Ven y déjame contar tus canas
Cuando somos infantes y lloramos, automáticamente conseguimos aquello que deseamos. Esta noche deseo tenerte aquí, y por más lágrimas que derrame hasta ahogarme en mi propio llanto, no consigo que regreses a mi vida.
Tu voz retumba entre mis oídos, tus abrazos los siento latentes en mi piel, estoy sola esta noche y llorando otra vez. No sé como decir adiós, y es que hace 5 años que no estás aquí, sigo sufriendo cada día más. Siempre tuve miedo de perderte y veía a la muerte como algo inexistente en tu camino.
Nunca me fijé en tus canas, producto de los años recorridos por tu cuerpo.
Nunca me en los detalles de tus historias, productos de tu experiencia en la vida.
Nunca me fijé en tus arrugas, producto del envejecimiento.
Nunca me fijé en la manera que tus ojos se hacían pequeños cuando te enojabas, producto de mi terquedad.
Nunca me fijé en los momentos, producto de mi falta de experiencia.
Nunca me fijé en los detalles, niña estúpida.
Y sobre todo, nunca me fijé en la falta que me harías, producto de las decisiones brutales de la vida.
Tu cabeza tan llena de sabiduría, de historias, de consejos. Tu corazón tan lleno de amor, dulzura y verdad. El tiempo tan lleno de despecho, dolor y tan jodidamente inevitable.
Hoy en día no puedo decirte lo mucho que te amo, lo mucho que te extraño y es que ya no estás en esta vida, ya no podemos compartir las tardes de domingo en el comedor, mientras me regañabas mil y un veces por el acomodo de mi vaso, por ser una niña con dificultad de comer, con problemas para disfrutar esos momentos tan preciados. Tus desayunos mañaneros, el café a medio día y las horas interminables de pláticas sobre mis clases de baile.
Recuerdo los recitales de ballet, las funciones de jazz, y es que la mejor parte de esos eventos era la llegada a casa, a contarte con lujo de detalles cada uno de mis pasos y recrearte el show completo, solo para ti.
Y es que la enfermedad te carcomió la oportunidad de ir, te enganchó a una máquina que nos robó los momentos más importantes de mi infancia, la muerte te robó mi adolescencia.