Para mejorar nuestra escritura, debemos fomentarnos hábitos que nos impulsen a estar en contacto con ella y, aprovechando que la dinámica de nuestra amiga @solperez tiene este propósito, me siento complacida de decir presente, porque es una oportunidad muy valiosa. Sin más preámbulo, comienzo con mi participación.

¡Quiero ser boxeador!

  Expresó Gabriel después de escuchar la pelea del siglo en el radio viejo que había en la cocina de su casa. Sus padres, entre un incómodo silencio, lo abrazaron y le dijeron que ese deporte no era para él, porque su lugar estaba en la música.

  Aunque el abrazo de sus padres fue muy afectivo, Gabriel se sintió herido por la poca confianza que le tienen y, al mismo tiempo, percibió que ser músico, era el sueño de ellos, pero no el suyo, ya que jamás ha tenido inclinación por la música.

  Pasaron unos cuantos días y, el tío de Gabriel ha llegado de visita. Entre las conversaciones que sostienen, él se percata que su único sobrino no destila la algarabía que le caracteriza y, le pregunta qué sucede. Con un tono de voz quebradizo, le responde:

Quiero ser boxeador, pero mis viejos dicen que eso no es para mí

  Jacinto nota lo frustrado que está su sobrino. Para motivarlo, coloca sus manos en las mejillas de Gabriel y le dice que si se lo propone, puede lograrlo. Las palabras de Jacinto fueron tan valiosas que, Gabriel le pide a su tío que lo ayude, petición que fue aceptada inmediatamente.

  Sin decirle a sus padres, Gabriel y Jacinto se embarcaron en la aventura de prepararlo. Tocaron la puerta de varios gimnasios de boxeo, pero en todos le dijeron que no había lugar para una persona como él. Cansado de tantos rechazos, durante el regreso a casa, se escuchó un:

Gabriel, seré tu entrenador. Vamos a la biblioteca para buscar libros de boxeo y, todas las técnicas que revelen, las practicamos

  La emoción de Gabriel fue tan grande que, detuvo su camino y lo abrazó para agradecerle todo lo que estaba dispuesto a hacer por él. Durante meses, ambos estuvieron estudiando y entrenando arduamente para aprovechar al máximo la oportunidad; estaban seguros de que ese momento llegaría.

  El anuncio de la nueva pelea del siglo comenzó a circular en las emisoras de radio. Al enterarse, Jacinto y su sobrino van volando al Fórum del Boxeador para oficializar la inscripción. Cuando se anuncia que el boxeador debutante es Gabriel, la burla de quienes estaban en el lugar no se hizo esperar mientras que, la persona que peleará con él lo sentencia con un contundente:

¡Estás pulverizado!

  La vejación en contra de Gabriel lo hicieron dudar por un momento, pero su tío constantemente le recordaba que él podía ganar la pelea, porque ha estado entrenando para ello y, tiene el talento nato de un gran boxeador. Dicho apoyo le funcionaba para recordar que la motivación era su mayor tesoro.

  El día de la pelea llegó y, Gabriel está muy emocionado, pero, cuando su tío le dice que sus padres no son parte del público, respira profundo y con un rostro muy serio segura que ese es el momento de demostrarse a sí mismo y al mundo que:

Las personas invidentes, también podemos boxear y ganar

  El sonido de la campana ha indicado que la pelea comenzó. Los abucheos en contra de Gabriel, están por doquier, pero él, concentrado en saber dónde está su contrincante para golpearlo en los lugares idóneos, logra derribarlo del ring en el tercer estirón de brazo.

  Todos se quedaron perplejos al ver que el ciego y el novato, como tanto le abuchearon, ganó la pelea del siglo. Jacinto estaba tan emocionado que se subió al cuadrilátero para abrazar a su sobrino. Los aplausos comenzaron a sonar y, cuando le hacían entrega del cinturón de oro a Gabriel, el anfitrión le preguntó cuál fue su fórmula ganadora y, él respondió:

Creer en mí, recibir el apoyo de mi tío y, seguir la respiración de mi contrincante, porque mi vista, está en mi intuición

¡Muchas gracias por leer mi publicación!