Las colas, un problema sin resolver en el epicentro de la crisis sanitaria
Cuba es un país socialista y totalitario, cuya economía está orientada hacia el inmovilismo de sus ciudadanos, el control y la regulación minuciosa del consumo. Por tanto, la escasez es inherente en la vida e la nación. Por lo tanto, las colas son un mal necesario y al parecer imposibles de controlar –o erradicar- aun en situación de emergencia y de peligro para la vida.
El cubano promedio no tiene la posibilidad de reunir los víveres necesarios para permanecer aislado y en casa por dos días, e incluso uno solo. De tal suerte que se le hace imperativo salir todos los días para buscar y encontrar –palabras complicadas en estos tiempos- el alimento del día.
Y es que así es como hemos vivido durante unos 60 años, con una libreta de racionamiento que “garantiza” a cada ciudadano un mendrugo de pan de 80 gramos al día. Es una economía de casi de guerra a la que ya estamos acostumbrados. Solo que las colas, muchas de ellas bien atestadas de personas, son parte de ese engranaje en el que la miseria se reparte.
Por lo visto, el mismo germen que es capaz de poner en pausa las economías más poderosas y eficientes del mundo, encuentra problemas con poner a raya las colas en la mayor de las Antillas.
Todo parece indicar que el régimen, en su diseño de gobernanza encuentra problemas para garantizar la alimentación de unos ciudadanos que nada tienen pues se les obligó –y ya es una norma- a recibir el pan de cada día. Solo eso, un solo pedazo de pan.