OPINION | Mandy, o la venganza que habría querido dirigir Franck Hueso

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En las sabias palabras de Roger, de American Dad… Prepárense para sentir | Fuente: Amazon

Los padres de la contracultura, ese fenómeno cultural en contra de todo lo establecido que tan enamorado estuvo de romper las reglas como de usar cuanto psicotrópico hubiera a la mano, deben estar sonriendo de lo lindo. Aunque durante mucho tiempo hubo un prejuicio contra esta tendencia por su evidente relación con el LSD y las drogas recreativas, lo cierto es que las ventajas y el valor estético de la misma por mucho han superado su mala fama. Y así, durante el final de esta década, el lenguaje visual del arte psicodélico – patrones caleidoscópicos o fractales, colores altamente contrastantes e imágenes surrealistas – ha tomado una enorme relevancia en la cultura popular.

Quizás el cine sea la forma de arte que ha tenido una mayor exposición al arte psicodélico, con obras seminales como The Trip (Roger Corman, 1967), Barbarella (Roger Vadim, 1968), Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) y El Topo (Alejandro Jodorowsky, 1970) inspirando a toda una legión de directores a probar suerte en el género. Tal ha sido la influencia estética de la psicodelia que ésta ha tenido una fuerte pegada en la animación, las series de televisión y hasta en los videojuegos, en especial durante los años 90 y 2000; títulos como Aeon Flux (1991-1995), The Ren and Stimpy Show (1991-1996) y, más recientemente, Adventure Time (2010-2018), Rick and Morty (2013-actualidad) y Hotline Miami (2012) han demostrado que esta colorida tendencia da literalmente para todo.

Sin embargo, durante los años 80, el arte psicodélico y el cine de terror hicieron una relación mucho más estrecha de lo que cabría esperarse. Mezclando de manera sublime violencia estilizada con imágenes etéreas y sumergidas en magenta, directores como Dario Argento, John Carpenter, David Lynch y il capi di tutti capi David Cronenberg crearon obras auténticas que marcarían la imaginación de muchísimos artistas en los años por venir, y de las que siempre cabe preguntarse por qué no hubo una conexión tan extendida con el gran público como podría haber sido.

Y, aunque muchos de ellos ya están alejados de este tipo de imágenes…

... al parecer, siempre podremos contar con Panos Cosmatos.

Algo no se puede negar: el niño tiene buen ojo para el cine | Fuente: Movieclips Trailers

Hijo del fallecido cineasta greco-italiano George P. Cosmatos y la escultura sueca Birgitta Ljundberg, al buen Panos se le nota a leguas el interés por el cine psicodélico. Su primer film, Beyond the Black Rainbow (2010), fue íntegramente financiado con las regalías de ventas de DVD y Blu-Ray de la que probablemente fue la película más celebrada de su padre, Tombstone (1993). Estrenada en los festivales de cine de Tribeca y Whistler, la recepción de la misma fue un tanto ambivalente, con crítica y audiencia por igual aprobando la altísima factura visual de sus imágenes y su banda sonora, pero teniendo sentimientos encontrados con lo ritmo de su lento y lo abstracto e inconexo de su guión.

Algún éxito habrá tenido, sin embargo, porque siete años después de su estreno, y gracias al buen hacer de RLJE Films en la distribución y Legion M, XYZ Films y SpectreVision en la producción, Panos Cosmatos nos trae el que quizá es su largometraje más prometedor y sugerente a la fecha. Una violenta historia de venganza que recoge lo mejor de la estética de los 80s, lo más horrendo de ese Estados Unidos rural que nos es tan recóndito y un reparto extremadamente solvente y apropiado para la función…

… lo que es mucho decir cuando el reparto en cuestión incluye a Nicolas Cage.

Esa película es Mandy.

