
En este post hacemos referencia a un tema muy curioso e interesante. Trátase del uso del mote o remoquete no solo como trato peyorativo sino como arma ofensiva de carácter político. El fallecido político venezolano Hugo Chávez y "los herederos" que están en el poder en su país, lo han cultivado con fanatismo y hasta éxito. Muchísimo tiempo antes de ellos (tiempos de férreas dictaduras), tal costumbre era cultivado allí en Venezuela, no desde el poder en sí, sino desde las acalladas e intimidadas calles y campos.
A los sobrenombres, algunos prefieren llamar "remoquetes", "alias", "motes", en fin.
En algunos países, la apelación a esta figura lingüística como recurso de descalificación política resulta algo inusual; quizá por lo grotesco y poco civilizatorio de ello, o por otras razones.
En Venezuela la cosa viene resultando interesante... El uso de los remoquetes en plan de descalificación política ha venido siendo una costumbre que ha girado en direcciones varias. En el siglo XX, por ejemplo, las dos dictaduras más duraderas y más sangrientas, la gente común no vacilaba en encasquetar a los respectivos tiranos, sus "bien históricamente ganados" sobrenombres. Claro, el uso de tal recurso, si bien era común, estuvo compenetrado con altos sentidos de clandestinidad, de escondite, de lo prohibido.
Tanto en la dictadura de los años 20 y 30 encarnada en Juan Vicente Gómez, como en la dictadura de los 50 encarnada en Marcos Pérez Jiménez, el abrazo popular al recurso del sobrenombre resultaba una acción clandestina. Sí; una acción clandestina que se manifestaba en el calor de la calle y en una que otra expresión de la prensa prohibida. También en las cárceles.
A Gómez se le asignaba el mote de "bagre". Me contaba mi madre (ella no solo vivió esta época sino que el líder de su familia era a la sazón, un militar) que curiosamente la gente que iba al mercado en plan de adquirir tan popular pescado, observaba todo género de angustia en el acto interpersonal de la respectiva compra. Con gracia me decía ella: "Es que daba risa cómo la gente se las ingeniaba para públicamente no pronunciar la tan riesgosa palabra bagre. Tenía que inventar cualquiera otra palabra que no fuera ésa. Siendo niña, más de una vez pedí explicación y mi familia con angustia me distraía para evitar problemas".
A Pérez Jiménez se le atestaba el sobrenombre de "El gordito del Táchira". Me cuentan en esos años 50, que existía en ese país (Venezuela), una lotería la cual era la de mayor arraigo popular. "La Lotería del Táchira" era su denominación. (Táchira, como es conocido, es una entidad federal andina de ese país). Bien; ocurre que el dictador era oriundo precisamente de esa provincia. No se sabe si fue por casualidad o por razón distinta, al publicista de esa empresa de lotería se le ocurrió crear a título de personaje ficticio, jocoso y caricaturesco, un personaje llamado "El gordo del Táchira" mostrando (en dibujo) un hombre ganador de fortuna y exhibiendo en alto grado, un voluptuoso tejido adiposo. Lo cierto es que el recurso publicitario fue un éxito en todas las plataformas masivas, pero a la gente del oprobioso gobierno de Marcos Pérez Jiménez le pareció que eso era, sin más, "un irrespeto al señor presidente". Lo cierto es que tal publicidad fue clausurada ipso facto y "la pegada" de la empresa fue progresivamente desinflándose. Lo que no se desinfló fue el remoquete de "El gordito del Táchira" con el cual el dictador tuvo que cargar muchísimo más allá de su caída en enero de 1958.

Bien. Si bien es cierto que el hábito de asumir popularmente el sobrenombre con fines políticos, sobre todo, de acusación, de denuestos, etc. no se esfuma con los gobiernos democráticos formales de derecha que advienen luego de los diez años de dictadura de Pérez Jiménez, tal costumbre se vino provisionalmente abajo. No fue notable, pues, en el casi medio siglo que trazó esa democracia "representativa" -como motu proprio se hizo llamar-, tal forma de ejercer oposición. No fue hasta la llegada al poder de Hugo Chávez cuando la cosa reapareció, pero reapareció no desde el escondite de "lo prohibido", ¡sino desde los escenarios propios y "formales" tanto de la lucha electoral como del poder constituido!
Es de recordar, sobre todo, el remoquete que el mismísimo Chávez le encasquetó (iniciando el siglo XXI) a su contendor Henrique Salas Römer en plena campaña electoral. Como cosa curiosa, Chávez, aprovechándose que su rival poseía un caballo que él mismo había cariñosamente nominado "Frijolito" y exhibía ostentosamente montándolo por las calles de las grandes ciudades, pues no vaciló entonces el candidato Chávez en encaramarle al candidato Salas Römer el mote precisamente de "Frijolito", generando en todo ello un gigantesco descrédito o caricaturización.
Ese modelo de colocar sobrenombres a sus contendores, lo conservó con fervor Chávez en todo el resto de las contiendas, sacando de tan ruda factura, un provecho sostenido (hasta su muerte).
Ah, pero el chavismo que ha venido gobernando ese país hasta el presente, sobre todo el que paritariamente encarna el equipo integrado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello (por "orden hereditaria" del propio Chávez), conserva el estilo de fustigar a todo lo que para ellos es oposición, de todo género de motes.
A un excandidato presidencial, suelen aún decirle "Chatarrita". A otro excandidato, "El filósofo del Zulia" (probablemente aprovechando un surrealista estilo de ejercer el discurso, que ese dirigente exhibe con asiduidad). A una importante dirigente opositora hoy muy conocida, ese dueto del chavismo empoderado suele despectivamente llamar "La sayona". Como es sabido, la palabra "sayona" connota una leyenda del Llano venezolano que refiere "una mujer buenamoza pero endiablada".
En verdad, casi ninguno de los dirigentes opositores al gobierno que hoy en día ostentan Maduro y Cabello se salvan de la vorágine (exitosa para los segundos) de tratarlos a punta de tan dudosamente ejemplar estilo.
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Apoyo de imágenes:
https://pixabay.com/es/photos/hombre-angustia-dolor-de-pecho-1846050/
https://pixabay.com/es/photos/mujer-moret%C3%B3n-violencia-dom%C3%A9stica-6133582/
Caricatura de Gómez tomada de la cubierta del libro de Ramón J. Velásquez, "Confidencias Imaginarias...".
Caricatura de Pérez Jiménez tomada de OPAL Prensa.
Hola, gracias por compartir tu contenido con nosotros. Saludos
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