El juego ~ {cuento} | PARTE II
«Hoy vamos a jugar al banco».
«No Marce. No entiendes. Vamos a jugar es a la familia».
«Al banco, mira, ya recorté los billetes. Ya no quiero jugar más a la supuesta familia. Eso es para los grandes».
No podía ser real.
«No Marce, por favor, no me hagas esto».
El día más temido se encontraba frente a ella. En sus peores pesadillas su mente lo recreaba: Marce dejaba de jugar a la familia. La expresión de su cara le confirmaba que sus ganas de detenerse eran reales: tenía los ojos vacíos, como si la familia no le importase, sus sentimientos no le importasen, ella no le importase para nada.
Las lágrimas comenzaron a bañar su cara mientras tomaba a Marcela del brazo, que la miraba con desprecio. «Cuando jugamos a la familia yo sé que tú me quieres». «Chama no seas así, ya no me gusta lo de la familia, en serio». Marcela hizo el intento de salir del cuarto pero la empujó suavemente para detenerla. Con la respiración agitada del llanto comenzó a deshacerse de la ropa de Marcela, que luchaba por soltarse. Atrapada contra la pared como la tenía, el par de botoncitos que surgían sobre su pecho quedaron al nivel de su cara y comenzaron a erizarse ante sus dedos. Mientras la abrazaba, llevó la boca hacia uno de ellos. Sabía que no podía vivir sin Marce. Sabía que no podía vivir sin que Marce quisiera vivir a su lado. Lo que no sabía era qué le dolía tanto dentro de su cuerpo ante la negativa de su Marce, que quedó paralizada ante su tacto. Se sentía rota, averiada; su prima no quería repetir fuera de la cobija lo que durante meses habían desarrollado entre ellas, algo que se sentía tan natural y reconfortante. Antes tan efusiva y juguetona, ahora la hermosa Marce se negaba a acercarse a su cuerpo vibrante que anhelaba sus deditos rosados con uñas mordidas en las puntas, como si el amor que se enredaba entre sus cabellos también hubiese sido una farsa dentro del juego y no un sentimiento real. Entre gemidos de dolor murmuraba su nombre, como si intentase invocar a la Marce que la quería para que ocupara el cuerpo de la que se encontraba ante ella: fastidiada, con una mezcla de terror y enojo en su cara.
«¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO USTEDES AQUÍ?!»
No escucharon la puerta.
****:O TAN TAN TAAAAAAAAAAANNNNNNN****