. Le faltaba su otra mitad, y solo con sus palabras no bastaban. Le suplicó que volviera, la necesitaba mas que nunca, ella era la fuerza que le faltaba, ella era la única que comprendería su auténtico dolor, ella sabría consolarlo, sabría aportarle el amor necesario para que Lucas pudiera volver a volar. Pero su novia estaba en el trayecto mas importante de su carrera, y no podía abandonarlo todo ahora, había llegado hasta ahí con mucho esfuerzo, no se permitiría fallar ahora. Lucas le rogaba incesantemente que necesitaba oler su pelo, añoraba los besos tiernos que lo hacían sentir vivo, sus caricias le enseñarían a volver a valorar lo importante, pero ella siempre contestaba con la misma negativa. Sus palabras de rechazo eran dulces, pero a él lo arañaban por dentro, creando una cicatriz cada vez mas grande, que no podría cerrar sin más.
Su mundo se desmoronaba. Su bienestar desaparecía. La realidad se distorsionaba. Lucas había dejado de ser él mismo para convertirse en un alma errante que limosnaba una mínima comprensión. Todo lo que intentaba era en vano. Acabaron por despedirlo, pues el estado en el que se encontraba no le permitía concentrarse lo suficiente como para trabajar. Sus amigos, llamaban menos insistentes, lo daban por perdido y ellos ya tenían sus propios problemas, como para intentar ayudar a una persona que no se deja ayudar. Su padre decidió irse voluntariamente a una residencia, bastante calvario le resultaba a ver perdido a su mujer, como para ver día a día que su hijo enterraba su vida.
Lucas comenzó a sentirse solo, abandonado por los que dijeron quererlo. Se aferró a la soledad como si fuese la última rama de un árbol que fuera a caer. Pasaba los días metido en cama, no comía apenas, lloraba en las noches oscuras, aunque la oscuridad residía en su corazón. No tenía nada, no quería nada, todo lo que le hacía falta la vida se lo había arrebatado sin preguntar, y él no quería aceptarlo, en lugar de ello, se atormentaba por algo que ya no tenía solución. Debía ponerse en pie y seguir luchado, al fin y al cabo, él si seguía vivo. Pero cuando decidía levantarse, los tormentos de la soledad le susurraban al oído, y con la mano del miedo, lo tumbaba de nuevo en la cama, con los labios del dolor lo besaba en la frente y era la angustia quien terminaba por cerrarle los ojos.
Cuando parecía todo perdido, cuando las esperanzas se largaron con la risa de la felicidad, su novia volvió a casa.
Fueron semanas de esfuerzo, pero ella sacó a Lucas de la depresión mas voraz. Lo amó mas que nunca, lo escuchó, lo entendió como si se tratara de ella misma. Y al final, Lucas volvió a levantarse.
Recuperó su trabajo, se reencontró con sus amistades de toda la vida, visitaba a su padre con frecuencia, todo parecía a ver vuelto a la normalidad.
Había pasado un año desde el fallecimiento de su madre, parecía que todo lo malo había desaparecido, pero las apariencias siempre engañan.
Si es verdad que Lucas volvió a su vida de siempre. Volvió a ser admirado y respetado, querido por todos, volvió a implantarse esa enorme sonrisa en su cara, y desde lejos, parecía invencible. Pero la realidad era otra. Cuando Lucas se quedaba solo, lloraba, lloraba y se lamentaba de este mundo injusto. Algo había cambiado en él, quizá la forma de ver la vida, quizá la inseguridad de creer en si mismo, quizá la desgana de luchar por algo que puede desparecer en cualquier momento. En el interior de Lucas se había creado un rinconcito lleno de pena, de una tristeza incomprensible para nadie, solo para él. No creía en nada, la pasión de su corazón se había evaporado como una nube novata, y la razón ya no lo escuchaba, se había tapado los oídos con un algodoncillo llamado inestabilidad.
Cuando conseguía huir de la mentira que ahora llamaba vida, se encerraba en su casa solo con la compañía de sus pensamientos fúnebres. Se maldecía, se odiaba cada vez mas, ¿Cómo podían las personas ser tan falsas y vivir en una injusticia constante? ¿Para que tantos esfuerzos si todos morimos? ¿Qué significado tenía la vida si la muerte siempre le ganaba? ¿Realmente las personas se preocupan por otras personas? ¿Cómo podían no darse cuenta de su sufrimiento? Las mismas preguntas, una y otra vez, revoloteaban por su cabeza enferma, y nunca obtenía respuesta, solo la respiración acelerada de su propio cuerpo, que al igual que su mente, se sentía encarcelado.
Había engañado a todo el mundo, les había hecho ver lo que realmente querían ver, pero la verdad era otra, la realidad era que Lucas no consiguió levantarse, Lucas se había rendido hacía ya mucho tiempo, pero nadie lo sabría jamás.
Esfuerzos y mas esfuerzos a lo largo de nuestra vida, y las recompensas nunca son como las esperamos verdaderamente, pero o luchamos, o nos conformamos, nadie se planta y dice hasta aquí, yo se la voy a jugar a la vida. ¿Eso no se puede hacer? Supongo que no, la vida es tal y como es, y nosotros tenemos que adaptarnos a ella, no ella a nosotros.
