Las oportunidades de la vida (II)
No todo lo que brilla es oro y no todo lo bueno llega en bandeja de plata...
Hablar con él revivió todos los recuerdos que creí olvidados: el día que nos conocimos, nuestras largas conversaciones nocturnas, nuestras ganas de estar juntos... cuando se fue sin decir adiós, cuando lloré al no saber si regresaría y al pensar que todo había sido un juego para él. Recuerdo que volvió un tiempo después, y nada parecía haber cambiado, hasta que nuevamente desapareció.
La última vez que lo había visto me dijo en forma de reclamo que lo había olvidado y le respondí con el tono más frío que pude encontrar, que estaba justo en el lugar donde merecía estar, en el olvido. Me preguntó también, si ya no lo quería; jamás olvidaré su expresión cuando recibió un rotundo "no" por respuesta.
Eso fue lo que me extrañó tanto de mi reacción al recibir esa llamada, se suponía que ya lo había olvidado, que lo había superado. Me di cuenta que no era así.
Esa misma noche acordamos una cita para vernos y ponernos al día, después de todo había pasado mucho tiempo desde aquella discusión y, de algún modo, queríamos recuperar el tiempo perdido.
Cuando lo vi sentí que a mi corazón se le olvidaba cómo seguir latiendo y noté, también, cómo su mirada se iluminaba al verme. Comenzamos hablando de todo un poco, el trabajo, la ciudad, la familia y los amigos; hasta que caímos en el tema inevitable: nosotros. Me preguntó si aún lo esperaba tal como le había prometido, a lo que respondí que no. Pareció ofendido con mi respuesta, por lo que me apresuré a explicarle que él se había marchado y nunca supe si regresaría, que en todo ese tiempo que desapareció conocí a alguien que me hizo acabar con la espera; le dije tantas cosas, tan atropelladamente, que me sentía tonta al decirlas, pero no me importaba. No me detuve hasta que dijo en tono fríbolo que parecía importarme mucho lo que él pensara.
Lo odié en ese momento porque hizo que me diera cuenta de que tenía razón, si, me importaba y me importaba mucho. No pude contenerme, le conté todo, confecé que jamás lo había olvidado, que mentí aquel día en el que dije que no lo quería y que siempre imaginaba cómo habría resultado todo si nunca le hubiese pedido que se alejara.
Me miró boquiabierto, no sabía qué decirme. Sonrió de momento pero después su sonrisa se volvió melancólica. Me dijo que le alegraba escuchar todas mis palabras pues, él nunca había dejado de pensar en mi, aún seguía queriendo estar conmigo, pero... en ese momento estaba con alguien más. Se disculpó conmigo, confezó que no sabía que hacer, siempre había soñado con las palabras que salieron de mi boca pero se sentía incapaz de lastimar a la mujer que le había tendido la mano cuando nadie más lo hizo.
Fue en ese momento, cuando mi corazón se me cayó del pecho y rodó por el suelo...
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