Relato: Angie la chica de los zapatos rojos
Angie era una joven de 14 años de edad, tenía el cabello largo y rizado de color castaño, alta, de piel blanca y con una hermosa apariencia. Ella era un poco tímida por lo que tenía muy pocos amigos, además, no le gustaba mucho salir de su pequeña casa en el bosque en donde vivía con su abuela Margarita y su madre Clarís.
Ella era un poco reservada, tenía una buena relación con su madre y abuelita quienes la criaron sin la presencia de su padre. Acostumbraban a conversar de todo lo que les ocurría durante el día, eran muy cariñosas entre si. Su abuela de avanzada edad, siempre que podía le hacia trenzas en su largo y hermoso cabello. Angie aprovechaba estas ocasiones para cantar su canción favorita.
En una oportunidad Margarita le hizo un regalo muy especial a su nieta, le obsequió unos tacones rojos, que durante su juventud ella uso en pocas ocasiones pero tenían un gran valor sentimental para ella. Sin embargo a Angie a pesar de que le encanto mucho sus zapatos, no se le había presentado una buena ocasión para usarlo.
Un día, Clarís le pidió a su hija que saliera a buscar unas zanahorias al huerto para el almuerzo. Este huerto se hallaba un poco apartado de la casa, se encontraba cerca de una vivienda que estaba abandonada. La joven llevaba consigo un bolso con las cosas necesarias, entre ellas un paraguas por si llovía, guantes, repelente para insectos, entre otras cosas.
Al salir de su casa, Angie tenía la opción de tomar el camino largo que era el más seguro o podía ir por el camino corto que era bastante solitario, un poco arriesgado porque tenía terrenos resbaladizos, además de animales muy peligrosos.
Ella decidió de forma inteligente, ir por el camino seguro. En el solo se podía ver árboles muy altos frondosos y de diversos colores, mariposas y mariquitas también. Al caminar por sus senderos se podía observar las diversas figuras formadas por las nubes en el hermoso cielo azul. A lo lejos pudo observar que la casa que solía estar sola, estaba haciendo habitada por una nueva familia que se acababa de mudar.
De pronto se escuchó un ruido extraño entre los arbustos que la asustó mucho, por lo que comenzó a correr muy de prisa. Al llegar al huerto, sacó una pequeña pala de jardinería y unos guantes de plástico, se los coloco y comenzó a ablandar la tierra, para que fuera más sencillo sacar la zanahorias que le pidió su madre. La primera que logro conseguir era un poco delgada y muy larga, luego de sacudirle la tierra la coloco detrás de ella, y así continuo asiendo con las demás, al terminar de sacarlas todas, miró atrás y no encontró nada.
— ¿Dónde están?, sé que las deje aquí— se pregunto ella un poco confundida, y empezó a buscarlas en su bolso y alrededor, pero no tuvo ningún éxito. Es en ese momento que ella se da cuenta que no estaba sola.
— Sé que hay alguien aquí, devuélveme mis zanahoria por favor— exclamo la joven con voz un poco temblorosa.
De inmediato se escuchó una voz desconocida pero muy amigable — tranquila no tengas miedo, solo estaba bromeando contigo— respondió un joven sonriendo, entregándole amablemente todas las zanahorias que tomo.
Se trataba del joven Mathew, de 15 años de edad, era moreno, de ojos grandes color marrón, cabello negro y con una sonrisa muy agradable, educado y con muy buenos modales. Ellos no se conocían porque recientemente su padre y él se mudaron al pueblo.
— ¿Podemos empezar a conocernos?, pareces una chica agradable— pregunta él de forma sincera.
— Sí me encantaría — responde ella complacida
— Disculpa que pregunte pero, ¿podrías acompañarme a mi casa? es que en el camino hay muchas ardillas y le tengo un poco de miedo, así aprovecho y te presento a mi madre y a mi abuela, se que les vas a caer muy bien— pregunta Angie un poco nerviosa
Varios minutos después
— ¿Qué te llevo tanto tiempo Angie?, estaba muy preocupada— expresa Clarís un poco angustiada.
— Lo siento mamá, estaba un poco ocupada con lo de las zanahorias y además, estuve conversando un poco con Mathew, vive en la casa que esta cerca de el huerto — explicó Angie
—Hola, soy Clarís, la madre de Angie un gusto en conocerte Mathew— dice muy alegre Clarís.
— El gusto es mío, gracias por recibirme en su casa. Me mudé ayer junto con mi padre y estamos planeado una pequeña reunión mañana por la tarde en nuestra casa, para conocer a los vecinos cercanos, si gustan pueden venir— expresa el joven de manera cortés.
—Claro nos encantaría asistir, ¿verdad Angie? — pregunta Clarís dándole un disimulado golpe en el pie a su hija
— ¡Sí!, claro lo que tú digas mamá — dice la joven con timidez.
— Esta bien Angie nos vemos mañana a las 4:00 pm, en el huerto ¿te parece? — propone Mathew con una linda sonrisa.
— Claro ahí estaré— responde ella.
Después de haberse despedido Mathew se dirige hacia su casa, mientras que Angie se queda muy pensativa por la invitación de él, — ¿debería ir o no? — se preguntaba ella, no dejaba de darle vuelta al asunto. Ya muy tarde en la noche, después de haber consultado con la almohada llego a la conclusión de que sí iría a la fiesta, — no perderé nada con ir, además, Mathew parece ser un buen chico — pensó ella y sin darse cuenta al cabo de unos minutos se quedó dormida.
Al día siguiente, en horas de la tarde Angie se encontraba arreglándose para ir a la celebración, usa un vestido color blanco, acompañado de los hermosos tacones rojos que le obsequio su tan querida abuela, para esta ocasión decidió utilizar su largo y rizado cabello suelto. Luego de haberse hecho las 4:00pm, la joven emprende su camino hasta llegar al huerto en donde se conseguiría Mathew, quien se encontraba esperándola.
Al verla quedo sorprendido, y sin titubear le menciono lo bien que lucía su vestido realzado por sus zapatos rojos. Luego de conversar un poco se dirigen hacia la casa que muchos conocían por sus apariencias tan tenebrosas y escalofriantes. Pero ahora, gracias a algunos arreglos y algo de pintura, se había convertido en una casa muy agradable.
Adentro se podía ver una mesa con una gran variedad de comida, algunas frutas, bebidas y un pastel, se escuchaba una alegre música y ya habían llegado muchas personas, entre ellas su madre y abuela que acompañaban al padre del joven.
Ella se sentía un poco incomoda ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de reuniones, a parte que no conocía algunas de esas personas que se encontraban en el lugar. Mathew le dedico casi todo su tiempo, le hablo de sus gustos, metas, entre otras cosa; ella se sintió bien en su compañía, esto la ayudo a ver que él podía convertirse en el amigo que ella tanto espero.
Aquella tarde le confirmo a Angie, la historia que su abuela le había contado, donde le expreso que la persona que usara esos impresionantes tacones rojos, tendría la dicha de conocer a una persona especial que formaría parte importante en su vida. A partir de ese momento la vida de ella cambio, dejo de ser la joven tímida y reservada, para convertirse en una persona segura y más tratable, lo que hizo posible conseguir muchos amigos.
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Orale pero que buen relato me gusto mucho y la imagen le da una muy buena entrada. n.n
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Muy entretenido tu relato, espero leer pronto mas!