Cuando estamos estresados nos cuesta más actuar y adaptarnos. Generalmente entramos en un bucle de distrés que afecta cómo pensamos, qué hacemos, cómo aprendemos, las decisiones que tomamos, cómo nos sentimos e incluso nuestra motivación. Con todo, nuestro entendimiento de las cosas que nos rodean se modifica e incluso nuestra identidad se confunde a medida que el falso self aparece.
Consecuentemente, cuando movilizamos las cosas usando estrategias que se centran en el distrés, no solo comprometemos los resultados y el bienestar, también dejamos claro que no hemos tomado consciencia cómo para escoger sabiamente los recursos, para hacer uso de la motivación y el empoderamiento como propulsores de la comunicación y, en definitiva, para construir la mejor y más armoniosa realidad alrededor nuestro. En cambio, materializamos relaciones disérgicas que conducen a interacciones basadas en el miedo, a los juegos de poder circunstanciales, pensamiento grupal, deterioro moral, bajo desempeño, acciones en base a la necesidad, bajos niveles de satisfacción y eventualmente incluso la desesperación o desesperanza.
Es sabio considerar entonces la dinámica del estrés de cuando en vez. ¿Fluyen las cosas libremente en su propio derecho? ¿Están en cambio siendo empujadas de forma estresante en una dirección demasiado arbitraria? Porque más que tratarse de los caprichosos e inherentemente cambiantes destinos y planes que intentamos articular de antemano, la vida se trata del viaje que estos nos proveen.