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Mandy nos transporta a lo más profundo de las Montañas Sombrías de Mojave, en el año de 1983. Red Miller, un leñador, vive allí con su novia, Mandy Bloom. De Mandy se nos muestra que es una dibujante e ilustradora de fantasía en formación que trabaja como cajera en una estación de gasolina; de Red, se nos muestra que ama y respeta profundamente a Mandy y, en sus diálogos iniciales en la trama, pronto se hace evidente que ambos son sobrevivientes de diversos abusos y traumas. Aunque la película es ambigua a la hora de ahondar en esto, se deja entrever que Mandy fue abusada por familiares y amigos cercanos, mientras que Red parece haberse rehabilitado de un marcado alcoholismo quizá motivado por sus experiencias como militar retirado.

Aún así, ambos viven una vida idílica en las montañas, sencilla y sin mayores comodidades.

Pero claro, esto no sería una película si la paz fuera duradera…

… y, en Mandy, el conflicto llama muy rápidamente a la puerta.

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Era mucho pedir que no la molestaran, con una habitación así | Fuente: Collider

En una clara referencia a las andanzas de Charles Manson durante finales de los 60 y comienzos de los 70, un oscuro culto que se hace llamar Los Hijos del Nuevo Amanecer entra en escena. Liderados por Jeremiah Sand, un cantante de folk caído en desgracia con un ego tan suelto como su cabello, los integrantes del culto se ponen en movimiento para raptar a Mandy – tras un encuentro fortuito en la carretera en el que su líder queda prendado de la chica – y guiarla a las licenciosas fauces de su mesías.

Decir que esto tiene consecuencias desastrosas para la relación de Red y Mandy es un eufemismo. Pronto, Red se hallará a sí mismo como agente vengador de la desafortunada y horrenda muerte de su novia y, en la tradición de las películas de acción más ochenteras, pronto sólo querrá mascar chicle o patear traseros…

...y se le acabará el chicle muy pronto.

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Linus Roache la saca de jonrón como Jeremiah Sand, o Jesucristo Superyonki | Source: Collider

El material sobre el que trabaja Mandy no es el más original sobre la faz de la Tierra: probablemente ya hemos visto una que otra historia – eufemismos, de nuevo – en las que una bestia de hombre, pacificado por el amor de una adorable figura femenina, decide volver a sus andanzas una vez ésta muere. Sin embargo, es difícil achacarle algo en contra al guión de Cosmatos cuando Mandy lo hace tan bien: el ritmo es más que justo, la película no cae en largas sobreexposiciones de trama y se nos permite, como audiencia, rellenar los hoyos faltantes con lo que más lógico, o bien sobrenatural, nos parezca.

La ambigüedad, al parecer característica de Cosmatos en sus historias, es bienvenida en una película que bebe de tantas influencias; el terror más ochentero de Carpenter, la violencia más gráfica de Argento y las visuales más surreales de Lynch se reúnen aquí para darnos una trama sencilla, directa y que se presta a la reinterpretación en diferentes visionados. Que no es decir que sea perfecta; el giro de americana pastoral a thriller sanguinario tiene algunas flaquezas de lógica interna que no harán mucho por ganar el respeto de quienes disfrutan sus películas mejor con una buena dosis de coherencia.

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Esta noche, en Desafío sobre Fuego… Nicolas Cage nos presenta su Machacadrogos 3000 | Fuente: Collider

Eso sí, en lo que a producción respecta, Mandy es poco menos que impecable. Panos Cosmatos mantiene el buen trabajo que realizara en Beyond the Black Rainbow y lo eleva a la enésima potencia con una dedicación al detalle que asombra. En consecuencia, nos entrega algunas tomas dignas de elogio, donde se nota que Benjamin Loeb – el director de fotografía de Mandy – y él realmente se divierten con lo que hacen. Tanto en el primer acto de la película, más subliminal y etéreo en su aproximación, como en el segundo y tercer acto, más dados a la acción y la violencia irrestrictas, el dúo al mando de la cámara demuestra un muy buen hacer.

