LA PELUDA (Imagen: Dibujo de Edgar Pacheco artista plástico venezolano)
LA PELUDA
La peluda era una mujer de cabellera abundante y había recién
llegado a instalarse en estos espacios.
Ella vivía en una casa sin cerca. Realmente la mayoría de las casas
que nosotros habitábamos no las tenían y la única privacidad que
brindaban, era la que ofrecían paredes desconchadas.
A menudo hablábamos de las cosas que escuchábamos o veíamos
a través de ellas. —Esa forma de tirar de Armando es más compleja
que la virginidad de María—, atinó a decir el bemba. Lo que
acontecía era que Armando y su mujer eran muy gordos y acostados
uno frente al otro, abriendo ampliamente sus piernas, con qué
dificultad podían
acoplarse en la iniciación de sus deseos. La mujer de Armando nos
decía que, esa posición la cansaba mucho y que prefería la delgadez
de nuestros cuerpos cuando en ella entraban.
La peluda nos miraba de reojo cuando llegaba del trabajo. Eso sí,
evitaba cualquier encuentro con alguno de nosotros. Amaba los
palos extranjeros. La calle ochenta le parecía una región de exilio.
Sin embargo intentábamos todos los posibles acercamientos,
aunque fueran apenas visuales. Por eso tomábamos palco en la
acera frente de su casa al anochecer. Hablábamos de cualquier
cosa. —Al Gato le asestaron cuarenta puñaladas mientras dormía.
Ninguna les causó daños mortales. El héroe colador algunos le
decían—, expresaba el Bemba para referirse a un asunto cotidiano.