Mi día comienza a las 7:20 a. m., donde me ducho y me preparo porque el servicio dominical en la iglesia comienza a las 8:00 a. m. y debo asistir con mi familia.

A las 8:10 a. m., el servicio comenzó con una lectura de la Palabra de Dios, seguida de una oración de agradecimiento, pidiendo a Dios que tome el control total del servicio.

Después de la oración, comenzaron los cánticos espirituales y la acción de gracias, donde algunos miembros expresaron su gratitud a Dios por el favor recibido del Señor, quien había obrado para sanar a los miembros que habían asistido.

A las 9:00 a. m., el pastor principal de la iglesia estuvo a cargo de dar el sermón de la escuela dominical, y a las 10:15 a. m., el sermón finalizó.

Después del servicio, compartimos algo de comida y luego todos los hermanos regresaron a sus respectivas casas.

Al llegar a casa, descansé un rato y, a la 1:30 p. m., me puse a trabajar en la computadora, donde pude publicar dos cosas, y a las 3:30 p. m., tomé otro descanso.

A las 6 p. m., se fue la luz y, cuando volvió, mi esposa preparó la cena. Alrededor de las 9 p. m., ya estaba en mi habitación listo para dormir.

Revisé muchas noticias en mi teléfono y redes sociales hasta que llegó el momento en que me venció el sueño y me sentí exhausto.