Había huido con mi hija pequeña de aquel hombre maltratador, apenas con la ropa que teníamos las dos y uno que otro traste, no tenía dinero para salir del pueblo de manera que fui a una cueva que conocía desde niña, pensaba esperar un tiempo y salir para poder evadirme lejos cuando hubiesen dejado de buscarnos, la zona de mi escondite era de difícil acceso. Un buen sitio para esconderse y un mal lugar para sobrevivir, era una bahía hondonada y obtener alimento allí pescando no era fácil, además tenía unos implementos rudimentarios que había logrado en la misma orilla de playa.

Noche tras noche pescaba pequeñas cosa que comenzaron a escasear a los pocos días, necesitaba internarme un extremo más dentro del mar, me costaba, sin embargo constantemente repetía a mi misma: “tengo que poder” es por ti y por ella. Al principio no detallé que mis piernas tenían pequeñas escamas que al día siguiente con la luz solar desaparecían, de manera que con la luna salía, pensando que me convendría ser sirena, para profundizar más y conseguir mejor alimento, por otra parte las sirenas tienen fama de seres femeninos empoderados que Orfeo y Odiseo enfrentaron con temor…en fin… solo era mi imaginación.

Esa mañana rendida, me quedé dormida en la orilla, con el alba la niña salió de la cueva llamándome, no podía ponerme de pie y cuando mire mis piernas estaban convertidas en una gran aleta de pescado…efectivamente era una sirena. Mi deseo de hacerlo para tener más fuerza se habría cumplido, la enorme voluntad de una madre por evitar sufrimiento al hijo es transformadora, capaz de tornar y hasta hacer metamorfosis en el propio cuerpo. Al rato cuando el sol se colocó en su zenit volvieron mis piernas, pero cada noche el amor maternal y la necesidad de ser mujer triunfadora hacían regresar las escamas…para hacer temblar hasta un guerrero troyano.