La Cristoteca de Víctor Contreras
Víctor se encuentra al otro lado de un chat, lo imagino sentado, como otras tantas veces, con un pantalón roto y gastado, una franela vieja, botas de montaña, el cabello corto bajo una gorra, siempre usa gorra, una sonrisa amable entre palabras lentas y pintorescas.
“Mi madre es muy religiosa” , responde cuando le pregunto por la temática de sus dibujos. Su más reciente serie, La Cristoteca, es una composición urbana en la cual se confunden las líneas divisorias entre lo divino y lo corriente, nada casual. Es evidente la intención del artista en plasmar su propio discurso sobre la humanidad.
La pieza principal es una crucifixión sin cruz, un Cristo de brazos abiertos a lo que parece una celebración, un carnaval entre hombres y animales bajo las guirnaldas que sostiene el anfitrión: “supe del Diablo la noche que al hambriento dije no” y, en la otra mano, “también esa noche supe que el Diablo es hijo de Dios”, ambas frases de Cabral. Para Víctor lo religioso es una excusa, específicamente la bestialidad de la religión o creencia.
Y aquí se conjugan los dos pilares de su obra: la divinidad y la bestia. Otro elemento constante es la necesidad de plasmar un entorno un tanto coloquial, intención que de hecho se manifiesta en su propio lenguaje, en su aspecto, en una acción mucho más profunda que desagradar, es más bien la victoria de quien comprende las características de su tiempo y las aprovecha.
Una de las piezas más llamativas por la exactitud de los cuerpos de los caballos, se trata de una lucha entre tres jinetes que deja ver demasiada virilidad bajo sus brazos, un calzado crocs un tanto peculiar, dos perros, dos rosarios y un antifaz. “La decadencia del hombre, su vitalidad para existir, es lo que me atrae. Su forma de ser en ocasiones precisas. La humanidad en estos tiempo no es salvación, es decadencia, es vivir”, expresa el artista.
Por su parte, la bestia parece un concepto más profundo y más sutil, al menos en La Cristoteca. Un carnero con detalles blanco y negro en su piel, con lombrices que salen de el, flotando sobre rosas rojas que contrastan con el azul del fondo, un ambiente de seducción. Un caballo en dos patas luciendo unos lentes de sol, dos mujeres danzando al fondo cual ninfas en el bosque y una entre sus patas con gesto de danza vulgar.
En ambos escenarios no puedo dejar de preguntarme, ¿cuál es la relación entre el sujeto que intuyo es hombre y la forma, en este caso de bestia, cuál es su justificación ?
“Lo que quiero expresar son las diferente formas que tiene el ser humano, sus demonios internos, que lo atormenta y en ese momento de despistaje de los personajes es cuando más resaltan sus debilidades y es cuando florecen los matices”, responde.
La Cristoteca es una síntesis de muchos años de trabajo. En cuanto a técnica es una mezcla de dibujo clásico que evidencia el estudio del cuerpo que ha hecho el artista, sin embargo, la simplificación de aquello que considera contemporáneo. Una tregua con el color que armoniza, a diferencia de sus anteriores trabajos monocromáticos, la distancia del sujeto con el límite, no es abrupto, no esta puesto al azar, se desenvuelve en su propio ambiente. Una solución a la relación que hasta ahora se hacía violenta, divinidad y bestia cuentan una historia sin caer en lo grotesco.
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