En medio de la velada, un exalumno del profesor José se acercó a la mesa para saludarlo:

—Profe, cuánto tiempo sin verlo. ¿Se acuerda de mí? —preguntó.

—Claro, Dimas Rojas, cómo olvidarte, si fuiste mi mejor alumno de la Promoción del año 2020 —respondió José.

—¿Y qué hace por acá, profe, vino a algún evento académico? —preguntó Dimas.

—No, en esta ocasión vine a visitar a mi colega y amiga especial María —respondió José.

—Ah, qué bien, ¿Cómo está profesora María? ¿No se acuerda de mí? Yo trabajo en el Departamento de Finanzas que queda cerca de su cubículo —dijo Dimas, en tono simpático.

María respondió con decencia, pero a la vez con distancia:

—Disculpe, pero no lo recuerdo, la verdad es que soy muy distraída.

—La entiendo, profe, no se preocupe. Bueno, los dejo, ya los he interrumpido demasiado —dijo Dimas, tendiéndole la mano a ambos.

La presencia de Dimas motivó a María a ver el reloj:

—Guao, es muy tarde, José, debo irme.

—Sí, vamos a descansar. Te acompaño hasta tu casa —dijo José.

—No, prefiero irme sola. Mañana nos escribimos para almorzar juntos —respondió María.

Se despidieron con un abrazo y un beso furtivo en los labios.

José no podía dormir. Revivió todos los momentos del encuentro con María y comenzó a sentirse incómodo. Algo le parecía que no estaba bien. Al otro día, le mandó un mensaje a Dimas por whatssap, ya que habían intercambiado números telefónicos, para ver si se podían tomar un café; fue así como acordaron reunirse a las diez de la mañana, en un conocido restaurant del centro. Al principio, la conversación giró en torno a temas del pasado, pero luego, José fue directo al grano.

—Dimas, quisiera que me hablaras de la profesora María.

—Ay, profe, sabía que esta invitación a tomar café era por ella. Muy bien le cuento:

La profesora María es una mujer hermosa y muy inteligente. Pero tiene un problema de personalidad múltiple. La universidad ha tratado de convencerla de que tome un sábatico para que descanse y luego inhabilitarla, pero ella no ha aceptado. Así que le recomiendo que se aleje de ella lo más pronto posible, porque luego se va a arrepentir. José sentía que se iba a desplomar. Agradeció a Dimas su sinceridad, y del cafetín se fue directo al hotel donde estaba hospedado a recoger sus cosas.

Cuando estaba en el aeropuerto, María lo llamó, pero él no respondió las llamadas. Al estar en su ciudad cambió su número de teléfono y pasó tres días tomando para tratar de quitarse la culpa de haber dejado a María sin darle explicación.

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