Juntando Mandarinas
Mi vencido, con su espalda doblada por los años y las experiencias, camina entre las hileras de mandarinos en su pequeño huerto. Cada árbol es como un viejo amigo, testigo silencioso de su vida. Recuerda cómo plantó cada uno con cuidado, con la esperanza de que florecieran y le brindaran frutos.
Mientras cosecha las mandarinas maduras, su mente vuela a tiempos pasados. Recuerda los días de juventud, llenos de sueños y ambiciones. Pero también recuerda los momentos difíciles, las batallas perdidas, los sueños no realizados. Sin embargo, a pesar de las adversidades, su espíritu sigue siendo fuerte.
Con cada fruta que recoge, siente una mezcla de nostalgia y gratitud. Agradece por las lecciones aprendidas, por las alegrías compartidas y por las penas superadas. Su huerto, aunque pequeño, es un reflejo de su vida: llena de altibajos, pero también de belleza y esperanza.
Al final del día, con una cesta llena de mandarinas, mi vencido se siente en paz consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Sabe que, aunque el tiempo pueda haberlo vencido en algunos aspectos, todavía tiene mucho que ofrecer y mucho por lo que estar agradecido.