The best greengrocer || La Mejor Verduleria [ENG/ESP]

As soon as you step foot on the farm, you're greeted by a sweet scent that isn't your aunt wearing cheap perfume: it's the tangerines, so ripe they seem like they'll fall off the tree at any moment, like "eat me now." They're there, heavy among the green leaves, as if saying, "What are you waiting for?" When you touch them, their skin is warm from the sun, as if they came with built-in heating.

A few more steps and you come across the red chilies, which seem innocent, small, bright... even friendly. But be careful, these are the garden's Chihuahuas: mini size, volcanic character. One bite and you can see your life flash by like in an action movie.

Close to the fence, the tomatoes are putting on their fashion show: some green, others red, and several in that limbo of "I don't know what I want to be." They look proud, well-fed by the sun and the pampering my friend gives them, who talks to them like babies: "Come on, fatty, you can grow up."

And if you thought you'd seen it all, the pumpkins appear, hanging from the dry vines like forgotten Halloween decorations. They're so big that one almost spoke to me: "And you think you're going to carry me alone?" Perfect for a warm soup or to compete with any pumpkin bread influencer on Instagram.

This farm has it all: sweet fruit, a spicy touch, vegetables with attitude, and even pumpkins with a furniture complex. But the best part isn't what you harvest... it's that feeling of peace, of simple things, of laughing at strange tomatoes, and of stealing a tangerine without guilt. Because in this corner, joy comes in bunches... and with a homemade flavor!

Apenas ponés un pie en la quinta, te recibe un perfume dulce que no es tu tía con perfume barato: son las mandarinas, tan maduras que parece que en cualquier momento se caen solas del árbol, tipo "comeme ya". Están ahí, pesadas entre las hojas verdes, como diciendo: "¿Y vos qué esperás?" Al tocarlas, su cáscara está tibia por el sol, como si vinieran con calefacción incluida.

Unos pasos más y te topás con los ajíes rojos, que parecen inocentes, chiquitos, brillantes… hasta simpáticos. Pero ojo, que estos son los chihuahuas del huerto: tamaño mini, carácter volcánico. Una mordida y podés ver tu vida pasar como en película de acción.

Cerquita del alambrado, los tomates hacen su desfile de moda: unos verdes, otros rojos, y varios en ese limbo de “no sé qué quiero ser”. Se los nota orgullosos, bien alimentados por el sol y por los mimos que les da mi amiga, que les habla como a bebés: "Vamos, gordito, vos podés madurar."

Y si creías que ya habías visto todo, aparecen las calabazas, colgando de las parras secas como adornos de Halloween olvidados. Están tan grandes que una casi me habla: "¿Y vos me pensás cargar solo?" Perfectas para una sopa calentita o para hacerle competencia a cualquier pan de zapallo influencer en Instagram.

Esta quinta tiene de todo: fruta que endulza, picante que despierta, verdura con actitud y hasta calabazas con complejo de muebles. Pero lo mejor no es lo que se cosecha… es esa sensación de paz, de cosas simples, de reírse de los tomates raros y de robarse una mandarina sin culpa. Porque en este rincón, la alegría viene en racimos… ¡y con sabor casero!