Una mañana, Lucas se despidió de su novia cuando se marchaba al trabajo, con una enorme sonrisa pero una sospechosa mirada. Le dijo un te quiero al oído y la abrazó como si quisiera fusionarse con ella.
Llamó a su padre a la residencia, le agradeció todo cuanto había hecho por él, y sin planearlo lloró como si volviese a tener 5 años. Su padre entendió que lo echaba de menos, e intentó tranquilizarlo prometiéndole que pronto se verían. Lucas se calmó, y susurró un te quiero.
Incomprendido por la sociedad, vencido por el miedo, abandonado y desterrado por la felicidad, sumido en los recuerdos oscuros, tomó una decisión irrevocable. Quiso subirse en la barca de la negatividad, para que por los ríos de la incertidumbre, lo llevara hasta un final inesperado.
Lucas estaba totalmente consciente de los actos que iba a cometer. Por primera vez en su vida, estaba decidido. Sintió en sus adentros, que el miedo se había ido, y después de mucho tiempo, sonrió sinceramente en el espejo, mirándose a los ojos, sintiéndose comprendido por él mismo. Supo lo que tenía que hacer, estaba fuerte, por sus movimientos, parecía que llevaba haciéndolo toda la vida, parecía que había nacido para ello.
El reloj marcaba las 5 de la tarde cuando su novia llegó a casa y encontró su cuerpo inerte. Parecía estar dormido, pero el escalofrío que ella sintió por su espalda le decía que no lo estaba. Lucas se había marchado para siempre. A su lado había una pequeña nota, en la que decía bien poco, unas cortas palabras de afecto, insignificantes para ella en ese momento. No había explicación, ni disculpas, simplemente que la amaría por toda la eternidad. Pero eso a ella no le producía ningún sentimiento ahora, su cuerpo, inmóvil, la miraba con desprecio, y ella solo podía pensar en una cosa, ¿Por qué?
El suicidio, casi siempre, es considerado como un acto de cobardía, pero, ¿lo es? Se sabe poco de este suceso, porque es una decisión tan personal, que aunque haya personas que han sobrevivido a un intento de suicidio, no suelen compartir sus pensamientos con el mundo exterior.
Creo que no es una decisión que se tome a la ligera, podría ser pensada, valorada o incluso planeada con bastante tiempo, pero seguiremos desconociendo los motivos verdaderos.
Yo me pregunto, ¿Qué puede pasar tan grave para llevar a una persona a ese limite? ¿Tan solo se tiene que sentir para no dejarse ayudar por las personas que lo quieren? ¿Por qué no utiliza esa fuerza de voluntad para seguir adelante en vez de para quitarse la vida? ¿Somos tan débiles? ¿Llega un momento donde somos incapaces de controlarnos a nosotros mismos?
Claro que por otro lado, intentándome poner en los zapatos de otro, llego a entender que es una decisión personal, que nadie tiene derecho a obligarnos a vivir si somos nosotros quienes no queremos. Pero, ¿Seríamos capaces de aceptar tal cosa? Si alguien a quien conocieras, te dijera, me voy a quitar la vida, ¿Lo aceptarías sin mas? Yo al menos no podría, inconscientemente haría todo lo que estuviera en mi mano para ayudar a esa persona, inocente de mi, sabiendo sin saber, que si esa persona a llegado a ese límite, es porque quizá no le encuentre sentido a nada, ¿O quizá porque no ha escuchado las palabras adecuadas? Todo este tema, es muy triste, pero nada mas lejos de la realidad, hay muchas personas que se suicidan, y en la mayoría de los casos, son tratados con indiferencia.
Supongo, que como en todo, existirá una escala de gravedad, me explico, por ejemplo, en el caso de Lucas, ¿Creéis que tiró la toalla sin motivos? ¿Podría haber luchado mas? Seguramente la respuesta sea sí, pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar sus motivos? ¿Acaso alguien puede sentir con exactitud lo que él sintió? No, podemos imaginar, pero jamás sentiremos lo que él sintió.
Y si ahora pongo otro ejemplo, una persona que tiene una enfermedad terminal, y no quiere sufrir a conciencia si sabe que va a morir igualmente, ¿Es mas comprensible que se quite la vida? Sigue siendo un suicidio, ¿Por qué podríamos entender mejor a esa persona que a Lucas? ¿Los motivos valoran la vida de una persona? ¿O es el sufrimiento lo que se mide? Todos no sufrimos igual, ni a todos nos afectan los mismos motivos, y si somos libres, ¿No podemos también ser libres al decidir como morir?
Preguntas inquietantes sobre un tema delicado. ¿Podremos afrontarlo algún día con normalidad?
Cuando veas a una persona pasarlo mal, no juzgues, por muy sencillo que te parezca el problema, ayúdalo. No todos vemos las mismas salidas, ni tenemos las mismas fuerzas. La gente va con prisa a todas partes, sin pararse a mirar, cada uno va preocupado en su vida, sin mirar la vida del ajeno, a no ser que quiera criticar. Cambiemos eso, vayamos con mas calma, escuchemos cada palabra que no salga de nuestros labios, ayudemos al prójimo aunque no lo pida, observemos con tranquilidad, y nunca neguemos la mano a quien lo necesite, algún día podríamos ser nosotros mismos.
Excelente post, muy buena historia de reflexion, la invito a visitar mi post https://steemit.com/art/@jadnven/prepara-tu-mente
Muchas gracias!! Ahora mismo leo su post