Daily report: A cualquiera de nosotros le crece la nariz en cualquier momento
Hoy vi una película española que me gustó muchísimo. Varias razones consiguieron que Perfectos Desconocidos me atrapara desde que la comencé a ver, y eso que no suelo ver películas españolas (cosa que tendrá que cambiar). Dejo ahí el trailer de esta joya de Alex de la Iglesia.
En resumen, y sin hacer spoilers, la película trata sobre un grupo de amigos que se reúnen para cenar en casa de una de las parejas. Tres parejas y un hombre más (cuya pareja no pudo asistir por una presunta enfermedad) llegan a la residencia, cada quién con su aporte, justo el día de un eclipse de luna roja. El tema del eclipse se vuelve trascendente momentos previos a la cena, mientras todos comienzan a compartir las percepciones y comentarios que han escuchado al respecto. De acuerdo con estos comentarios, el fenómeno lunar tiene cierta influencia negativa en el comportamiento de personas y animales. En una de las escenas, se escucha un estruendo fuera de la casa; todos salen a ver qué sucede y comienzan a ver el caos en la calle. Choques de vehículos, discusiones entre conductores, peleas de perros. A todas estas, la culpa es del eclipse.
Al volver adentro, la tensión va subiendo entre los comensales por algunas diferencias de opiniones, por lo que una de las presentes decide proponer un juego: todos deben colocar sus celulares en el centro de la mesa y cualquier mensaje, llamada o correo deberá ser leído y/o atendido a la vista y oídos de todos. La desconfianza y la inseguridad les impide aceptar de buenas a primeras, pero terminan todos participando en el intimidante juego. A medida que transcurre la noche, varias mentiras y relaciones escondidas se van revelando, generando un alboroto que va desde llantos, golpes hasta borracheras y decepciones. Al final, un manejo extraño de los tiempos crea un escenario en el que uno de los personajes tendrá en sus manos una decisión que cambiará el destino de todos.
La inquietud que me deja el film es un eterno dilema de la humanidad: ¿vale la pena mentir para salvar ciertas relaciones/circunstancias o se debe anteponer la verdad, aunque eso signifique separación? Aquí también entraría el tema de las llamadas 'mentiritas blancas', mentir u ocultar la verdad para "evitar" hacer daño a alguna persona.
Sinceramente, no estoy de acuerdo con esa premisa. Para mí, la verdad tiene un valor innegociable. No con esto quiero decir que no halla mentido (¡y vaya que lo he hecho!), sino que, tal vez por mi experiencia, considero que no lo vale. Cuando comenzamos a alterar nuestra versión de la realidad para tratar de ocultar algo, la desconfianza va surgiendo, y no hablo de los otros, de terceros, hablo de nosotros mismos. Al mentir, vamos creando una especie de muro en nosotros mismos que, así como impide a los demás acceder a nuestra realidad real, nos impide a nosotros salir de ella y confiar en los demás. Ahí va creciendo esa semillita maligna de "tal vez me esté haciendo lo mismo que he hecho yo y no soy capaz de darme cuenta".
Procuremos omitir esas mentiras, por muy blancas e inofensivas que parezcan. Inspiremos de manera honesta esa confianza que esperamos conseguir en los demás. Comencemos a hacer de nosotros esas personas que disfrutamos de conocer.