—Tenemos que conseguir la mejor foto. La más llamativa, la más hermosa e impactante.

Otra vez empezó con su fastidio, murmuró Julio mientras dejaba de lado su teléfono.

Irene estaba obsesionada con la atención en línea y siempre buscaba la mejor forma de superarse.

Todo empezó con una foto en la playa de ella posado junto a una roca muy llamativa. El montón de likes y de comentarios la conquistó hasta el punto de que su estado de ánimo bajaba cuando muy poca gente le comentaba o dejaba muestras de que le había gustado –mas no valorado- su esfuerzo.

Julio sabe que la razón principal por la que a la gente le gustó la primera foto –la de la playa Conoma- fue porque Irene posó en traje de baño y que su cuerpo, esculpido por horas en el gimnasio y dietas que rayaban con lo extremo. la idea de la foto fue de Julio: la roca con las algas de especies varias y los pequeños crustáceos que caminaban o vivían sobre ella captaron su atención. Irene, tan egocéntrica y queriendo figurar en todo, esperó a que él tuviese suficientes fotos de la roca para luego empezar una sesión de fotos junto a ella.

—Todo en esta vida tiene un límite. Incluso la superación tiene un límite —lloró Julio un día que Irene quiso tomarse una foto en el borde de una cascada que, si bien no estaba crecida, podía salirse de control en cualquier momento.

—Que la tomes, coño —ladró ella, fastidiada.

Con riesgo de perder el equilibrio, Julio se acercó al borde de la cascada artificial ya que el río fue modificado por su fuerte corriente y por las crecidas en tiempos de lluvia –los cuales estaban muy cerca para la víspera de la foto- y capturó las pruebas de que su novia estuvo en esa cascada y arriesgó la vida.

La idea de un límite o un techo que impida que supere su última foto era inexistente para ella. Las veces que no hablaba, trabajaba o hacía limpieza, Irene se la pasaba pensando en qué nueva forma podría superarse. Para alimentar su creatividad, veía las fotos de los demás. No importaba si eran amigos, familiares o extraños, ella tomaba nota y buscaba las maneras de superarlos.

Probó con diferentes tipos de maquillaje, a comprar o hacerse disfraces, probar con diferentes tipos de luces y decoraciones que a Julio ya tenían harto. Él hacía lo posible para pasar su tiempo libre fuera de la casa y no tener que participar de los intentos desesperados de Irene por gustar y mantener a sus seguidores.

El tramo final que llevaría a Julio a odiar todo lo relacionado con las redes, sería su viaje forzado a París. Irene le pagó el boleto y la reactivación de su pasaporte. Como él nunca había viajado al exterior se lo aguantó como mejor pudo.

Visitar y ver cosas que nunca antes había vivido le ayudó a mitigar el malestar que sentía por la actitud de su novia y su lamentable y moderna obsesión.

La razón por la que Irene quiso llegar a París era que en el mundo no había un lugar tan Aesthetic como la capital gala para la foto que quería hacer.

La torre Eiffel tenía un elevador que llegaba hasta un piso en el que se podía ver toda la ciudad. Claro que esto no sería suficiente: había que ir más arriba. Julio e Irene subieron a lo largo de la estructura y, dándole el teléfono para que tomase él la foto, Irene se colgó de la diminuta y probablemente inestable plataforma.

—Ahora, tómala —gritó Irene con la voz ahogada.

Justo cuando Julio puso el dedo sobre el obturador, la mujer perdió agarre, lo cual hizo que lo presionase capturando la instantánea de la muerte de su novia.