Thoughts of a plant || Pensamientos de una Planta

Today I woke up feeling more alive than ever. The sun was just beginning to filter through the window bars, and I could feel its gentle warmth on my leaves. I am a Sansevieria, although many know me as Mother-in-Law's Tongue. My skin is firm, adorned with green stripes and golden edges that shine when the light caresses me. I like to think of myself as the guardian of this corner of the garden.

Beside me, other green souls grow with whom I share this little world. There is a small tree with mottled leaves that always has something to tell, and beyond, plants with large, rounded leaves that seem to whisper secrets to each other. I hear them talk about the humans who visit us, how they marvel at our colors and patterns.

One day, new neighbors arrived: large Dieffenbachia leaves, with light spots as if a painter had splashed them. They settled in elegantly, and ever since, their presence has filled the place with a tropical calm. Next to them, the Crotons strut their stuff with their intense hues: yellow, red, green. They are the most vain, always showing off in the sun as if waiting to be photographed.

Between us all, there is a vegetal harmony that is difficult to describe. We live in silence, but alive. Every drop of water that falls on our roots is a promise, every ray of light, a caress. And so our days pass, in the vibrant stillness of a garden that holds stories that only those who observe with their hearts can hear.

Hoy desperté sintiéndome más viva que nunca. El sol apenas comenzaba a filtrarse entre los barrotes de la ventana y pude sentir su calor suave sobre mis hojas. Soy una Sansevieria, aunque

muchos me conocen como lengua de suegra. Mi piel es firme, adornada con franjas verdes y bordes dorados que brillan cuando la luz me acaricia. Me gusta pensar que soy la guardiana de este rincón del jardín.

A mi lado, crecen otras almas verdes con las que comparto este pequeño mundo. Hay un árbol pequeño con hojas moteadas que siempre tiene algo que contar, y más allá, plantas de hojas grandes, redondeadas, que parecen murmurarse secretos entre ellas. Las escucho hablar de los humanos que nos visitan, de cómo se maravillan con nuestros colores y patrones.

Un día, llegaron nuevas vecinas: grandes hojas de Dieffenbachia, con manchas claras como si un pintor las hubiera salpicado. Se instalaron con elegancia, y desde entonces, su presencia ha llenado el lugar de una calma tropical. Junto a ellas, los Crotones se pavonean con sus tonos intensos: amarillo, rojo, verde. Son los más vanidosos, siempre mostrándose al sol como si esperaran ser fotografiados.

Entre todos nosotros, hay una armonía vegetal difícil de describir. Vivimos en silencio, pero con vida. Cada gota de agua que cae sobre nuestras raíces es una promesa, cada rayo de luz, una caricia. Y así pasan nuestros días, en la quietud vibrante de un jardín que guarda historias que solo los que observan con el corazón podrán escuchar.