Depredador - Capítulo XXI
Capítulo XXI
—¿Y bien?— Insistió Liam mientras la miraba a los ojos, podía leer en ellos que ella estaba asustada pero sólo por un breve segundo, luego puso su rostro neutro e ilegible para el ojigris
—Eso no te interesa, devuélveme mi celular Liam— Ella extendió su mano esperándolo
—Quiero saber quién eres en realidad— Él se acercó peligrosamente a ella mientras que ella enarcó una ceja con una media sonrisa
—Yo soy Savannah— Respondió altanera y despreocupadamente
—Sé tu nombre, hablo de lo que quieres en realidad, ¿por qué haces todo esto?— Él frunció el ceño para luego quedarse pensando y como si fuera una revelación ofrecida en bandeja de plata, él comenzó a asociar todo. —Fue un autosecuestro ¿no es así?, todo este tiempo, ha sido un maldito autosecuestro—
Ella soltó una carcajada sarcástica para acercarse a él y envolverle el cuello con sus brazos
—¡Bingo!—
—Eres una…—
Ella sonreía pícaramente para acercarse a los labios de Liam y pasar su lengua lentamente por ellos
—Soy todo lo que tu quieras, pero tú vas a mantener esta boquita cerrada, no puedes interferir en mis planes Liam, no te quiero hacer daño— Su voz era calmada, tan calmada que le pareció a las aguas del mar ante un tsunami.
—Ya viste lo que puedo hacer, la que debería tener miedo eres tú— Por otro lado la voz de Liam era fría, odiaba las mentiras y odiaba pensar que la mujer que tenía enfrente no era tan buena como él creía desde un principio.
Savannah se soltó para arrebatarle de las manos su celular, ella hizo una llamada y Liam se cruzó de brazos esperando que se explicara.
—Soy águila, hubo una complicación y necesito que el caballo de troya se reúna mañana conmigo, de lo contrario todos nuestros planes pueden irse al demonio ya el depredador me descubrió.
Dicho esto, la mujer cerró su teléfono y miró a Liam a los ojos
—Mañana a las siete de la mañana te quiero listo, vamos a una reunión pero Alexander creerá que me acompañarás a recibir una mercancía del hospital.—
Liam asintió sin estar seguro de ello, no obstante él se dio media vuelta y salió hasta su cuarto pensando en lo que podía enterarse mañana y sobre todo ¿por qué sabían quien era él?.
La noche pasó muy lenta a la perspectiva de Liam pero una vez que el cansancio le venció, fue como pestañear para cuando el despertador anunció que era hora de levantarse. El ojigris fue hacia el baño e hizo su higiene matutina, se afeitó la barba y por último salió vestido con un jean una camiseta de los Rolling Stone y unos zapatos deportivos; por fin el misterio de Jade Savannah sería revelado -o eso pensaba-.
Cuando salió a la sala vio una escena que le iba a provocar arcadas si no apartaba rápido la mirada. Era el show de Alexander y Savannah besándose apasionadamente, luego de unos segundos, escuchó como el beso se rompían y el hombre carraspeaba con buen humor.
—¡Oh ya estás despierto!— Saludó el italiano con una sonrisa, Liam no le dedicó ninguna palabra y mucho menos una mirada, sólo asintió. —Bien, mi mujer me acaba de informar que necesita recibir una mercancía para el hospital así que serás su chofer y su guardaespaldas, Tráemela de regreso— Él se despidió de su mujer con otro beso, más corto, y salió hacia su despacho.
Liam salió hacia la camioneta y se montó en el lado del chofer esperando que ella entrara, tan pronto lo hizo le pidió indicaciones.
Savannah sonrió y luego de enviar un mensaje de texto, ella colocó la dirección a donde iban; el trayecto fue silencioso e incómodo, se sentía el ambiente totalmente tenso y no podía evitar pensar en que algo malo iba a pasar, quizás se debió haber despedido de Aubrey antes de salir y se lamentó no haber podido hacerlo. Se mordió el labio inferior mientras cruzaba el volante para doblar una esquina y seguir derecho.
—Tranquilo, entenderás muchas cosas Liam
—Estoy tranquilo— Dijo fríamente, Savannah no intentó volver a comunicarse con él si no hasta veinte minutos después cuando finalmente habían llegado a su destino.
Aquel lugar era una casa alejados de todos, era de esas que estaba totalmente blindadas, él respiró hondo para luego apagar el motor y bajarse de la camioneta.
Savannah se acercó a la pequeña cámara de seguridad que había en esa casa de un piso, automáticamente las puertas se abrieron dejándolos pasar. Él siempre con la mirada fría y seria, se metió las manos en el bolsillo de su pantalón deportivo y le siguió el paso hasta la puerta que de nuevo automáticamente se abrió, ellos entraron a la sala donde estaba lleno de computadoras y aparatos que él no tenía idea para que se usaban.
Rápidamente salió una mujer de baja estatura, pero con una sonrisa en los labios. Sus canas por todo el cabello delataban la edad que podría tener, Liam le calculaba unos 60 años.
—Savy, al fin pudiste venir—
—Lo siento, se me hacía imposible con Alexander vigilándome
—Falta poco querida, falta poco
—Lo sé — Savannah se acercó para abrazarla
—Liam ven, quiero que conozcas a Jessie— Liam no pudo evitar mirarla a los ojos, él jamás lo hacía pero todo aquello era tan nuevo para él que simplemente no pudo evadirlo.
—Estás tan grande muchacho— Liam frunció el ceño al no entender lo que ella había querido decir, pero antes que él pudiera pedirle una explicación a tanto enredo una voz lo sacó de sus pensamientos.
—Liam, finalmente estas aquí hijo mío— Él desvió la mirada hacia la figura de un hombre que él conocía muy bien, apretó las manos en un puño con ganas de ir a destrozarle su rostro.
—Padre.— Murmuró entredientes.
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