Mención aparte merece el excelente trabajo de Jóhann Jóhannsson en la banda sonora. El veterano compositor, habiendo venido de auténticas maravillas como Prisoners (2013), Sicario (2015) – cuyas tonadas y lenguaje se ven más reflejadas aquí – y Arrival (2016), entrega aquí una serie de melodías tan perturbadoras y oscuras que es difícil concebir Mandy con otra banda sonora que no fuera la suya. Proyectos como éste hacen que su muerte, ocurrida en febrero de 2018 por una sobredosis accidental, sea tremendamente desafortunada, al habernos robado a un músico y compositor en la plenitud de su carrera.


Verdaderamente forjando a la bestia, p**ra…


En el apartado de la actuación, probablemente estemos ante la película responsable del resurgir de la carrera cinematográfica de Nicolas Cage… por razones que, al menos de momento, escapan de mi comprensión. Cierto es que estamos ante la primera película en mucho tiempo en la que el ya curtido actor hollywoodense se entrega de nuevo a la idea de actuar, siendo capaz de un rango expresivo y de una seriedad en su trabajo que recuerda al Cage de Leaving Las Vegas (1995) y Adaptation (2002). Pero, la verdad sea dicha, es un papel demasiado cercano al actor y a su, digamos, peculiar forma de ser, a un grado en el que uno no hace sino preguntarse si su casting no es una especie de chiste interno. Por lo pronto, tiene el beneficio de la duda.

Los que sí brillan con luz propia y sin dejar lugar a dudas son Andrea Riseborough como Mandy y Linus Roache como Jeremiah Sand. La primera hace un trabajo verdaderamente adorable como una chica retraída e inmersa en su mundo, muy creíble en su papel como artista de vanguardia y stoner girl y a la que, por motivos evidentes, se le echa muy en falta y se quisiera ver más de su actuación durante el metraje de la película. Del segundo, sobra decir que Mandy confirma lo triste de que sea un actor secundario entregado más que nada al cine independiente y la televisión; su perturbado y enfermizo Jeremiah Sand es el villano que esta película merecía y más.

Como notas curiosas en el resto del reparto, encontraremos a algunos veteranos en el género del horror y los papeles antagónicos en él: Bill Duke hace una muy buena nota anecdótica como Caruthers, el mejor amigo de Red y una de las pistas más fuertes que nos da la trama al respecto del pasado de éste. Richard Brake, quien goza de cierta celebridad en la actualidad gracias a haber actuado como el Rey de la Noche en Game of Thrones (2011-actualidad), aquí aparece como un ermitaño químico, responsable de una muy potente mezcla de LSD que da subtexto a varios eventos dentro de la historia. Y Ned Dennehy, secundario de gran experiencia en producciones audiovisuales de terror y crimen, da vida convincentemente al seguidor más ferviente de Los Hijos del Nuevo Amanecer, en un papel repleto de mala vibra y horror.

Todo lo aquí comentado se resume en un único veredicto: aunque, ciertamente, no es para todo público, Mandy es una delicia de película. Una obra que imprimirá imágenes que se quedarán por mucho tiempo en tu mente, que quizás rescate o impulse las carreras cinematográficas de más de uno de sus integrantes – sin duda catapultará la de su director – y que, ames u odies los devenires de su trama, no te dejará indiferente.

Y aún si no lo hace...



🤘 | Fuente: Maxim

... ¿en serio vas a decirle que no a una p**a pelea de sierras eléctricas?


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Vaya, que reseña tan completa e interesante. Ya, nada más con la introducción acerca del cine psicodélico, ya quedé atrapado. Ahora no tendré más remedio que ver la película y ver en cual de los bandos me anoto, los que la odien o los que la amen...

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Tengo la sospecha de que vas a amarla. Visualmente la película es un auténtico disfrute, si aprecias ver la fotografía de las tomas, Mandy te dejará con la mandíbula en el piso en más de una 😁

I loved this film. My favorite horror film in years.

Agreed, @distantsignal! And that's saying a lot for me, given I'm not a huge fan of horror films.

But Mandy mesmerized me since the movie's first two or three minutes 😍