The Secret of the Forest || El Secreto del Bosque [Eng/Esp]

In a quiet corner of the forest, where dry leaves crunch under footsteps and the earth holds ancient secrets, a small orange sphere covered in fluff fell. It was no ordinary flower, nor an ordinary fruit. It was the heart of the forest, a magical seed that was only released from the oldest tree when nature was ready to be reborn.

No one noticed it at first. It was camouflaged among the withered leaves and damp earth. However, as they drew closer, something inside it seemed to pulse. Its soft, woolly texture hid tiny thorns that protected it from those unworthy.

Days passed, and every creature in the forest, from the smallest insect to the most cunning fox, came to observe it. Some said that if you touched it with good intentions, you could hear a whisper: the language of the trees.

One morning, a curious and kind girl named Lina found it while playing. Upon seeing it, she didn't try to pick it up or move it. She just sat beside her and spoke to her as if she were a friend. Then, the seed glowed faintly and split open, releasing a golden cloud that rose like stardust.

That day, the forest changed. The dried leaves gave way to green shoots, the rivers sang louder, and the air smelled of new life. Lina didn't know she had awakened the eternal cycle of nature.

And so the furry seed returned to its mother tree, knowing the forest was safe... until the world needs it again.

En un rincón tranquilo del bosque, donde las hojas secas crujen bajo los pasos y la tierra guarda secretos antiguos, cayó una pequeña esfera anaranjada cubierta de pelusa. No era una flor cualquiera, ni tampoco un fruto ordinario. Era el corazón del bosque, una semilla mágica que solo se soltaba del árbol más viejo cuando la naturaleza estaba lista para renacer.

Nadie la notó al principio. Estaba camuflada entre las hojas marchitas y la tierra húmeda. Sin embargo, al acercarse, algo en ella parecía latir. Su textura suave como la lana escondía espinas diminutas que la protegían de quienes no eran dignos.

Pasaron los días, y cada criatura del bosque, desde el más pequeño insecto hasta el zorro más astuto, se acercó a observarla. Algunos decían que si la tocabas con buenas intenciones, podías escuchar un susurro: el idioma de los árboles.

Una mañana, una niña llamada Lina, curiosa y amable, la encontró mientras jugaba. Al verla, no intentó tomarla ni moverla. Solo se sentó a su lado y le habló como si fuera una amiga. Entonces, la semilla brilló levemente y se abrió, soltando una nube dorada que se elevó como polvo de estrellas.

Ese día, el bosque cambió. Las hojas secas dieron paso a brotes verdes, los ríos cantaron más fuerte y el aire olía a vida nueva. Lina no sabía que había despertado el ciclo eterno de la naturaleza.

Y así, la semilla peluda volvió a su árbol madre, sabiendo que el bosque estaba a salvo... hasta que el mundo la necesite otra vez.